puerto de la cruz

Talg, una familia hotelera con mucha historia en Tenerife

El hotel Tigaiga del Puerto de la Cruz es una empresa familiar fundada hace tres generaciones que sigue siendo referente en el sector turístico de Tenerife al haber conseguido superar los desafíos actuales sin perder sus valores primigenios
Irene (izquierda) y Enrique son actualmente los directores y propietarios del hotel Tigaiga y hasta el año pasado también estaba Úrsula (derecha) en el equipo. Fran Pallero

Organización y comunicación es la receta de la familia Talg, propietaria del hotel Tigaiga, en Puerto de la Cruz, para seguir siendo un referente en el sector turístico de Tenerife.

Se trata de una empresa familiar fundada hace tres generaciones que ha conseguido superar los desafíos actuales a los que se enfrenta el sector sin perder los valores iniciales con los que fue concebida por Enrique Talg Schulz, un ciudadano alemán que eligió fijar su residencia en Tenerife.

Regentó establecimientos importantes como el antiguo hotel Martiánez, (en la actualidad, edificio Picasso) y el hotel Taoro. Cuando este último cerró sus puertas, la indemnización que le dieron fue la cubertería, que todavía se conserva y se utiliza en el restaurante Tinguaro, sábanas y terrenos, así que decidió aprovechar estos recursos y construir su propio hotel.

El edificio se inició en 1959 pero falleció en 1962 y no pudo verlo terminado. La obra la continuó su hijo, Enrique Talg Wyss, un pionero del turismo en Canarias que además dejó proyectos importantes como el paseo de la costa y siempre abanderó la protección del paisaje y el cuidado del medio ambiente, que se mantiene en las instalaciones que en la actualidad regentan sus hijos Enrique e Irene y hasta el año pasado, también Úrsula.

Enrique Talg terminó de edificarlo en varias fases, primero la del lado sur, después se amplió, y desde los años 70 mantiene el mismo número de habitaciones, 80, que se renuevan todos los años.

Los tres hermanos nacieron “con la vena hotelera incorporada”, bromea Enrique. Cada uno de ellos eligió un país diferente para estudiar y formarse en hostelería desde diferentes ámbitos, la gestión, la dirección y la economía. Úrsula estudió en Suiza, Irene en Inglaterra y él en Alemania.

Esa independencia la han aplicado en su empresa. Cada uno tiene su punto fuerte y por lo tanto, su propia responsabilidad, pero siempre respetaron el trabajo del otro y sus decisiones al tiempo que consensuaban los proyectos singulares.

En el año 2016 afrontaron su primer reto importante: la compra del Tigaiga Suites, un complejo de apartamentos ubicado cerca del hotel. El siguiente llegó apenas cuatro años después: la COVID-19.

No solo lograron sobrevivir sino que la pandemia abrió mucho el abanico de nacionalidades, el tipo de cliente, y sus deseos. “Antes lo más importante era el agua caliente y ahora es la wifi”, señala Enrique.

En los inicios, en Puerto de la Cruz, los hoteles eran gestionados por familias. La competencia era diferente, no existían las grandes cadenas, tampoco los teléfonos móviles, y se podía tardar hasta una semana en confirmar una reserva. Hoy en día se hace online “y si la respuesta no es inmediata, la petición desaparece y el cliente busca otras opciones, por eso es fundamental la rapidez”, recalca. En ese sentido, recuerda que a su padre las reservas le llegaban por cartas que amontonaba en su oficina hasta que aparecía el cartero a recogerlas. Después vino el télex. Fue el primer hotel en contar con este aparato de comunicaciones “y eso era la bomba”, recuerda.

El Tigaiga se fue adaptando en función de los tiempos pero el hecho de ser una empresa familiar los obliga a “arremangarse” permanentemente para poder continuar en el mercado.

Ese es el desafío actual, además de seguir manteniendo la fórmula servicio-calidad-precio, “para que el cliente salga satisfecho, el personal esté contento trabajando, y el entorno sea agradable. Son varias piezas de un tetris que hay que engranar todos los días”, apunta.

Tienen la ventaja que el propietario y el director del hotel es la misma persona, en este caso, una responsabilidad compartida entre él y su hermana Irene. “Si queremos cambiar algo no dependemos de nadie. El reto es acertar económicamente y que sea a gusto del cliente”.

A diferencia de otras familias de Canarias con tradición hotelera, los hermanos Talg nunca se plantearon vender el hotel a una gran cadena. De momento, quieren mantener la empresa y con ella, la historia de la familia.

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