El cementerio de San Andrés, junto a la playa de Las Teresitas, es uno de los lugares, sin duda, más curiosos de todo Santa Cruz de Tenerife.
Cuando el rey Carlos IV dispuso que los cementerios civiles se construyeran en zonas aireadas para evitar el contagio de los llamados miasmas procedentes de los cadáveres enterrados en las iglesias, el Ayuntamiento de Santa Cruz solicitó en 1814 a la Diputación Provincial autorización para levantar uno en San Andrés.
La obra se llevó a cabo en 1828, detrás de la parroquia del pueblo, en el terreno donde hoy se encuentra la plaza Manuel Cruz Martín.
La tradición cuenta que los escombros de aquel antiguo cementerio fueron arrojados por el acantilado que existía a la salida del pueblo, motivo por el cual la zona pasó a conocerse como el “Charco de los Muertos”, donde hoy crece un frondoso jardín con palmeras y jacarandas.
Epidemias y el cementerio
Décadas más tarde, en 1893, una grave epidemia de cólera-morbo-asiático obligó a levantar un nuevo camposanto, ya que el cementerio viejo no tenía capacidad para albergar a los 40 fallecidos de San Andrés.
El nuevo recinto se construyó en un paraje alejado, entre la montaña de San Roque y la playa de Traslarena, próximo al barranco de Las Huertas.
La enfermedad llegó a Santa Cruz a bordo del vapor italiano Remo, que había zarpado de Río Grande (Puerto Rico) rumbo a Génova (Italia). Al llegar el 29 de septiembre, fue aislado frente al Lazareto por tener patente sucia, pero el incumplimiento de las medidas sanitarias provocó que la epidemia se extendiera rápidamente por los barrios costeros.
El brote dejó 382 víctimas entre los 33.421 habitantes del municipio.
El 11 de enero de 1894, el Boletín Oficial anunció el fin del brote. Las campanas repicaron, los cohetes iluminaron el cielo y las calles se llenaron de música y banderas. Sin embargo, mientras Santa Cruz celebraba, una procesión silenciosa de vecinos de San Andrés, cumpliendo una promesa al Cristo de La Laguna, cruzó la ciudad a pie para agradecer el fin de la tragedia.
Por su conducta ejemplar durante la epidemia, el Consejo de Ministros otorgó a la ciudad el título de “Muy Benéfica” y la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia.
Años después, en 1898, el naufragio del vapor Flachat frente a Taganana dejó 77 muertos de los 101 pasajeros y tripulantes que viajaban hacia Venezuela. Debido a la saturación del cementerio de San Rafael y San Roque, varios cuerpos fueron sepultados en el de San Andrés.
Durante el siglo XX, el cementerio experimentó varias reformas. En 1911 se levantó el muro de cerramiento, y en 1930 se construyó una pequeña sala para autopsias, que más tarde se transformó en capilla para celebrar la misa de los Fieles Difuntos cada 2 de noviembre. Actualmente, esta capilla presenta un notable deterioro y requiere restauración.
Los enterramientos cesaron en 1964, poco antes de la inauguración de la playa artificial de Las Teresitas. El último vecino sepultado fue Francisco Brito Fernández, conocido como Paco Machuco, el 21 de junio de ese año. Desde entonces, los difuntos del pueblo son trasladados al cementerio de Santa Lastenia.
El 13 de enero de 1976, comenzaron las labores de demolición del cementerio y el traslado de los restos al nuevo camposanto, sin que los vecinos fueran consultados. La comunidad se movilizó y bloqueó la maquinaria, logrando detener los trabajos en medio de una gran tensión.
Tras aquel episodio, el Ayuntamiento propuso sustituir el recinto por una plaza pública con un monumento conmemorativo que incluyera los nombres de los 102 enterrados, pero la propuesta fue rechazada por los vecinos.
Hoy, el cementerio de San Andrés, ubicado a la entrada de Las Teresitas, es una de las señas de identidad del pueblo marinero. Alcanzó fama internacional al aparecer en la portada de un disco del grupo U2.
En la actualidad, la Asociación de Vecinos El Pescador impulsa una iniciativa para rehabilitar el camposanto, restaurando los muros y reponiendo las 68 cruces de sepulturas y las 24 de los nichos infantiles.
Dado que el Plan Especial de Las Teresitas garantiza su conservación, se considera necesario acometer mejoras para reforzar su seguridad, como instalar una nueva puerta de acceso, una barrera protectora en el muro perimetral, alumbrado exterior y césped entre las tumbas.
Además, al estar protegido arquitectónicamente con grado ambiental nivel uno, se solicita la retirada de las vallas publicitarias que lo rodean.







