“Canarias juega en la primera división de la ópera y tenemos la obligación de difundirlo”

La Arena de Verona, el Teatro Real de Madrid, el San Carlo de Nápoles, la Staatsoper de Viena o el Metropolitan Opera House de Nueva York. En esos escenarios, y en muchos otros, se ha escuchado la voz de Jorge de León
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La Arena de Verona, el Teatro Real de Madrid, el San Carlo de Nápoles, la Scala de Milán, la Staatsoper de Viena, la Deutsche Oper de Berlín o el Metropolitan Opera House de Nueva York. En esos escenarios, y en muchos otros, se ha escuchado la voz de Jorge de León. Eso que llaman los imponderables hizo que en 2010 tuviera que sustituir en el Teatro Real al intérprete principal de la ópera Andrea Chénier. Y fue un éxito. Y a partir de él llegó la repercusión nacional e internacional. Sin embargo, sería injusto centrarse en esa circunstancia, que casi parece cinematográfica, para explicar cómo se ha construido -y evoluciona- la carrera del cantante tinerfeño. Quizás más preciso sería hablar de pasión por lo que se hace, cualidades para hacerlo y trabajo. Mucho trabajo.

-En marzo debutó en el Metropolitan Opera House de Nueva York encarnando al Radamés de Aida. ¿Subirse a un escenario como este, y hacerlo además con una ópera de Verdi tan emblemática, constituye más una recompensa a tanto esfuerzo o un punto de partida para nuevos retos?

“Solo llegar al Metropolitan, al margen de la obra de la que se trate, ha sido una recompensa. Es complicado que un teatro como ese confíe en ti sin haber actuado ni haber hecho una audición antes. Quiero pensar que mi carrera ha ido de tal manera que ellos consideraron que había llegado el momento de actuar allí”.

-¿Llega a valorar cada momento que va viviendo o se considera un perfeccionista y siempre la mejor actuación será la próxima?

“Son las dos cosas. Para mejorar, para seguir evolucionando en tu trayectoria, para conseguir un éxito, siempre has de exigirte. Y eso se basa en tratar de perfeccionar todo un conjunto de detalles, a través de la experiencia, del estudio, de los consejos que te aportan muchas personas”.

-Y ya que hablamos de esfuerzo, ¿cómo es una jornada de trabajo normal de Jorge de León justo en esas semanas previas a que el público pueda disfrutar de su arte en un teatro?

“Depende mucho del momento en el que te encuentres, de la obra que vayas a interpretar. Es diferente si se trata de una partitura que ya he rodado o si es un teatro que conozco; también depende del director con el que trabaje. En el caso del Metropolitan, por ejemplo, llegué a la audición sin pisar la sala; no ensayé en el escenario y, claro, te enfrentas con el miedo de ignorar que habrá detrás cuando se levante el telón. Pero bueno, también tenía la tranquilidad de tener muy bien estudiada la obra, con las pautas de interpretación que te ha exigido el director de escena muy claras. Eso hace que salgas al escenario concentrado, con el nervio necesario para afrontar los inconvenientes que surjan en cada momento”.

-Se dice que un cantante de ópera, un artista, jamás deja de aprender. ¿En qué aspectos se centra la formación de un intérprete una vez que ha logrado encauzar su carrera profesional?

“Incluso las óperas que he hecho muchas veces, en este caso Aida, pero también podrían ser Tosca o Carmen, no dejo nunca de verlas en distintos contextos: en los diferentes momentos de mi vida, de mi carrera, de la etapa que atraviesa mi voz, de la técnica que voy adquiriendo… Y eso va ampliando el campo de visión, vas añadiendo cosas. Ya no es tanto comenzar y finalizar tu labor de la mejor manera posible, sino también añadir tu grano de arena; el intercambio de ideas que mantengas con el director de escena, las dudas que se te plantean y que necesitas resolver para poder comunicar la obra al público, que es el receptor de este diálogo entre la música y la voz”.

-Si uno echa un vistazo en Internet al portal Operabase, encuentra que tiene compromisos cerrados al menos hasta el verano del próximo año. Aparte de la satisfacción que debe suponer una agenda repleta, ¿cuáles son las renuncias más complicadas para cumplir con su carrera?

“Por suerte, están esos compromisos cerrados y también algunos más. Uno va concretando proyectos, los teatros planifican sus obras, los intérpretes que consideran más apropiados y, con vistas a uno o dos años, van haciendo las contrataciones. Compatibilizarlo con la vida personal no se hace del todo fácil. Tengo pareja, dos hijas, familia, amigos… y no puedo estar con ellos lo que quisiera. Gracias a la tecnología con la que contamos hoy, como la videoconferencia, es un poco más viable; pero sí, cuando recorres el mundo, has de aparcar un poco todo eso y sin duda te pierdes muchas cosas. Ese es el peaje”.

-¿Qué nuevos proyectos le hacen especial ilusión?

“Me siento entusiasmado por cada uno de ellos, porque hay obras nuevas, iniciativas con nuevos directores, con compañeros que poseen un nivel altísimo… Todo eso te hace ilusión, pero es cierto que me gustaría tener más participación en mi tierra. Eso es lo que más echo en falta. Cuando estoy aquí, la gente me suele preguntar cuándo voy a actuar. Sin embargo, ni a corto ni a largo plazo tengo nada previsto. No sé cuál es el motivo de que no exista esa posibilidad”.

