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Sólo dos sitios de España mantuvieron su Carnaval durante la dictadura y Canarias fue uno de ellos

La celebración pasó a llamarse "Fiestas de Invierno" para evitar las represalias del franquismo
Imagen de recurso del Carnaval de Día de Santa Cruz de Tenerife. Sergio Méndez

En España, en plena Guerra Civil, los carnavales llegaron a suspenderse en todo el país, una prohibición que continuó al terminar la contienda durante la dictadura franquista. Así lo publicaba el Boletín Oficial del Estado el 5 de febrero de 1937: “Este Gobierno General, ha resuelto suspender en absoluto las fiestas de Carnaval”.

Aunque en la orden circular no se dio ningún argumento religioso, se evidenciaba que una celebración con un fuerte trasfondo pagano no encajaba con el espíritu de aquellos que se habían rebelado contra la República con el apoyo de la Iglesia, que se oponía a este tipo de fiestas.

Al terminar la guerra, Serrano Suñer, quien ocupaba el puesto de ministro de la Gobernación, emitió una orden el 12 de enero de 1940, en la que mantuvo la prohibición bajo el argumento de que no existían motivos para cambiar la decisión tomada.

Con el objetivo de garantizar el cumplimiento estricto de la prohibición, el gobierno tomó una posición firme frente a las autoridades provinciales y locales. Se difundieron múltiples comunicados municipales para concienciar a los residentes sobre la prohibición de celebrar el Carnaval, una festividad arraigada en prácticamente todo el país.

Pasaron a llamarse “Fiestas de Invierno” para evitar represalias

Sin embargo, hubo dos sitios de España donde estas fiestas subsistieron: Santa Cruz de Tenerife y Cádiz. En la ciudad canaria, pasaron a llamarse “Fiestas de Invierno” y las celebraciones privadas clandestinas (en sociedades como el Casino de La Guancha) fueron protegidas por el capitán general de Canarias.

Durante esos años, las máscaras para ocultar la identidad estaban totalmente prohibidas y se formó la primera murga con el nombre Los Bigotudos, hoy conocida como Afilarmónica NiFú-NiFá.

Así pudieron celebrarse los carnavales en la Isla hasta 1976, cuando acabó el franquismo y volvió a denominarse Carnaval, a pesar de que la fiesta siempre estuvo presente.

Otros municipios eludieron la prohibición

Sin embargo, también hubo algún lugar en Canarias que se resistió a la prohibición. Martín del Rosario Expósito fue alcalde accidental de Agaete (Gran Canaria) y permitió el carnaval en su pueblo en 1960, que consistía en disfrazarse para visitar las casas e intentar que no te reconocieran. “La gente tiene que divertirse”, dijo poco antes de que le llegara una carta del obispo Antonio Pildáin Zapiain recriminándole su acto.

En 1970, la tolerancia a los carnavales se extendió al municipio grancanario de Ingenio, y poco a poco a más lugares.

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