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Lo que queda, un mes después, del desalojo masivo de Arona

La próxima semana iniciarán los trámites para constituirse en asociación de vecinos
Lo que queda, un mes después, del desalojo masivo de Arona
Situación actual del pequeño campamento junto al edificio desalojado en Arona. | DA

Un mes después del desalojo, por orden judicial, de dos centenares de personas del edificio Chasna, que se quedó a medio construir hace más de medio siglo en la Costa del Silencio, una treintena de personas sobrevive a escasos metros del esqueleto de hormigón en un pequeño campamento cubierto por toldos azules para protegerse del sol y de la humedad por la noche. Duermen en tiendas de campaña o en algún viejo vehículo, entre neveras, puertas, muebles, sillones y recuerdos apilados, con la sensación de ser cada vez más ‘invisibles’ después de que se apagaran los focos de los medios de comunicación y se amurallara la zona con chapas opacas.

“Estamos en un campamento improvisado al más puro estilo de Tinduf, Mauritania o Palestina”, explica a DIARIO DE AVISOS Eloy Outeiral, de 47 años, portavoz de los afectados, quien agradece las muestras de solidaridad por parte de vecinos y asociaciones, “especialmente una de residentes ingleses en Tenerife, a los que no les cabe en la cabeza que estas cosas sucedan en Europa”.

El improvisado refugio ha sido vallado, con una zona abierta para entrar y salir. “Quieren que no se nos vea”, sostiene el portavoz, que intuye que “todo esto reventará por la magnitud del problema”, ya que, a su juicio, se trata de un “precedente, porque todos sabemos la que se avecina en el sur de Tenerife como sigamos así”. En su opinión, “no hay antecedentes en la España moderna de un desalojo con tantos agentes de policía, tanto oscurantismo y tanto abandono institucional”.

El campamento cumple con unas mínimas normas internas para facilitar la convivencia en condiciones nada favorables. “La mayoría salimos cada día a trabajar y el resto se queda y se ocupa de hacer la comida o se encarga de las tareas de mantenimiento: un poco de limpieza, fregar algún cacharro o fijar alguna cuerda que puede haber tirado el viento por la noche”, cuenta Outeiral, que reconoce que “los que trabajamos estamos más entretenidos y lo sobrellevamos mejor”. “No somos hippies” -insiste el portavoz de los desalojados de Chasna-, “sino trabajadores que no nos podemos permitir el lujo de tener acceso a una ducha de agua caliente”.

Explica, además, que el campamento representa una certera fotografía de lo que está pasando en el sur de Tenerife con el terremoto social provocado por los desorbitados alquileres. “Muchos trabajadores no pueden disponer de una casa o un piso donde vivir, por eso la mayoría terminamos en el edificio Chasna, porque no teníamos dinero para afrontar esas burradas de 3.000 y 4.000 euros que piden de entrada. A día de hoy no se encuentra una habitación por menos de 450 o 500 euros”.

De la misma forma que Eloy Outeiral agradece la generosidad de particulares y colectivos, con una especial mención al “señor que nos vendía el agua desde hace años y ahora nos la trae hasta aquí, demostrando un corazón que no le cabe en el pecho”, también critica la “inacción” institucional y personaliza sus quejas en el Ayuntamiento de Arona: “Estamos muy desencantados, todo son promesas, palabrería y mentiras; soluciones, cero”.

Los afectados por el desalojo en Costa del Silencio anuncian que no se quedarán con los brazos cruzados. Asesorados por un abogado, la próxima semana darán los primeros pasos para constituirse en asociación de vecinos: “Vamos a empezar a solicitar todo por el registro de entrada del Servicio de Atención Ciudadana (SAC) del Ayuntamiento”, avisa el portavoz.

Mientras, seguirán acampados, con “noches tranquilas y otras no tanto”, como las que sufrieron por la acción de una DANA que les tiró abajo los techos de tela del precario poblado. Pese a todo, un mes después, no pierden la esperanza en un golpe de suerte que les permita dar un volantazo a sus vidas.

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