En un mundo cada vez más afectado por la escasez de lluvias y las consecuencias del cambio climático, la gestión del agua se ha convertido en un desafío global. Algo a lo que Canarias no es ajeno. En el caso de La Gomera, tratándose de un entorno donde la naturaleza muestra su lado más escarpado, la lucha por el agua ha sido un constante desafío. Esto ha llevado a la isla a desarrollar un sistema de gestión del agua que la distingue a nivel mundial, convirtiéndola en un ejemplo extraordinario de adaptación al cambio climático y la lucha por la sostenibilidad.
Las obras faraónicas de principios de siglo
A principios del siglo XX, La Gomera emprendió un ambicioso proyecto para garantizar el abastecimiento de agua en una isla marcada por la escasez hídrica, consolidándose como un caso excepcional a nivel mundial gracias a su densa red de presas, consideradas auténticas megaestructuras de la ingeniería hidráulica. En una isla de solo 370 km², la existencia de 63 presas destaca por la magnitud de estas construcciones y por el desafío técnico que implicó su edificación en un terreno tan abrupto y caracterizado por profundos barrancos. Esta singularidad convierte a La Gomera en uno de los lugares con más embalses por superficie de todo el planeta.
La construcción de estas presas se llevó a cabo en dos grandes etapas. La primera mitad del siglo XX estuvo marcada por la iniciativa privada, con la creación de presas emblemáticas como la de Los Cocos, en 1913, una obra maestra de mampostería con mortero de cal que se alza a 18 metros de altura. A esta le siguieron otras como Antoncojo (1920), Tapabuque (1933) y La Dama (1944). En la segunda mitad del siglo, la intervención del Estado a través del Instituto Nacional de Colonización permitió la construcción de grandes presas de titularidad pública como la de Llano de la Villa (1952), Garabato (1953) y Chejelipes (1970).
Estas megaestructuras no solo reflejan un prodigio técnico, sino que también son testimonio del esfuerzo continuo por garantizar el abastecimiento de agua en una isla donde este recurso es vital para la agricultura y la vida cotidiana. Las presas han sido fundamentales para el desarrollo socioeconómico de La Gomera, permitiendo la creación de sistemas de riego que han mantenido los paisajes agrícolas de bancales y plataneras, característicos de la isla.
Sondeos y exploración subterránea
La exploración subterránea y los sondeos también han desempeñado un papel crucial en la búsqueda y aprovechamiento del agua en La Gomera. A partir de la segunda mitad del siglo XX, se introdujo un modelo que priorizaba la extracción de agua de los acuíferos, recargados por la lluvia horizontal del Garajonay, y también se llevaron a cabo sondeos que permitieron acceder a reservas subterráneas, proporcionando un sistema de suministro de agua más estable.
El resultado es un sistema de abastecimiento integral que ha superado las limitaciones de depender únicamente de las precipitaciones y las presas. Este avance ha sido fundamental para garantizar el acceso a agua de calidad en la isla.
Garajonay: El bosque esponja
El Parque Nacional de Garajonay no solo es un tesoro de biodiversidad, sino que también juega un papel fundamental en la gestión hídrica de La Gomera. Este ecosistema tiene la capacidad de atrapar la humedad del ambiente gracias a la niebla y las lluvias horizontales que se forman por la interacción de los vientos alisios con la orografía de la isla. Actúa como un regulador natural del ciclo del agua, asegurando un suministro constante incluso en períodos de sequía. La vegetación del parque, con su densa masa arbórea y un suelo cubierto de hojarasca, musgo y helechos favorecen la retención de agua y permiten que ésta se filtre lentamente hacia los acuíferos subterráneos, alimentando manantiales y fuentes que son vitales para la isla.
Llamada a la concienciación
La gestión del agua en La Gomera es una responsabilidad compartida que va más allá de la administración pública o los agricultores, involucra a cada habitante y visitante de la isla. Ante este escenario, la población gomera ha desarrollado una cultura de uso eficiente y consciente del agua. Las recomendaciones para el día a día se han convertido en parte de la rutina: reparar fugas en las instalaciones domésticas, utilizar dispositivos de ahorro en grifos y duchas, regar los cultivos en las horas de menor evaporación, y reutilizar el agua siempre que sea posible, son prácticas habituales que buscan maximizar cada gota de agua. Además, las campañas de sensibilización y educación ambiental han jugado un papel crucial en la concienciación ciudadana, destacando la importancia de este recurso como elemento esencial para la vida y la economía insular.