El oficio de zapatero, uno de los más antiguos y tradicionales, atraviesa un momento crítico. Históricamente, eran artesanos esenciales en cualquier comunidad, conocidos por su habilidad para crear, reparar y personalizar calzado con precisión y detalle. Utilizaban herramientas manuales y técnicas transmitidas de generación en generación, haciendo de cada par de zapatos una pieza única y adaptada a las necesidades del cliente.
La producción en masa, la mecanización, la subida de los precios en los productos esenciales y la aparición de webs de venta a precios irrisorios, redujeron drásticamente la demanda de profesionales artesanales, relegándolos a un rol más especializado. Esto ha supuesto el cierre de muchos establecimientos y, en un futuro no muy lejano, la desaparición de estos artesanos, si nadie lo remedia.
La mayoría de zapateros del Sur vive un momento de incertidumbre, aunque la clientela fidelizada mantiene a flote esta actividad. El problema principal radica en la producción masiva de calzado y el modelo de obsolescencia programada. Muchos de ellos, al ver las necesidades de los clientes, se esmeran en un trato especializado en la reparación y el mantenimiento, lo que les ha permitido sobrevivir en un mercado cada vez más dominado por productos desechables y de bajo costo.
La tendencia hacia la personalización ha llevado a una demanda creciente de servicios artesanales donde los clientes buscan productos únicos y hechos a medida. Esto sumado a la crisis, ha generado que los clientes saquen mayor provecho a sus pares: “Antes, las mujeres, que, en general, usaban más calzado, podían tener hasta 20 pares de zapatos. Hoy en día, este número se ha visto reducido a más de la mitad”. Este renacimiento del zapatero como artesano especializado y proveedor de soluciones sostenibles sugiere un futuro prometedor para la profesión, aunque la falta de incentivos, de escuelas formativas y de interés de las administraciones en reflotar algunas profesiones manuales, acarreará una insuficiencia en el futuro.
Tres de los principales zapateros de la comarca sur explicaron a este periódico su situación laboral. Aunque no quisieron revelar su identidad, no renunciaron a hablar y contar el momento que atraviesa su oficio y su visión respecto al futuro más inmediato del mismo.
En general, el trabajador dedicado a esta actividad lleva más de 15 años a sus espaldas. Es un gremio muy fidelizado con su profesión. “Este es un oficio con un horario flexible, con una retribución digna, pero que en un futuro muy cercano desaparecerá. Yo intente formar a un joven que vino a pedirme trabajo. Al segundo día no volvió”, explicó uno de los entrevistados.
Lamentan que no haya escuelas de formación de zapateros en Canarias. Además, critican el sistema digital que se está imponiendo y que cada día deja más atrás los oficios milenarios que eran esenciales en la vida de muchos: “El día de mañana, no sabremos hacer nada con las manos ni por nosotros mismos. Hoy en día hay cajas de autocobro, inteligencia artificial y un sin fin de robots que cumplirán funciones y trabajos que históricamente han sido elaborados por los humanos. No sabremos hacer nada por nosotros mismos y eso debería asustarnos”.
Un segundo zapatero, con casi 20 años a sus espaldas, advierte de las consecuencias y pide a las administraciones que fomenten este tipo de trabajos. ”Lo manual se está perdiendo y no sabemos cuánto de grave es. Tengo la suerte de saber hacer algo con mis propias manos, pero no tuve la fortuna de incentivarlo a mi hijo. Los jóvenes ya no saben plantar un árbol, soldar, hacer una llave, poner una bombilla o algo tan simple como pintar una pared y esto a la larga, será un problema”.
CONTRA LAS CUERDAS
Julio Víctor Dura Fuentes es dueño de Europieles Canarias S.L y proveedor de materiales y complementos de calzado en todo el Archipiélago. Además de zapateros, también trabajan con ortopedias. Con 32 años a sus espaldas en este subsector, acredita que se ha diversificado el mercado, lo que ha puesto contra las cuerdas a los zapateros. “Poco a poco han ido cerrando muchos establecimientos. En general, eran dirigidos por personas mayores que se han jubilado y en su lugar no se han formado a otros jóvenes”, explica.
El proveedor indica que “ahora, la profesión está masificada por ciudadanos cubanos, colombianos y venezolanos que vienen desde sus países con formación y conocimientos, además de ganas de subsistir y nada mejor que en su profesión. Cada día menos canarios quieren dedicarse a esta profesión”. Fuentes denuncia el escaso incentivo de las administraciones públicas por formar a jóvenes para que un día lleguen a ser artesanos. “Los ayuntamientos no invierten, ni hacen cursos. Es más, les propones un taller, pides un aula y enseguida te desestiman el proyecto. Ya no se invierte en los trabajos manuales; cerrajeros, carpinteros, fontaneros… Hay mucha gente en el paro y estos son nichos muy grandes totalmente desabastecidos. Quedarán cuatro en el futuro y ahí nos preguntaremos qué ha pasado”, sentencia.