Llevan desde septiembre adecentando la Costa del Silencio, retirando basuras, escombros y plásticos de descampados y terrenos particulares. Desde hace tres meses han dado un paso más en su afán por mejorar el aspecto de este núcleo residencial y turístico y durante tres tardes a la semana se dedican, además de los zafarranchos, a tareas de jardinería -sobre todo poda-, y a reparar y pintar bancos, muros y escaleras de Ten-Bel, la emblemática urbanización privada que se convirtió en un destino de ensueño para la población local y foránea en los años 70 y 80.
Hasta 40 voluntarios se han sumado a la iniciativa vecinal creada por la ciudadana belga Hannelore Ottevaere, quien, cansada de ver tanta suciedad en el entorno de la urbanización Chayofita mientras paseaba a sus perros, decidió dar un paso adelante y, junto a su hija, empezó a retirar latas, botellas y plásticos enredados en los cactus.
Cada martes, jueves y viernes se organizan en grupos de 15 personas “para limpiar Ten-Bel y su nombre”, señaló ayer a este periódico la impulsora de la propuesta, que agradeció al Ayuntamiento de Arona el material que les cede (desde machetes y tijeras de poda a pintura y contenedores para depositar restos vegetales y escombros). “En el grupo hay, entre otras nacionalidades, italianos, belgas, algún alemán, un cubano y un canario”, explicó Hannelore. Paso a paso, empiezan a cambiar la imagen de Ten-Bel, a la espera de una solución urbanística a su situación. “La gente nos dice que merecemos un monumento”. No es para menos.