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José Sanchis Sinisterra: “El poder nunca ha podido acabar con el teatro aunque lo haya intentado muy a menudo”

José Sanchis Sinisterraes el dramaturgo español más influyente de los últimos 40 años, con obras como '¡Ay, Carmela!'. El Premio Max de Honor en 2018 estará desde hoy en Tenerife dirigiendo el proyecto 'Guimerá-Escenarios para la reflexión'
José Sanchis Sinisterra. | NTF

Con 78 años de edad, José Sanchis Sinisterra es el dramaturgo español más influyente de los últimos 40 años, con obras como ¡Ay, Carmela! o Ñaque. El Premio Max de Honor en 2018 estará desde hoy en Tenerife dirigiendo el proyecto Guimerá-Escenarios para la reflexión, con la colaboración de su espacio de creación e investigación, Nuevo Teatro Fronterizo.

– ¿Cuáles fueron las claves o los factores para crear el Nuevo Teatro Fronterizo?

“Fueron muchos factores los que confluyeron en esta especie de locura senil que me dio para poner en marcha el proyecto del Nuevo Teatro Fronterizo. Yo me he pasado la vida creando y fundando, como digo yo, tinglados para que la gente del teatro y de otras disciplinas se agrupen, encuentren puntos de reflexión y se fertilicen mutuamente. Lo vengo haciendo desde mi época en la Universidad de Valencia, luego en Barcelona, con la Asociación Cultural de Escena Alternativa, la Sala Beckett. Forma parte un poco de mi ADN el considerar que el teatro es una aventura grupal y comunitaria. Ya en esta época reciente había dejado la Sala Beckett de Barcelona, he viajado mucho por América Latina, Italia…, poniendo en marcha talleres, pero mi base está en Madrid. Y me di cuenta de que allí los focos de creación teatral eran islas muy aisladas, en el mayor sentido de la palabra. Se me ocurrió que quizás podría generarse en Madrid una actividad que propiciara y produjera ese tipo de reuniones y encuentros. Y por otra parte, hay que tener en cuenta que el teatro no es un fenómeno aislado, no es solamente un ámbito de entretenimiento, sino también de conocimiento. Si queremos que el teatro resuene en la sociedad y viceversa, debemos intentar que la mirada sea múltiple, y hacerlo desde la problemática social, desde la filosofía, las ciencias, la historia, la estética… La idea es que el teatro, a pesar de que la escritura es una actividad en mi caso solitaria, esa escritura tiene como destino ponerse en común. Primero, desde la investigación, y luego, desde proyección. El Nuevo Teatro Fronterizo surgió en un momento en el que había dejado atrás una oferta muy interesante, que era la dirección del Teatro Stabile de la Toscana, en Italia. Había tenido la experiencia desde una plataforma institucional de promover la emergencia y visibilidad de nuevos autoras y autores, la conexión con el territorio, etc. Aquella aventura acabó mal, dimití violentamente, y cuando regresé a Madrid, volví a mi nomadismo e intenté con el apoyo de la SGAE, que en aquel momento digamos que era muy propicia a este tipo de cosas, crear un espacio parecido a lo que había sido la Sala Beckett de Barcelona. Reuní a un par de personas y nos lanzamos de modo muy kamikaze a la aventura, con un colectivo de gente muy entusiasta. Que es nuestro capital. Nuestro capital es el humano”.

-Desde luego que energía no le falta…

“No. Toda esta gente que se va agrupando a través de mis talleres, mis laboratorios y proyectos, va sintiendo que en el Nuevo Teatro Fronterizo hay un espacio para avanzar y se van quedando. Y eso para mí es un auténtico balón de oxigeno. Un impulso para seguir adelante a pesar de mi edad y mis achaques”.

-¿El teatro debe ser social?

