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Cuando Canarias giró por primera vez a la izquierda desde febrero de 1936

Hoy se cumplen 41 años de la histórica noche del jueves 28 de octubre de 1982, cuando el PSOE batió el récord de escaños, con 202 (algo quimérico hoy), y ganó por primera vez en las provincias canarias desde el triunfo (parcial) del Frente Popular previo al golpe de Estado de Franco y la guerra que desató
Cuando Canarias giró por primera vez a la izquierda desde febrero de 1936

La moribunda Unión del Centro Democrático (UCD), con Landelino Lavilla como candidato y con un entonces presidente en funciones, Leopoldo Calvo Sotelo, que ni siquiera logró escaño por Madrid, optó por un eslogan tan ocurrente como equivocado con lo que pasaría aquel 28 de octubre de 1982, justo hoy hace 41 años: “Ni derecha dura ni izquierda inmadura”. Sin embargo, la Alianza Popular de Fraga, exministro franquista que fundó la formación luego llamada PP junto a otros seis ministros de la dictadura, se convirtió en la alternativa de gobierno más probable (con 105 diputados) y el PSOE arrolló con un récord aún inigualado (202) y, en la perspectiva actual, con un Pedro Sánchez que aspira a revalidar presidencia con solo 121 actas, casi más bien de otro mundo.

Porque pensaba que, de esa forma, los trabajadores tendrían más problemas para ir a votar y podía debilitarse el generalizado augurio de las encuestas de que el PSOE ganaría con amplio margen (si bien pocas vaticinaron de una mayoría absoluta de ese nivel), el Gobierno de UCD decidió fijar la fecha electoral en día laborable (un jueves). Su pretendida treta le salió fatal o, al menos, los 10,127 millones de papeletas socialistas (casi el doble que las de AP) desvelaron la estupidez de esa estrategia. Al revés, quizás hasta motivaron aún más a una ilusionada clase trabajadora (y a otros muchos sectores, pues hubo muchos votos “prestados” desde otras sensibilidades) y, desde entonces, todos los comicios han sido en domingo.

Por haber, y aunque la generalidad del país lo supo después, hubo hasta un intento de golpe de Estado más que serio. Una intentona, de nuevo, de manos de militares y ultraderechistas frustrados con el fracaso del 23F y que querían evitar, el día previo (27), el “abismo” de que España “fuese pasada por la izquierda”, que es como tituló El Alcázar el 29 de octubre. Por fortuna, y a diferencia de lo de febrero del año anterior, el golpe fue abortado a tiempo, no impidió el desarrollo de la jornada electoral con bastante normalidad y, eso sí, tendría una última réplica potente en el desfile militar de 1985 en La Coruña, cuando se hizo incluso un túnel para atravesar una avenida y volar el palco con el rey y parte del Gobierno socialista, intentona también detectada y evitada.

Las ganas de cambio eran muy poderosas tras el 23F, después de que la UCD implosionara por dentro, que se desgajara con un Adolfo Suárez creando y presentándose ese mismo octubre del 82 con el CDS, con una recesión económica larvada desde la crisis petrolífera de 1973, con un país que, pese al innegable impulso democrático y estructural dado por Suárez, aún presentaba muchos vicios y armazones oxidados del franquismo y hasta con la sensación de fracaso general tras el pésimo papel de España en el mundial de fútbol que organizó pocos meses antes, y que coronó a la Italia de Rossi.

Aquel vídeo electoral del PSOE abriendo ventanas de todo tipo con fondos también variopintos y el himno que sigue usando hoy el partido de la rosa, aunque con modalidades más lentas o de distinto tipo, solo fue superado por una canción de campaña que, desde entonces, es reconocida como lo mejor hecho hasta ahora en España por los propios oponentes. “Tiene que cambiar de aires, lo necesita, esta tierra que ha sido tan maltratada (…)”, así comenzaba aquella pegadiza melodía que sonó por múltiples calles con aquella megafonía tan propia de los primeros años de la democracia (y hasta de los anuncios de partidos de equipos deportivos locales), así como en radios y RTVE. Y, así, hasta llegar al mensaje nuclear: “Hay que cambiar los aires de esta tierra maltratada, abramos las ventanas a un nuevo día, España se merece, nuestra esperanza…”.

Esta letra, jamás superada después por el PSOE en ninguna campaña posterior (seguramente por ningún otro partido), asentó la ilusión en un futuro que, si se analiza el tiempo que se mantuvo Felipe González en La Moncloa (desde ese 82 hasta la victoria minoritaria del PP de marzo de 1996), se confirmó como una etapa de progreso y cambio que permitió pasar de una España desprestigiada y en blanco y negro a una pujante, en color y moderna.

Eso sí, no sin muchos peros y frustraciones entre los propios votantes socialistas, con hasta cuatro huelgas generales (ninguna como la del 14 de diciembre de 1988) y dos medias jornadas de paro y con una dolorosa reconversión industrial –seguramente justificada, pero mal explicada en muchas zonas- que aceleró la ruptura con los sindicatos. También con aquel duro requiebro con la OTAN, concebido por muchos como el mayor fraude electoral de la historia junto a los 800.000 empleos prometidos en ese 82 (de los que Felipe siempre dijo que se crearon en su segundo mandato, sobre todo por la incorporación de la mujer al mercado laboral).

