Padres del colegio Inés Fuentes se movilizan por la seguridad de sus hijos

Temen por las agresiones que sufren entre ellos por su discapacidad severa y amenazan con iniciar medidas de protesta ante Educación
El centro, ubicado en el Puerto de la Cruz, atiende a niños y adolescentes con necesidades educativas especiales. DA

Los padres y madres de alumnos con discapacidad que asisten al colegio de Educación Especial Inés Fuentes, en el Puerto de la Cruz, han denunciado la inseguridad a que se exponen sus hijos, ante la falta de suficiente profesionales en el centro, toda vez que a causa de la enfermedad (autismo) severa que algunos padecen, llegan a produicirse situaciones de agresividad considerable. La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, que conoce desde hace un año estas quejas, resta gravedad a la demanda, al estimar que, a falta de más profesionales, intervienen voluntarios. Los padres, que discrepan tajantemente de esta opinión, amenazan con llevar a cabo una sentada de protesta y no enviar sus hijos a clase, o ,en su caso, entrar con ellos a las aulas y prestar personalmente labores de vigilancia.

Estos padres manifiestan a DIARIO DE AVISOS que son necesarios dos profesionales más para atender a los alumnos, o, de lo contrario, temen lo peor. El próximo 3 de febrero, la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA), mantedrá una reunión a este fin con Educación. Asimismo, hoy está previsto abordar la cuestión en el consejo escolar del centro. Tres niños se encuentran entre los afectados en la actualidad por esta situación, si bien los padres aseguran a este periódico quel el problema de las agresiones se extiende, en general, a los adolescentes. Existe el caso de una niña que ya no asiste a clase, según Viviana Alonso, presidenta de la AMPA, “porque su madre se cansó de la inseguridad que sufría”, extrem o que a la Consejería no le consta.
Desde la Consejería remarcan que en este centro las ratios de profesionales se cumplen y, en algunos casos, se superan, como la de los auxiliares educativos (1 cada 7 alumnos) y la de adjunto de taller (1 cada 17). Dicho refuerzo, se debe, según la Consejería, a los casos especiales existentes en el colegio el Inés Fuentes, donde, en efecto, hay alumnos con conductas agresivas, a causa de su trastorno. Aún así, los familiares insisten al DIARIO en que el personal es insuficiente, y reiteran una y otra ves que “no se puede hablar de ratio en niños con necesidades educativas especiales”.

El departamento regional apunta que tiene firmado un convenio con Apanate (Asociación de Personas con Autismo de Tenerife) desde 2005, mediante el cual los voluntarios acuden a este y otros centros. Actualmente, se está en proceso de establecer un acuerdo de colaboración para mejorar el protocolo de asistencia, dándole entidad de convenio. Los progenitores dejan claro que la labor de Apanate en el centro “es impecable” y de gran ayuda, pero no pueden actuar en problemas de conducta graves que pueden presentar los alumnos. Los voluntarios no están legitimados para socorrer a los alumnos, eso corresponde a los profesionales. “Si un niño tiene problemas de conducta, no los tiene cuando está el voluntario, los tiene todo el tiempo; por eso, es necesario personal fijo cualificado que atienda a los menores”, recalca la madre de una de las alumnas, Alexandra Delgado. Cuenta que, en el caso de su hija, que es dependiente al 100% en su casa, también lo es en el centro, y por eso pide un profesional que la pueda asistir y contener en momentos de crisis, impidiendo así que en esos episodios su tutora desatienda a otros niños con las mismas necesidades que su hija. La Consejería señala que en este curso escolar se ha solicitado la colaboración de un voluntario para un alumno y ha resultado satisfactorio.
Teresa Luis González, pedagoga y responsable de los servicios de Apanate en La Orotava, donde dos usuarios son alumnos del colegio, precisa que la tramitación del apoyo ya está hecha y que solo falta que se incorpore en los próximos días. Tal y como se le trasladó a la dirección del centro, la profesional deja claro que esta persona no puede intervenir ante problemas conductuales graves. Además, su labor, como la de cualquier otro voluntario, “tiene fecha de caducidad”, es decir, que apoya al tutor durante un tiempo limitado hasta que se consigan los objetivos propuestos con el alumno.

En la actualidad, según señala, hay pocos voluntarios. Asismismo, hay alumnos del centro que no padecen autismo, sino otras enfermedades que también requieren la intervención de profesionales cualificados. Teresa Luis subraya que los voluntarios pueden dinamizar actividades y participar en labores de recreo, “pero nunca pueden suplir el trabajo de un auxiliar educativo”. Por lo tanto, si los padres consideran que la figura de este es necesaria para el alumnado, se debe acudir a la Consejería de Educación, en su opinión.
Por otra parte, la pedagoga afirma que el trabajo de este colectivo “no es fijo ni una tarea obligada”. Cada uno de los voluntarios elige el tiempo y el momento en el que quiere y puede llevar a cabo su función el apoyo, que puede ser una hora a la semana o varias, y en días diferentes, “pero siempre redundará en el beneficio de ambas partes, tal y como ha sucedido hasta ahora”.

La lucha de las familias

Los progenitores recalcan y agradecen la labor del personal docente y de la dirección del centro (tres maestros, cuatro auxiliares, junta de taller, una logopeda, una fisioterapeuta y ayudante de cocina), que ha hecho todas las gestiones para conseguir los recursos que necesitan los alumnos. Pero su lucha va más allá de esta petición puntual y es “cambiar la educación especial”. Hoy les tocó a ellas, dicen, pero quieren “sentar un precedente para que dentro de unos años otros niños con necesidades especiales y sus familias no se vean en la misma situación”. “Antes, nuestros hijos estaban escondidos y ahora van al colegio”, afirman, y por eso no dejarán de exigir todos los medios necesarios para brindarles la educación que se merecen.
Entre las medidas que plantean los padres para vigilar a sus hijos está la de realizar una sentada frente a las puertas del colegio o entrar con ellos a clase para vigilarlos. Actualmente son cuatro alumnos por clase, grandes dependientes, “a los que, como señalan los progenitores, hay que llevar al baño, cambiar y ayudar a comer, por lo que si alguno de ellos presenta una alteración grave de conducta, se desatiende al resto. Los maestros están saturados”.

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