granadilla de abona

“En nuestra cultura hay rechazo a ingresar a los mayores en centros”

Pablo Fernández, psicólogo de la plantilla del proyecto ‘Asiste23’ en el Ayuntamiento de Granadilla, participa en una iniciativa que promueve la ayuda hacia las personas dependientes y sus familiares
Pablo Fernández en uno de sus “paseos terapeúticos” junto a un paciente. Rodrigo Padilla
Pablo Fernández en uno de sus “paseos terapeúticos” junto a un paciente. Rodrigo Padilla

Cada vez hay familias más pequeñas, las personas viven más tiempo y esto, sumado a que hay menos cohesión entre los integrantes de las mismas, desencadenan en un dilema que cada día asola a más familias y particulares: la dependencia de personas mayores. El Ayuntamiento de Granadilla de Abona presentó hace ocho meses un servicio municipal de ayuda a domicilio, denominado Asiste23. Este cuenta en plantilla con auxiliares, en la que cohabitan figuras como la de educadores sociales, fisioterapeutas y psicólogos, entre los que se encuentra Pablo Fernández, uno de los terapeutas en plantilla. El especialista narra muchas de las historias, medidas que han adoptado en conjunto y las respuestas en sus pacientes: “En nuestra cultura hay un gran rechazo a meter a nuestros mayores en centros. Y esto es contraproducente porque en un centro se le tratará mejor. La cultura latina piensa que estamos abandonando a la persona”, indica el psicólogo.

El proyecto asiste por orden de prioridad a aquellas familias que no disponen de medios o de personas que les puedan atender las 24 horas. “Se atiende primero a los que tienen menos capacidad autónoma, sobreentendido que las familias con más recursos tienen más posibilidades”, concreta el especialista. Pablo describe a las personas dependientes como aquellas que “no pueden realizar autónomamente las tareas básicas de la vida”.

Pablo establece que “hay un gran desconocimiento en este sentido entre la población”, pues este tipo de servicios de ayuda “no solo atienden a la persona dependientes, sino también a la familia”.

Este proyecto tiene en su origen cinco objetivos. El primero, la estimulación cognitiva, en el que se desarrollan tareas de cálculo o para la recuperación de la memoria. Por otro lado, facilitar la descarga emocional. Este es uno de los puntos sobre los que brota la normalización de la situación y tratar de aliviar tanto al miembro dependiente como a la familia. Además, se busca facilitar un cambio comportamental. Este último investiga la reorganización de los roles, que viene a responder a un problema recurrente: la carga de un solo cuidador en la estructura elaborada para ayudar al paciente. Por último y para Fernández el más importante, el acompañamiento social o como él llama, “el paseo terapéutico por la playa de El Médano”.

“Muchas veces después de la descarga emocional, el siguiente paso es el acompañamiento. Esto no es más que una conversación real, y cercana. Suelo hacerla en la playa de El Médano. En algunos casos, muchos pacientes llevan meses sin salir de casa y este paseo terapéutico funciona. Somos seres sociales y necesitamos interactuar”, explica Pablo. Aunque este pueda parecer el proceso más fácil, en ocasiones la familia al estar implicada en el cuidado del paciente, deja de lado esta función y es el terapeuta el que hace de “confidente”.

“El cuidador, de puertas para afuera, es el que perciben como el más fuerte y es por ello que no recibe cuidados de la familia”, certifica. La sobreimplicación hace que muchos sufran afectaciones psicosomáticas, dificultades para dormir o en casos extremos, el abandono de trabajo. “Los miembros de las familias consiguen una organización en la que cada uno asume un rol para que todo el sistema funcione. Cuando falla, el terapeuta se aplica en conseguir que este siga su rumbo. Unos asumen normalmente demasiadas funciones en detrimento de otros que, al tener un agresivo liderazgo, no dejan actuar a los demás”, explica.

El especialista acredita que “los pacientes van perdiendo conexión con sus familiares y acaban sin conocerlos y esto llega a ser durísimo para los seres queridos”. Fernández asegura que “en nuestra cultura hay un gran rechazo a ingresar a nuestros mayores en centros especializados”. Acredita que “esto es contraproducente” ya que se malinterpreta la situación: “La cultura latina piensa que estamos abandonando a nuestro familiar y en otras como la germana, es casi un deber ingresar a tu familiar”.

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