Por supuesto, en el desencanto de muchos sectores influyeron mucho los numerosos casos de corrupción que se multiplicaron desde finales de los 80 y un terrorismo de Estado mediante el GAL que, aunque continuador de la Triple A, el Batallón Vasco Español y el terrorismo estatal per se de una dictadura como la franquista, impidió a muchos seguir votando al PSOE y les hizo irse a IU, CDS, a fuerzas nacionalistas, incluso a AP o, sobre todo, a la abstención por no depurarse bien la fontanería del Estado.

Claro que también se dio el salto en infraestructuras (como las carreteras, el AVE, la informatización de la administración o los nuevos aeropuertos y puertos), la entrada (fundamental) en la CEE (UE) y sus fondos de cohesión y desarrollo, la creciente incorporación de la mujer en la universidad y la empresa, la ley del aborto del 85 (insuficiente para muchos, pero que duraría hasta la de Zapatero sin que el PP la cambiase), la universalización de la sanidad, las becas y la mayor igualdad de oportunidades mediante la educación.

También resultó innegable el cambio en la imagen exterior con los acontecimientos del 92 (Juegos de Barcelona y Expo, sobre todo porque, a una gran organización, se añadió un rotundo éxito deportivo con un récord de medallas olímpicas que evidenciaba el salto dado, totalmente inimaginable pocos años antes). Asimismo, hubo avances relevantes frente a la caspa previa (como las campañas para el uso de preservativos en unos años de mucho SIDA e infinitos prejuicios) o la apertura y explosión cultural de una juventud y otros sectores variopintos que quisieron romper definitivamente con el pasado.

RESULTADOS EN LAS ISLAS

En Canarias, las ganas de votar “Por el cambio” se notaron hace justo 41 años. Frente a los aplastantes triunfos en las dos provincias de la UCD en las generales constituyentes (1977) y las de 1979, el centroizquierda ganaba por primera vez gracias al PSOE desde que, el 16 de febrero de 1936, el Frente Popular lo hizo en la provincia oriental, si bien en la otra venció por poco la CEDA en votos.

En 1977, la UCD de Suárez había obtenido un aplastante resultado en Canarias, que tuvo réplicas luego en las primeras elecciones locales en 1979, al gobernar en las dos capitales y en un importante número de municipios, con excepciones relevantes en Tenerife, eso sí, como La Laguna o el Puerto de la Cruz (así como en poblaciones de menor peso comarcal, como Los Realejos o Icod). En esos primeros comicios, del 15 de junio, los “centristas” obtuvieron un 53,41% en la provincia tinerfeña y cinco diputados, frente al 19,4 y los dos escaños del PSOE. Ningún otro partido logró representación. En la provincia oriental, la victoria de Suárez fue aún más contundente, con un 56,16% frente al 17,53 socialista y cinco actas frente una única del PSOE.

Dos años después, cuando Suárez, una vez aprobada la Constitución, convoca de nuevo elecciones en busca de un reimpulso para afrontar los muchos retos existentes, UCD se ve aún más reforzada en votos y, mientras en Las Palmas alcanza casi el 60% (un 59,92), en la otra provincia se eleva al 56,78% y repite las cinco actas, por dos del PSOE (21,75). En la provincia oriental, los socialistas bajaron al 14,51 (1 escaño) y entró por primera y única vez el recordado Sagaseta (UPC), con un 13,36.

La imposibilidad del PSOE de acercarse a UCD en esta segunda cita afectó mucho a González, quien, convencido de que debía centrar más al partido, lanzó el órdago de eliminar de los estatutos la condición de formación marxista, acuñó la frase histórica de “hay que ser socialista antes que marxista” en el XXVII Congreso (mayo) y, al perder su apuesta, dimitió, si bien se forzó al poco un Congreso Extraordinario (septiembre), fue aclamado y consagró la línea socialdemócrata para ampliar el suelo electoral (el marxismo sólo se mantuvo como instrumento crítico y teórico), lo que se confirmó de forma rotunda en 1982.

De hecho, y aparte del 48,11% de los votos en todo el Estado al PSOE (porcentaje nunca repetido después), ese 28 de octubre del 82 Canarias giró a la izquierda con claridad. En Santa Cruz de Tenerife, los socialistas alcanzaron el 40,9% y cuatro actas, frente al 24,55 de AP-PDP (dos escaños) y el 19,29 de UCD (un diputado, de los escasos 11 de Lavilla). En la otra provincia, el triunfo del PSOE fue más estrecho, con un 32,62% y tres representantes en el Congreso, por 2 de AP-PDP (29,14) y uno de UCD (13,69). Eso sí, se confirmó un giro que no se daba desde febrero del 36, si bien por el medio hubo 40 años de oscuridad, represión, retraso y regresión franquista.

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