Las actividades humanas generan cada día toneladas de residuos: desde los envases que utilizamos hasta los escombros de las obras de nuestra calle. En un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental, la gestión de residuos se ha convertido en una herramienta para reducir la cantidad de desperdicio y aprovechar al máximo los materiales.
Sin embargo, no todos los residuos son reciclables, lo que representa un desafío significativo en la gestión responsable de estos materiales para proteger tanto el medioambiente como la salud de las personas. Ante esta realidad, las instalaciones controladas de disposición final, comúnmente conocidas como vertederos, se han convertido en una solución clave, diseñados con tecnología innovadora que permite manejar de manera segura los desechos no valorizables.
Estas instalaciones, como es el caso de las gestionadas por Urbaser, están equipadas con sistemas avanzados de impermeabilización, captación de lixiviados y recuperación de gases, garantizando un impacto ambiental controlado y positivo, además de contribuir a la sostenibilidad a largo plazo mediante la reducción de riesgos ecológicos y sociales asociados a la disposición final de residuos.
Un vertedero es una infraestructura que se utiliza para eliminar los residuos que no pueden ser valorizados, depositándolos en el subsuelo o en la superficie. Su papel es procesar adecuadamente estos rechazos para evitar un impacto negativo en el medio ambiente y en la salud de las personas. Son, en definitiva, el último nivel en la jerarquía del residuo para la gestión de aquellos materiales que no pueden ser recuperados ni valorizados energéticamente. Los vertederos se pueden clasificar según el tipo de desperdicios que reciben. Estos pueden ser residuos inertes, no peligrosos o peligrosos.
Alta tecnología
Los vertederos cuentan con una infraestructura diseñada y gestionada para proteger a los ciudadanos y al medio ambiente. La tecnología tiene un papel esencial en cada etapa del proceso y garantiza que los residuos se gestionen de manera segura y sostenible. Desde el inicio, los vertederos son construidos con una serie de medidas para reducir sus efectos negativos. Una barrera geológica natural o artificial impermeable aísla la basura del suelo y de las aguas subterráneas para evitar su contaminación. Se implantan sistemas de evacuación de la lluvia para reducir la producción de lixiviado, un líquido tóxico que se genera cuando la lluvia “lava” la basura. Se crean diques y taludes, construcciones para dar estabilidad al vertedero, que se monitorizan para detectar desplazamientos que afecten la estructura del lugar.
La tecnología empleada durante el proceso de descarga, extendido, compactación y cubrición de residuos tiene un impacto directo en su eficiencia y sostenibilidad. Los residuos se descargan en el vertedero y se extienden con la ayuda de máquinas diseñadas específicamente para esta tarea. Las compactadoras forman capas uniformes, lo que reduce de manera efectiva el volumen que ocupan los residuos. En los vertederos, como el de Urbaser en Colmenar Viejo, los residuos se compactan intercalándose con capas de arena para manejar el volumen de forma eficiente
Raquel Rodríguez Barrueco, responsable de la Planta de Clasificación de Envases de Colmenar Viejo, explica la importancia de esta tecnología: “Es fundamental la disposición de estas capas para dificultar el paso de las aguas pluviales (limpias) y separarlas de las aguas residuales (sucias). Las aguas residuales son canalizadas hacia balsas de retención y luego se dirigen a la planta de depuración, donde se transforman en agua limpia (permeado) y en un residuo concentrado que se envía a otras plantas de tratamiento”.
Una buena compactación es importante porque maximiza la capacidad del vertedero, reduce la generación de lixiviados y prolonga su vida.
Un aspecto clave de los vertederos es el biogás que producen, una mezcla de gases que se genera durante la descomposición de los residuos orgánicos y que pueden ser aprovechados para producir energía verde. La recogida del biogás se hace mediante un sistema diseñado para captarlo de manera eficiente y evitar que se libere al medio ambiente.
En la planta de Colmenar Viejo, el biogás generado en el vertedero se utiliza para alimentar motores que producen energía para la propia planta, aumentando la sostenibilidad de esta misma, y para exportar a la red eléctrica, ofreciendo electricidad de origen renovable a otros consumidores.
El sellado es el paso final de un vertedero, en el cual se emplean capas de materiales minerales y sintéticos que evitan la emisión de metano y la generación de lixiviados contaminantes. “Dependiendo del tipo de material enterrado, el vertedero puede seguir generando gas durante más o menos tiempo,” explica Raquel Rodríguez. “Cuando deja de emitir gas, se coloca un capuchón para evitar emisiones de CO₂ a la atmósfera”.
Los vertederos sellados cuentan con un sistema de monitorización, que controla su estado durante un mínimo de 30 años. Posteriormente, el terreno se puede recuperar y utilizar con otros propósitos. Los sistemas empleados en los vertederos, junto con tecnologías adicionales como sensores para medir la calidad del aire, drones para evaluar la emisión de gases y herramientas para modelar su huella de carbono, representan un ejemplo de cómo la innovación tecnológica puede contribuir a la sostenibilidad en la gestión de residuos.
Vertederos como el de Colmenar Viejo son instalaciones necesarias para sostener una economía circular. Sin embargo, es posible reducir su tamaño y su impacto mediante el reciclaje y el consumo responsable. Así se puede disminuir la cantidad de materiales que se depositan en vertederos y aumentar la de los que pueden tener una segunda vida, para contribuir al bienestar del planeta y de las personas.