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Canarias, refugio de la diáspora ucraniana: historias de quienes huyeron de la guerra

Mujeres ucranianas residentes en Tenerife explican a DIARIO DE AVISOS su “viaje hacia la salvación” tras la invasión rusa: “Lo pierdes todo y tienes que empezar de cero”
Canarias, refugio de la diáspora ucraniana: historias de quienes huyeron de la guerra
Mujeres de la Asociación de Ucranianos en Canarias Dos Tierras, Dos Soles. Fran Pallero

La invasión de Ucrania por parte de Rusia, que cumplió el pasado 24 de febrero tres años, ha dejado una huella profunda en la geopolítica global y en la vida de millones de personas. Las recientes tensiones entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, reflejan las fracturas dentro de la administración republicana respecto al conflicto, justo en un momento en que la paz parece más cercana que nunca. La advertencia, frente a las cámaras, de Trump a Zelenski de “no jugar con la tercera guerra mundial” ha marcado un punto de inflexión en este proceso, ante la sorpresa del mundo por el controvertido debate que protagonizaron ambos mandatarios.

Pero, más allá de las decisiones políticas, el impacto de la guerra ha sido tangible en todo el mundo, y también en España, convirtiéndose en el cuarto país europeo que más refugiados ucranianos ha acogido desde el inicio del conflicto. Con 236.000 personas llegadas, 28.200 ya incorporadas a la Seguridad Social y 39.740 menores escolarizados, la crisis humanitaria ha transformado el tejido social y económico de numerosas comunidades. En Tenerife, la Asociación de Ucranianos en Canarias Dos Tierras, Dos Soles, formada casi íntegramente por mujeres, se ha convertido en un punto de apoyo esencial para quienes han tenido que rehacer su vida lejos de su hogar.

Monitorizar una salida

Victoria Kulazhenko nunca imaginó que un día se convertiría en una pieza clave para la acogida de refugiados. Llegó hace 25 años a Canarias y, tras el estallido de la guerra, su labor ha sido la de localizar a afectados para traerlos a las Islas. Su papel pasa por leer grupos en Facebook, Telegram y WhatsApp, y encontrar testimonios de afectados. “Monitorizaba estos grupos en Polonia y Alemania, que fueron los primeros países en recibir la avalancha de gente escapando de la guerra”. Los testimonios eran estremecedores, asegura: familias con niños pequeños y ancianos varados en estaciones de tren y aeropuertos, sin saber qué hacer ni adónde ir.

La segunda semana de la invasión, Victoria decidió acudir a Cruz Roja y a CEAR en Tenerife. La respuesta que encontró fue desalentadora: tampoco sabían qué hacer. Sin embargo, tras dos semanas de incertidumbre, recibió una llamada de Cruz Roja con una noticia esperanzadora: “Hablamos con Madrid. Que vengan a Tenerife”.

Desde entonces, Victoria se dedicó a contactar con madres con hijos y abuelas para ofrecerles acogida en la Isla. Cruz Roja recibía los datos que ella recopilaba y recogía a los refugiados directamente en los aeropuertos, con carteles en los que solo aparecían los apellidos de los recién llegados. “Entre lágrimas y abrazos, así empezamos”.

El dolor de la guerra

Los relatos de los protagonistas de esta historia son dispares, aunque todos tienen un factor en común: la huida de su país. Ludmila Krupska lleva tres meses en España. Todavía recuerda el día en que la guerra estalló. “Pensé que eran fuegos artificiales”.

Al darse cuenta de la gravedad de la situación, huyó con su familia a casas de campo en las afueras de la ciudad. Permanecieron allí tres días, pero los ataques estaban cada vez más cerca, a solo 10 kilómetros. Sus hijos intentaron salir de la ciudad, pero todo estaba cercado con minas antipersona. Finalmente, lograron escapar a Moldavia, aunque sus lágrimas a la vez que habla de ellos aún reflejan el dolor propio de estos conflictos.