-Habrá que esperar, entonces, para verlo de nuevo cantando en Tenerife…

“Ese es mi único desconsuelo. Desconozco la razón por la que no logro que se haga realidad. Es cierto que han existido algunos intentos, pero no hay un interés claro por fraguar la posibilidad de hacer algo en mi tierra al nivel que yo creo que vengo demostrando en mi trayectoria”.

-¿Y existe algún rol que le gustaría interpretar, aunque crea que aún no ha llegado el momento?

“Tenía uno en mente desde hace tiempo y ya lo voy a afrontar: el Otello de Giuseppe Verdi, con el que me presentaré en los escenarios en 2019. De alguna manera, esa meta, el límite de los roles que puedo asumir, ya la vislumbro. A uno o dos años vista, debutaré también con Manon Lescaut, de Puccini. Por otro lado, aparte de todos los dramas que hago, porque la temática que abarco en mi repertorio es bastante dramática, me gustaría hacer algo más fresco, más divertido, pero mi voz se adapta más a unas óperas que a otras como, por ejemplo, L’elisir d’amore (Donizetti). Aunque siempre quedan esas ganas de no abordar siempre temáticas tan duras”.

-¿Se ha superado ya ese prejuicio que tachaba a la ópera de elitista, de un espacio reservado para un público muy específico?

“Creo que todo eso responde a cierto desconocimiento. Por fortuna, hace tiempo que se está produciendo un cambio. Las redes sociales han impulsado muchísimo la popularización de la ópera, incluso se han generado trending topics con algunos vídeos de cantantes. Hemos desmitificado, asimismo, esa figura del divo, del cantante como alguien inaccesible. Al margen de la vistosidad que cada uno aporte a un personaje en un teatro, obviamente, somos personas normales. Muchos no tenemos ningún problema, por ejemplo, en acercarnos a un colegio para compartir con los niños lo maravilloso que es la ópera. Y es fantástico verlos asombrarse, que te hagan preguntas, que busquen en Internet infinidad de cosas y te planteen cuestiones sorprendentes. Los cantantes debemos asumir esa labor: informar a la sociedad de que esto es parte de nuestra cultura. Además, en nuestro país y en Canarias contamos con una calidad que nos hace jugar en primera división, y nuestra obligación es también difundirlo”.

-Otra cuestión que resulta esencial es interesar a los más jóvenes con el fin de captar futuros intérpretes…

“Sin duda. Hay que mostrar que los cantantes procedemos de familias normales, y que existen oportunidades para desarrollar ese potencial artístico. En el caso de Canarias, la calidad es maravillosa. Donde va un canario a concursar o a hacer una audición, los teatros y los jurados aprecian ese talento. De lo que se trata es de activar el gusanillo en la juventud. Cuando contemplo una parranda, a menudo escucho voces que me asombran por las posibilidades que tienen”.

-En un mundo de prisas y estrés, de consumo rápido y descargas de música en Internet, ¿cómo explicaría a alguien la belleza que entraña acudir a un teatro, sentarse en una butaca y disfrutar
de una ópera?

“La primera vez que oí una ópera fue una sensación única, extraordinaria. Escuchar una voz sin micrófono por encima de la orquesta, la calidez, la atmósfera que se puede generar en un concierto, te atrapa. Existe una amplia propuesta cultural y nunca debemos olvidarnos de que está hecha para todos nosotros, para el público. Cuando estuve en Nueva York, no dejé de ir a museos y a musicales, de disfrutar de otras óperas, de acudir a teatros… Es enriquecerte como persona. Creo que la base fundamental del ser humano es la cultura y no podemos quedarnos sin conocerla. Al menos debemos probar, para luego decidir qué nos gusta y qué no”.

-La calidad de los intérpretes canarios en este género no es una casualidad, pero ¿nacer en una isla, en un lugar que no se encuentra cerca del circuito operístico internacional, representó un
obstáculo añadido para el desarrollo de su vocación?

“No es fácil, pero también crea el efecto contrario. La decisión de marcharse, al no resultar sencilla, también te aporta más ilusión y hace que tengas tus objetivos más claros. Tras ese periodo en el que dudas entre abandonar tu tierra o no, cuando te decides lo asumes con todas las consecuencias. Quizás para quienes viven en otros lugares es menos complicado probar si les gusta esta carrera. Salir y regresar no es tan problemático y toman decisiones a corto plazo. En mi caso, fui nutriendo mi vocación hasta que estuve convencido de que había llegado el momento de volar. Son muchos los compañeros, y no solo cantantes, artistas canarios, que abandonan su tierra, con el miedo que da emprender una aventura de estas características, y encuentran una recompensa, una gratificación clara. Se trata de intentar tener continuidad, ser tenaz y mantenerse sobre la ola”.

Una trayectoria forjada a partir del amor por una carrera que antes fue un sueño

Los International Opera Awards Stella della Lirica, considerados los Óscar de la ópera, distinguieron en 2016 a Jorge de León como mejor tenor. Sin embargo, con toda la relevancia que posee este reconocimiento en el universo musical, resulta sencillo, a poco que uno converse con el cantante tinerfeño, sacar la impresión de que el premio de mayor valor que atesora es ese que le brindan quienes acuden a escucharle cualquier noche; en España, Alemania, Austria, Italia, Suiza, Estados Unidos… Constancia, esfuerzo y talento son las armas que pone sobre el escenario.

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