Sí, la embarcación de la Virgen del Carmen y San Telmo del pasado martes fue como narraron ayer las crónicas: masiva, espectacular, emocionante (como siempre) y en una tarde esplendorosa por el sol entre los sentimientos profundos de muchos devotos y el irrefrenable impulso hedonista y dionisiaco de creyentes y no creyentes que empezaron pronto la fiesta y acabaron muy tarde, en algunos casos. Eso sí, muchos menos que otros años porque la procesión nocturna ya ha pasado a la historia por situaciones inéditas que acabaron forzando la suspensión del recorrido, el inesperado giro de las tallas cuando comenzaban a discurrir por la calle Mequinez (Ranilla pura) pasada la intersección con Pérez Zamora para ver la exhibición pirotécnica justo encima de la playa del muelle y una vuelta a la iglesia de La Peña en medio de un silencio atronador, profundo, extraño… Duro y precioso a la vez. De nuevo, la muerte y la vida mezcladas hasta el tuétano.
Que iba a ser una embarcación diferente lo sabían muchos porque se había preparado un emotivo homenaje a Carli, el ya eterno vecino desgraciadamente fallecido el 26 de junio. Y así fue. Poco después de las 22:00 horas, la Virgen hizo una cosa que ni los más viejos recuerdan: cambiar su itinerario muchos más metros de lo previsto para acercarse al bar de Carli y la casa de su familia, en la parte de la calle Perdomo más al Oeste. Allí esperaba una verdadera multitud (se extendió la noticia y hasta se comentó en una TV local) que, entre vítores, aplausos, gritos de Carli, ramos de flores a su mujer, Yeya, y su hija, Carla, y con los emocionados cargadores balanceando la imagen por la que siente tanto esta familia, multiplicaron al infinito los escalofríos.
Unos intensos minutos para la historia, con familiares y amigos de Carli en el balcón de su casa rotos por la emoción en una mezcla, en este caso genial, de despedida, vida y agradecimiento profundo. Un balcón desde el que se desplegó un panel de grandes dimensiones con el rostro de Carli, imágenes del Señor del Gran Poder, la Virgen del Carmen y San Telmo junto a otras de su inseparable muelle portuense con la leyenda “Con nosotros para siempre”. Un panel con dos gigantes plomos de pesca en los extremos inferiores para que no vuele en una perfecta metáfora de su hondo vínculo con el mar y sus frutos. Espectacular. Auténtico. Carne de gallina y Yeya y Carla, entregándole los ramos de flores a la Virgen para que siguiera su nocturno trayecto con el agasajo en su trono. Sin duda, la Virgen se despidió ayer de Carli por todo lo alto, como él merecía a fondo.
Y así lo hicieron los cargadores: giro y vuelta a la Mequinez justo en la esquina del restaurante La Pandorga (que regenta una familia china muy integrada en una ciudad diversa e inclusiva pese a tantas cosas) para pasar enseguida junto a La Pescadería (más que exitosa por su pescado y marisco), la Tasquita de Min (semimito local desde hace tanto) y la trasera del Alteza.
Fue justo aquí, tras la intersección con la calle Pérez Zamora y con el gigante grafiti de figuras humanas también tendente al infinito a la espalda de la procesión, cuando todo se paró. La Virgen no pasó de la tienda de deportes de la esquina y la confusión se extendió. Por supuesto, múltiples familias esperaban en sus casas de esta calle, de la San Felipe y otras para lanzarle flores, fuegos y dedicarle serenatas, pero solo unos pocos de esta zona pudieron hacerlo percatándose o sabiendo ya que aquello era grave y, seguramente, la procesión se suspendería o improvisarían otro itinerario, por lo que se acercaron para, al menos, rociarla con pétalos.
El motivo era muy duro y repentino: Fabián León Tejera, un joven de 29 años muy conocido por sus exhibiciones callejeras de break dance con su casco negro (conocido en este mundillo como Flubber o Nastyfastpack) y vecino de la casa azul (número 7) de La Placeta, precioso rincón que no solo alberga el célebre restaurante italiano Don Camilo, El Patio y el Ágora (qué nombre tan apropiado) sino que invita a sentarse y reposar, falleció de repente poco antes en ese mismo rincón.
Todo se paró. Un verdadero palo. Una desgracia absolutamente inesperada que, por supuesto, obligó a cambiarlo todo mientras familiares y vecinos empezaban a intentar comprender y aceptar lo sucedido, algo, evidentemente, imposible (el lugar de su adiós presentaba ayer pétalos azules en el suelo, flores y un cuadro de la Virgen).
La procesión permaneció parada como 25 minutos y el ayuntamiento anunció entonces por las redes sociales que se suspendía, que las imágenes darían la vuelta y las llevarían de nuevo al muelle para la exhibición pirotécnica. Los fuegos, que dio la impresión de ser más numerosos que otros años, se mezclaron con la estupefacción y tristeza reinante en una embarcación que, por partida doble, ya pasaba a la historia por hechos inéditos.
SILENCIO Y SALVE FINAL
Ni vítores, ni música… Respeto. La vuelta a la parroquia por la calle Santo Domingo se hizo en medio de un silencio que, sí, es un tópico, pero tronaba, solo roto con aplausos y una ovación justo a la una de la madrugada cuando la Virgen entró en una abarrotada iglesia de La Peña, donde sí sonó un Salve muy sentido. No era para menos.
Al inesperado paso de San Telmo y la Virgen del Carmen le sucedían los cierres de locales que, en otra edición, seguirían la fiesta (el propio bar de Carli, la churrería Perdomo, El Fragata, el Hannen…), pero era una embarcación diferente, triste, histórica… Por supuesto, la marcha siguió en pubs y discotecas hasta las horas permitidas en cada caso; de hecho, fue intensa en locales como el Magnum (abarrotado), La Mansión o El Blanco, y hasta es normal, pues muchos ni supieron qué había ocurrido, pero ayer se coincidía en el muelle y en muchos sitios en que había sido una embarcación distinta, dura… Para los anales.
Y, sí, hubo otros hechos lamentables, como un posible apuñalamiento, peleas entre barcos al inicio de la travesía (injustificables, por supuesto), más altercados junto al Mango al paso procesional y en otros sitios, pero jamás se cambió dos veces el itinerario de una procesión con 103 años de historia, una para homenajear a un más que querido vecino fallecido hace poco y otra por una dura pérdida repentina de la que solo queda lanzar desde aquí nuestro más sentido pésame a su familia y amigos.