Leonardo Padura, un Premio Princesa de Asturias en DIARIO DE AVISOS

El Festival Tenerife Noir entra en su recta final con la presencia del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955)
Leonardo Padura, escritor. Sergio Méndez
Leonardo Padura, escritor. Sergio Méndez
Leonardo Padura, escritor. Sergio Méndez

El Festival Tenerife Noir entra en su recta final con la presencia del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955). El autor de la tetralogía de Las cuatro estaciones, Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, visitó ayer DIARIO DE AVISOS y mantuvo esta charla sobre literatura y novela negra, pero también acerca de Cuba, el escenario de muchas de sus obras, y de la universalidad -y la singularidad- de un personaje como Mario Conde.

-Fábula, retrato, espejo de la sociedad. La novela policiaca puede ser definida de muchas maneras. ¿Para qué le sirve a usted el género negro?

“Es un pretexto para hacer una crónica social. En mis argumentos el enigma es muy simple. Cualquiera se da cuenta de que lo que está alrededor y, sobre todo, lo que está pasando a través de los ojos y la mente del personaje de Mario Conde, es lo importante. Y ahí lo que hay es una crónica de la realidad cubana desde la perspectiva de alguien de mi generación, que tiene dudas, incertidumbres y muchas preguntas”.

-Mario Conde nos ofrece un viaje por La Habana y por Cuba. ¿Tuvo claro desde el principio que esa mezcla, de lo personal y lo colectivo, iba a ser el escenario de su personaje?

“Cuando escribí la primera novela, quería hacer una novela policial cubana que fuera muy cubana y que no se pareciera a las novelas policiacas cubanas. Las que existían hasta los años 80 eran de reafirmación política e ideológica; un desastre literario. Quise hacer una que fuera literatura y también que diera una imagen posible de una realidad tan peculiar. A partir de ahí, cuando convertí a Mario Conde en protagonista de toda una serie, perfilé mejor ese propósito: dar una visión más compleja de la realidad, y de cómo la condición humana de este personaje se ve afectada por un contexto que siendo tan peculiar, a la vez es universal: la incertidumbre sobre el futuro, la inconformidad con el presente y la idealización del pasado”.

-La novela negra presenta constantes, premisas y, si se quiere, hasta de reglas. ¿Cuando se pone a escribir presta interés a estas normas o no le interesan demasiado?

“Escribo novelas en las que hay un acontecimiento de carácter criminal, a veces ni siquiera es violento, que genera una pregunta a la que hay que buscarle una respuesta. Pero para mí los moldes del género no son importantes. Al comenzar tengo un hecho delictivo, generalmente un muerto, y empiezo a escribir, a escribir y a escribir, pero casi cuando estoy terminando el libro es cuando empiezo a buscar al asesino. En general, los autores del género que empiezan a publicar en los años 70 son muy poco ortodoxos con las reglas del género. Con eso hemos ganado dos batallas: primero, la de la literatura, y segundo, la de la libertad. No hay por qué atenerse a reglas que vayan contra la creatividad, contra la propia literatura”.

-¿Cómo ha cambiado Mario Conde desde su primera aparición hasta sus últimos relatos?

“Ha envejecido. En la novela que estoy terminando, que se publicará a finales de 2017, cumple 60 años. La vejez es un proceso tremendo. Significa no solo un desgaste físico, sino también un cambio de perspectiva. Cuando escribía La neblina del ayer (2005) me daba cuenta de que Mario Conde empezaba a ser incapaz de entender todos los matices de la realidad cubana. De modo que tuve que acompañarlo de un personaje 20 años más joven, Yoyi el Palomo. En una novela como Herejes (2013), Mario Conde se acerca al mundo de los jóvenes que pertenecen a tribus urbanas. Su mirada es totalmente prejuiciada, no los entiende. Y ahí yo trato de que atraviese ese proceso de aprendizaje y de aceptación de un mundo tan diferente al suyo, que lo intente comprender”.

-¿Qué importancia tienen en esas obras las calles habaneras?

“El policiaco es un género urbano y La Habana es mi paisaje natural. Mario Conde sin La Habana no sería Mario Conde, y estas novelas tampoco serían lo que son sin la posibilidad de recorrer la ciudad. La Habana es una ciudad muy amable para este tipo de literatura, como todas las ciudades viejas. Tiene el sabor de lo heterogéneo”.

-¿Dónde cree que radica la buena acogida internacional de proyectos como la tetralogía de Las cuatro estaciones?

