Ana Isabel, vecina de Candelaria y madre de dos hijos -uno con una discapacidad del 33%-, comenzó un largo y difícil camino en 2009 cuando las consecuencias de la burbuja inmobiliaria y una situación económica cada vez más insostenible la dejaron atrapada en una espiral de deudas. Su historia representa un ejemplo más de cómo la Ley de Segunda Oportunidad ofrece un respiro a personas en situaciones financieras extremas, brindándoles una nueva opción para reconstruir su vida.
Todo empezó cuando, junto a su entonces pareja, Ana adquirió una vivienda en pleno auge del mercado inmobiliario en 2009. Tras su divorcio, se vio sola para enfrentar los pagos de la hipoteca, los gastos de sus hijos y una carga económica que sobrepasaba su salario de 1.200 euros mensuales. Ante la imposibilidad de cubrir los abonos hipotecarios y de alimentar a su familia, fue acumulando deudas. Para cubrir necesidades básicas, recurrió a nuevos créditos que solo agravaron la situación: “Los intereses crecen, se suman y no terminas de pagar todo en la vida”, afirma.
A medida que los créditos aumentaban y los ingresos se reducían, Ana Isabel comenzó a experimentar lo que ella describe como la sensación de “ser una delicuente”. Las notificaciones de embargos empezaron a llegar, afectando directamente a sus ingresos e, incluso, a las pagas extraordinarias de Navidad. Con el tiempo, la situación de estrés y ansiedad se intensificó, afectando, dice, no solo a su salud, sino también a su empleo y vida personal. “No veía salida. Me quedé atrapada en una pesadilla sin fin”, asegura.
“Tabla de Salvación”
Al final, Ana Isabel encontró una salida en la Ley de Segunda Oportunidad, un proceso adminitrativo que en España permite a personas físicas cancelar sus deudas si demuestran “buena fe” y cumplen ciertos requisitos. Ana se acogió a esta ley como último recurso para liberarse de esta carga económica. El proceso no fue inmediato. Desde que firmó el contrato, transcurrieron más de tres años hasta que la Justicia resolvió a su favor. Su caso se cerró recientemente, cuando recibió la notificación de que su deuda de 37.000 euros se había cancelado y a ella y sus hijos se le abría una vida distinta.
A pesar de los beneficios que ofrece la Ley de Segunda Oportunidad, Ana lamenta que pocas personas la conozcan y accedan a ella debido a su falta de visibilidad. “Existe un estigma muy fuerte hacia las personas que enfrentan deudas, pero esta ley surge para que podamos rehacer nuestras vidas”, subraya.
El proceso de acogerse a la ley, aunque efectivo, puede ser largo y complejo, y no todos logran completarlo. Sin embargo, Ana enfatiza la importancia de que otras personas en su situación busquen la asesoría adecuada y “conozcan las posibilidades de la ley para empezar de nuevo”, tal y como ha hecho y logrado ella.