“En El Kilo vendíamos al inicio perlas, frigoríficos, juguetes y hasta zapatos”

El Kilo se configura como una empresa orgullosa de su origen canario y familiar

Por Javier cabrera

El Kilo se configura como una empresa orgullosa de su origen canario y familiar, cercano siempre al público y que apuesta por la experiencia y la juventud en su equipo. El futuro lo afrontan con mucho optimismo y ganas, en un entorno cambiante que les apasiona. La actual empresa, ubicada en la calle de El Pilar, en Santa Cruz, y referente imprescindible en nuestro Carnaval, la encabeza Javier Hernández, el mayor de cuatro hermanos (tres varones y una mujer). Empresario, deportista de alto nivel (jugó al baloncesto en el RC Náutico, CB Canarias y en el San Isidro), coleccionista, amante de la lectura y un apasionado de la música.

-¿Cuándo nace El Kilo?

“Nace en Santa Cruz, en la calle de San Francisco Javier. Y lo hace, en un principio, sin nombre. Nosotros somos una familia que vinimos desde Marruecos. Lo hicimos mi padre, mi madre, mi hermana Marichu y yo. Fue en el año 1960 y mi padre tenía representaciones, hacía trabajos de contable y también como decorador. Tenía unos amigos en Tánger, lugar del que veníamos, y eran unos señores judíos muy amigos de él. Entonces, montaron una sociedad para comenzar a exportar cosas de Estados Unidos y de otros países. Por lo tanto, El Kilo nace a finales de los años 60 como tienda anónima, que se dedicaba a la venta de productos importados de todo el mundo”.

-¿Qué vendían en los inicios?

“Pues mira, en aquella época se empezaron con las telas, con confección muy barata. Vendíamos perlas traídas del Japón; también vendíamos electrodomésticos (frigoríficos, neveras, etcétera), así como juguetes y zapatos. Destacaría también las radio-gramolas de Lumophon, aquellas tan conocidas y de primera línea, venidas desde América. Como verás, aquello era como una mezcla de productos. Desde el principio, nuestro público se interesó, especialmente, en la variedad de telas y de tejidos que se traían desde muchos lugares. Telas y tejidos que se vendían por kilos”.

-¿Por qué el nombre de El Kilo?

“Tal y como te conté anteriormente, nosotros traíamos muchos artículos, sobre todo, telas y toallas. Las telas eran las famosas cretonas, una tela blanca o estampada, generalmente de algodón, que se usa en tapicería. Las traíamos de los Estados Unidos. Todo esto lo comprábamos al peso y lo vendíamos al peso. Fue precisamente esta manera de despachar los tejidos lo que hizo que el público nos empezara a denominar El Kilo. Es decir, fueron nuestros clientes los que bautizaran a nuestra empresa”.

-¿Por qué abandonaron el resto de productos y se centraron en convertirlo en un almacén textil de referencia?

“Estos socios se pusieron en Las Palmas y mi padre lo hizo en Santa Cruz. Con el paso de los años, fuimos abandonando el resto de productos y centrándonos, exclusivamente, en ser un almacén textil de referencia. De esta manera, nuestro modelo de negocio innovador comenzó a ser reconocido por los consumidores y desarrollamos una actividad que aún hoy en día nos apasiona. ¿Por qué nos centramos en el negocio textil? No te sabría decir. Digamos que mi padre y sus socios miraron el negocio en ese sentido. Viajaron muchísimo, tanto en Europa, como en los Estados Unidos, para, posteriormente, pasar a Oriente. Creo que fue algo parejo, el hecho de que fuéramos un poco más al tejido, al mismo tiempo que el Carnaval demandó tejido aquí distinto del que había”.

-¿Quién se cruzó en el camino de quién? ¿El Kilo con el Carnaval o el Carnaval con El Kilo?

“Creo que el Carnaval, en aquel momento, donde solo se podían pedir cosas era en el único sitio que estaba establecido. Es decir, en El Kilo. Hablo del tejido, claro. Aunque parezca un tópico el decirlo, nosotros siempre hemos tenido las puertas abiertas para todo lo que es Carnaval. Tengo que decir que tanto mi padre como después nosotros teníamos claro que el trabajo de lo que era referente al Carnaval iba más allá del negocio. Además, como buen negocio radicado en Canarias, el Carnaval se cruzó en nuestro camino, y con él, una colaboración estrecha con grupos y diseñadores, que cristalizó, incluso, en muchos premios de presentación y reinas del Carnaval. Así, a finales de los 80, en toda Canarias e incluso en la Península, muchos negocios que seguían nuestro modelo de distribución comenzaron a denominarse El Kilo, consolidándonos como algo más que una marca, como una categoría de negocio”.

-¿Esta última crisis les alcanzó de refilón o de lleno?

“Nos alcanzó absolutamente de lleno. Las empresas donde la crisis no se solucionó bien fueron las que tenían, desgraciadamente, muchos empleados. El Kilo tiene algo menos de medio centenar de trabajadores en Santa Cruz y unos 16 en La Laguna. Hablo de personas con más de 30 años de servicio. Ajustar todo eso ha sido una verdadera locura. La crisis nos dio de lleno y todavía estamos ajustando”.

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