“A pesar de ese propósito de ser novelas muy cubanas, tienen una mirada universal. Los temas de la corrupción, el miedo, el amor y el desamor, el tráfico de influencias, la pérdida de valores… nos pueden afectar a todos. Cuba ha sido vista por una izquierda romántica como el paraíso socialista, mientras que una derecha cavernaria la ha visto como el infierno comunista. Escribir desde algo parecido al purgatorio, donde hay de todo, ha sido otro factor para que esas obras tengan lectores en latitudes muy diferentes”.

Leonardo Padura, escritor. Sergio Méndez
Leonardo Padura, escritor. Sergio Méndez

-¿Qué autores le llevaron a decidir un día que usted también quería escribir novela policiaca?

“Alejo Carpentier, que era muy sabio, decía que los escritores no deberían reconocer a los maestros, porque con eso estaban enseñando la oreja de las influencias. A mí no me da vergüenza decir que he tenido muchos. Hay dos universos por los que me siento muy influido. Uno es la novela en lengua española, porque para aprender a escribir bien uno tiene que leer a los que escriben bien en su lengua, y otro el de los escritores norteamericanos, que a mi juicio son los que tienen mayor capacidad de contar buenas tramas. Tengo una vieja relación de gratitud con Hammett, Chandler, James M. Cain o Chester Himes; y en lengua española, fundamentalmente con Manuel Vázquez Montalbán”.

-Ha venido a la Isla para participar en Tenerife Noir. ¿Cómo vive estos encuentros con los lectores?

“Cuando uno escribe, los lectores son entes abstractos. De modo que tener contacto físico con ellos siempre es gratificante. Todos los escritores tienen un ego considerable, los de algunos no caben en la redacción de este periódico; aunque otros lo tienen más normal. Esa relación afectiva con los lectores alimenta el ego, pero esto ha sido un proceso de muchos años. Recuerdo que la primera vez que estuve en una firma de libros en Francia, cerca de mí se encontraba Luis Sepúlveda. Ante él había una cola de 40 o 50 lectores, yo firmé cinco o seis libros y me deprimí un poco. Con el paso de los años, también he logrado tener una fila de lectores…”.

-¿Cuál es el punto de partida que le llevó a escribir El hombre que amaba los perros, la novela sobre Trotsky; su asesino, Ramón Mercarder, y un personaje imaginario como el escritor Iván Cárdenas?

“Ese personaje imaginario es el más real de los tres. Trotsky es una especie de caricatura del revolucionario y Ramón Mercader es como un fantasma. El que es realmente de carne y hueso es Iván Cárdenas. La ignorancia me llevó a escribir esa novela. Desconocer quién había sido Trotsky, pues en Cuba no había ninguna información sobre él, me despertó la curiosidad. A partir de ahí, llegué a saber algo decisivo para después escribir: Ramón Mercader había vivido en Cuba. Y no solo eso, sino que era un personaje que venía de la historia, pero también que coincidió conmigo, físicamente, en la misma ciudad. Eso me reveló hasta qué punto la historia está en la espalda de uno, y si uno tira la mano hacia atrás la puede tocar, y si ella la estira hacia ti, te puede tocar. Esa presencia de la historia fue esencial para hacer una reflexión sobre la perversión de la utopía”.

-Usted escribió Yo quisiera ser Paul Auster, donde dice que le gustaría que, como a él, en las entrevistas le preguntasen más por literatura, béisbol o cine, y no tanto por la situación de su país. ¿Qué tal jugador de béisbol hubiera sido Donald Trump?

“Incluso como hombre de negocios, a pesar de su éxito, Donald Trump es un desastre. No entiendo cómo una persona que ni siquiera sabe escoger el barbero que lo va a pelar puede llegar a tener éxito en ningún territorio de la vida. De él me preocupan muchas cosas, pero sobre todo una: está al frente de un país muy grande, muy poderoso y muy conservador, y está alentando los peores sentimientos de esa nación”.

-¿Su llegada a la presidencia supone un retroceso en esa tímida apertura de relaciones entre Estados Unidos y Cuba?

“Aún no lo sabemos. No ha hecho declaraciones concretas con respecto a Cuba. Obama trató de ejercer una política de desestabilización de Cuba estableciendo relaciones, y si hubiera inteligencia política en Trump, la mejor manera de desestabilizar a Cuba es estableciendo más relaciones, y no creando un clima de enfrentamiento, que es justo lo que ha ocurrido durante 60 años y no ha dado ningún otro resultado que el sufrimiento y la pobreza de los más jodidos de la sociedad cubana”.

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