Canarias, refugio de la diáspora ucraniana: historias de quienes huyeron de la guerra
Búnker subterráneo en Kiev donde Anastasia y su familia estuvieron tres días. DA

Ahora, uno de sus hijos está con ella en España y el otro en Polonia. Tras llegar a Barcelona en coche y ser acogida por una amiga, Ludmila tuvo que regresar a Kiev. En septiembre de 2022, se reencontró con su madre, pero la ciudad que había dejado atrás, ahora era un lugar irreconocible; vivió cuatro meses entre bombardeos y para describir el estado de su ciudad, solo utiliza dos palabras: “Un infierno”.

Natalia Vynogradova es una artista que también residía en la capital. El impacto de la guerra se reflejó en cada aspecto de su vida. “Todos los que fueron al frente al principio, ninguno volvió. Todos conocemos al menos a una persona en cada familia que ha muerto”, describe. “En muchos pueblos ucranianos, ya no quedan hombres menores de 50 años”.

Natalia cree que la guerra ha dejado de ser un tema prioritario para la comunidad internacional. “Europa se cansó de nosotros. Los medios vieron que la gente ya no prestaba atención y pasaron a lo siguiente. Pero los ucranianos seguimos ayudando y necesitando información”.

Empezar de cero

Anastasia tenía 23 años cuando comenzó la guerra. Entre todos los testimonios, el suyo representa el de una joven cuya vida quedó en suspenso de un día para otro. Sus proyectos, su independencia y su futuro se redujeron a cenizas. “Yo tenía mi piso, mi vida, mi carrera, mi futuro. Lo pierdes todo y tienes que empezar de cero. No hay otra opción”, dice con resignación.

Su historia es desgarradora. Su familia intentó huir de su ciudad natal, pero los bombardeos constantes los obligaron a refugiarse durante días en un búnker. “Dormía rodeada de niños”, recuerda. Finalmente, lograron tomar un tren en la estación, donde viajaron hacinados con más de 30 personas por vagón. “Solo llevaba mi ropa”, explica.

Se dirigieron a República Checa, pero la saturación de refugiados hacía que cualquier intento de seguir adelante fuera una odisea. Justo antes de subir al tren, entre la multitud desesperada que intentaba asegurarse un lugar en aquel viaje hacia la salvación, Anastasia reconoció una cara familiar: su vecina. En un gesto desesperado, sin apenas palabras, le entregó a su hijo. “Nos lo puso en los brazos y se quedó atrás”, recuerda.

El pequeño recorrió junto a la familia de Anastasia todo el trayecto hacia las Islas. Alemania, Francia, Barcelona… En este último punto, contactaron con Victoria, quien le dio al niño un hogar temporal y logró volverlo a poner en contacto con su madre. Un final feliz.

Tatiana es clara en su mensaje: “Europa debe unirse para ayudarnos”. Afirma que el sentimiento hacia Zelenski ha cambiado radicalmente desde el inicio del conflicto. “Antes de la guerra, muchos ucranianos no lo apoyaban, pero ahora creemos en él. No se escapó del país y está dando la cara por nosotros”. Concluye: “Es nuestro héroe”.

Critica la narrativa rusa sobre la guerra: “Han cambiado la historia. Dicen que nosotros los atacamos, pero es mentira. Ucrania existía antes de que ellos existieran”. También desconfía de cualquier posible acuerdo de paz sin garantías. “Si firmamos ese supuesto contrato de paz con EE.UU., vamos a salir mal parados. Zelenski demostró al enfrentarse a Trump que nadie nos puede humillar delante del mundo”. Apoyan inequívocamente su posición.

Una comunidad resiliente

La comunidad ucraniana en Canarias ha encontrado apoyo y solidaridad en las Islas. “Nos hemos unido”, dice Anastasia. “Nos sentimos como en casa. Los canarios nos ayudaron y nos integraron”, concluye.

En Tenerife, la Asociación Dos Tierras, Dos Soles continúa trabajando para ayudar a los refugiados. Con cerca de 6.000 miembros, en la actualidad organizan actividades solidarias y tours para veteranos de guerra que llevan dos años recuperándose de sus heridas. Algunos de ellos han perdido miembros en combate, pero siguen luchando por una Ucrania libre. Victoria lo tiene claro: “El único escenario posible es que seamos libres. No hay otro”.

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