puerto de la cruz

A cada rincón, una historia

La plaza Concejil, la calzada del Concho, la ‘punta de la carretera’ o la calle Ratiño son nombres de parajes que guardan secretos desconocidos para muchos ciudadanos
El apelativo que figura en un cartel del establecimiento ubicado en la carretera de Las Arenas suscita la curiosidad de muchos transeúntes y conductores. Fran Pallero
El apelativo que figura en un cartel del establecimiento ubicado en la carretera de Las Arenas suscita la curiosidad de muchos transeúntes y conductores. Fran Pallero
El apelativo que figura en un cartel del establecimiento ubicado en la carretera de Las Arenas suscita la curiosidad de muchos transeúntes y conductores. Fran Pallero

Guardan secretos que hasta los guías de turismo más expertos a veces desconocen. Es la otra historia del Puerto de la Cruz, la que solo saben algunos vecinos, los de mayor edad, y aquellos curiosos que se interesan por el origen de algunos nombres de parajes señeros de su municipio natal o del que eligieron para fijar su residencia.

La plaza Concejil, la Calzada del Concho, la Punta de la Carretera, las calles Ratiño y La Calera, el Paseo del Cabuquero y el barrio de La Ranilla constituyen un ejemplo de rincones cuyos nombres encierran una historia, una anécdota, un secreto o una expresión popular que muchos portuenses ignoran.

Un trabajo de investigación realizado por el exresponsable del departamento de Estadística del Ayuntamiento Francisco Lasso Purriños desvela algunos misterios de denominaciones de calles muy populares de la ciudad que DIARIO DE AVISOS publicó en un reportaje anterior. Debido al interés que despertó en muchos lectores enterarse de las singularidades del callejero portuense, Lasso decidió ampliar su estudio a otros puntos señeros.

Es el caso de la plaza Concejil, situada en la intersección de las calles San Juan e Iriarte, donde se encuentra emplazado el busto del exalcalde Francisco Javier Afonso Carrillo, que debe su nombre a la que, en su día, se llamaba Casa del Pueblo. Allí se celebraban los consejos de vecinos para tratar asuntos de la administración pública y concernientes al municipio. Una institución similar a lo que actualmente es el ayuntamiento.

El trozo de la calle Iriarte en el tramo comprendido entre las calles Agustín de Betancourt y Cólogan lo conocen las personas de avanzada edad como Calzada del Concho. Hasta mediados de los años 60 del pasado siglo era una enorme pendiente que no hacía grata su subida, y tampoco su bajada.

La Calzada del Concho, también conocido como canal de Panamá. F. Pallero
La Calzada del Concho, también conocido como canal de Panamá. F. Pallero

Por iniciativa del entonces concejal delegado de Jardines, el recordado fotógrafo Imeldo Bello Baeza, se realizó una obra costeada totalmente por el Consistorio e inaugurada en el verano de 1965, que consistió en la construcción de unas escaleras con varios tramos horizontales intercalados y un jardín central en toda su longitud, con una pequeña reja de hierro a sus lados. Por su semejanza con el conocido como Canal de Suez, en la calle Quintana, la gente del pueblo empezó a llamarlo enseguida y en tono burlón, el canal de Panamá.

El origen de la Punta de la Carretera, junto al edificio Belair, es más sencillo y responde a que era el punto final del lugar donde terminaba la única entrada y salida que por entonces tenía el Puerto de la Cruz.

La calle Ratiño parte desde el inicio de la conocida como carretera de Las Arenas y desemboca en la misma vía a la altura de La Asomada. En ella tuvo su residencia, a mediados del pasado siglo XX, una señora extranjera, de oronda figura, a la que el vecindario empezó a llamar “la inglesa ratiño” por el color de su piel y de su cabellera. Solía bajar al Puerto de compras a bordo de un vistoso vehículo descapotable de la época de color verde. Pasado el tiempo, el pleno del Ayuntamiento acordó rotular con el nombre del apelativo de tan popular personaje la vía en donde tuvo su residencia.

La Calera es una calle muy cercana a la anterior. Se denomina así por su proximidad con un horno en el que en su día se calcinaba piedra caliza en la curva de la citada carretera, justo enfrente de un conocido restaurante de pollos asados, donde más tarde funcionó un establecimiento de venta de cerámica: El barco Pottery.

El barco se va a las dos

Este último guarda una estrecha relación y proximidad con un bar de enigmático nombre: El barco se va a las dos. Durante generaciones, muchos transeúntes y conductores se han preguntado por el origen de ese curioso apelativo que figura en un cartel tipo banderín situado en la puerta del establecimiento.

Lo cierto es que, según Lasso Purriños, responde a que en un lateral de la fachada del edificio en donde se ubica el local existe una pieza cerámica adosada a la pared que tenía y aún tiene grabada esa frase. Los propietarios del bar tomaron nota de ella y la utilizaron para dar nombre a su local al abrirlo. El término cabuquero es un canarismo, una palabra propia del español que se habla en las Islas, de procedencia portuguesa. Define a un obrero especializado en abrir agujeros en la roca, en sorribas y otras obras, y en rellenarlos de materia explosiva para su posterior voladura.

La calle Ratiño debe su nombre a una señora extranjera que vivía allí. F. P.
La calle Ratiño debe su nombre a una señora extranjera que vivía allí. F. P.

El paseo que recibe este nombre en el municipio comprende el tramo peatonal desde la puerta de acceso al cementerio municipal de San Carlos y la avenida José del Campo Llarena en su punto de confluencia con la avenida Melchor Luz.

El porqué de que el pleno del Ayuntamiento optara en su día por otorgar este nombre a la vía, seguramente estaría vinculado a la existencia de un polvorín en ese lugar, habilitado como estancia independiente para almacenar los explosivos del Castillo de San Felipe, fortificación artillada de principios de siglo XVIII situada al frente y que servía de bastión defensivo para la ciudad ante posibles ataques de piratas y corsarios.

Muy cerca de este paseo se levantan dos edificios de viviendas de considerable altura que son conocidos en el vecindario como los petisuis, una curiosa derivación ortográfica al idioma español del popular queso francés petit suisse de la región de Normandía, y no suizo, como muchas personas piensan. A estos bloques se les comenzó a conocer con ese nombre por el parecido de la forma de sus balcones con el envoltorio de venta al público en porciones de este lácteo.

Frente al Belair estaba la única entrada y salida que tenía la ciudad. F. P.
Frente al Belair estaba la única entrada y salida que tenía la ciudad. F. P.

Finalmente, el origen de la posible denominación de La Ranilla a la actual calle de Mequinez se encuentra en una anotación del Libro de Acuerdos del Ayuntamiento del año 1797. Parece ser que le fue puesta por habérsele variado el color de los trajes talares de los alumnos de la Escuela de Mareantes, pasando a ser negros-verdes, por lo que parecían “ranillas”.

Lo cierto es que, más allá de estas anécdotas y curiosidades, los portuenses utilizan los nombres de estos rincones con orgullo, porque forman parte de su historia como pueblo, aunque gran parte de ella sea aún desconocida por muchos vecinos.

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