“Bueno, tiene muchas dimensiones. Yo digo que el teatro es una especie de caja de resonancia. Yo tengo un axioma que es “al teatro, nada de lo humano le es ajeno”. Lo que ocurre es que lo que se entendía por teatro social era de denuncia. Yo vengo de la época del franquismo en la que el teatro era un espacio de resistencia, de concienciación ideológica y política. Ahora mi concepto de teatro social es más amplio. Una de esas dimensiones es la visibilización de aspectos de la realidad social que no aparecen en los escenarios. Y gran parte de las actividades del Nuevo Teatro Fronterizo estos últimos años ha sido justamente lo que yo llamo “dramaturgias inducidas”. Convocar a autores y autoras en torno a la escritura individual, pero al mismo tiempo en común, en torno a un tema concreto: la visibilización de la mujer, los inmigrantes, conectar con ellos y que les cuenten a los autores su experiencia humana, los refugiados, colectivos en riesgo de exclusión, la devastación del planeta, teatro ecológico. Y el último que hemos hecho tiene que ver con la memoria histórica, lo que llamamos teatro contra el olvido. Eso aparece más en nuestra dramaturgia, en nuestras carteleras, pero tampoco es muy frecuente. Lo social, tal y como lo entendemos, es hacer que el teatro sea una caja de resonancia del tejido social que normalmente no suele ser visible en los teatros. A partir de ahí, experimentar técnicamente, estéticamente y formalmente, porque el teatro no es solo contenido. Hay que estar revisando las formas”.

-Creo que a usted le gusta experimentar con la estética en escena…

“Pues sí. Ha sido otra constante de mi trabajo porque creo que los hábitos del espectador hacen que lo que es habitual y frecuente, lo que está establecido e incluso consagrado, ya no produce un efecto de sacudida. Se va atrofiando la capacidad de asombro, de escándalo o de maravilla en el espectador, y hay que estar continuamente cuestionando las formas. La investigación formal ha hecho avanzar el arte siempre”.

-Durante los últimos años han surgido casos de censura en el ámbito artístico.

“No hay que escandalizarse demasiado por eso porque ha sido una constante en la historia del teatro. Siempre ha generado incomodidad en determinados ámbitos del poder y del poder establecido y de los grupos dominantes y las ideologías conservadoras. Eso está ahí desde los principios del teatro, pero al mismo tiempo es uno de los factores que nos obliga a buscar estrategias formales, hablar metafóricamente, cuestionarnos el modo en el que contamos nuestras historias. Hay que aceptarlo. Es cierto que hay momentos en los que esa censura puede llegar a ser asfixiante, pero el poder nunca ha podido acabar con el teatro, aunque lo haya intentado muy a menudo. Tiene una capacidad de metamorfosis que aparece cuando menos se lo espera uno. A menudo el teatro ha tenido que exiliarse a la feria, al circo, a la plaza pública, porque los espacios institucionales lo miraban con mucha desconfianza, pero forma parte también de la naturaleza del teatro: general una cierta inquietud en los ámbitos del poder”.

-Imagino que usted, que ya hacía teatro en el franquismo, habrá vivido cosas peores…

“(Risas) Bueno, la cosa que más viví en la época franquista fue la inexistencia. Quiero decir, que mi teatro no se estrenaba, no se publicaba. De todas maneras, la gente tiene a menudo una visión un poco deformada de lo que fue el franquismo. El franquismo, como todas las estructuras represivas y dictatoriales, tenía grietas, lo mismo que el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia. En esas grietas determinados tipos de actividades intelectuales tenían posibilidades de respirar. En mi caso, en la Universidad de Valencia, a pesar de que estaba muy sometida a todos los parámetros de la oficialidad franquista, tenía espacios. Ese tipo de fisuras, donde los estudiantes, y luego ya cuando fui profesor también, podíamos hacer y decir cosas que fuera de la universidad, no se toleraban. Era también una estrategia de guerrilla. En aquella época yo dirigía y enseñaba. Desde muy pronto, y siendo todavía estudiante, fundé, aparte de un grupo independiente del Sindicato Español Universitario, que era falangista, también el Grupo de Estudios Dramáticos, el aula y luego el Seminario de Teatro; de manera que en aquella época ya tenía la compulsión de transmitir, enseñar y compartir. Allí yo predicaba marxismo con toda impunidad (risas). Había espacios para respirar otros aires democráticos”.

-¿Está escribiendo algo ahora o estrenará alguna obra este año?

“Pues hace unas horas acabé el texto que estoy haciendo, que tiene que ver con Goya y las pinturas negras. Digamos que siempre tengo una obra o más para escribir, pero desde que abrí el Nuevo Espacio Fronterizo el espacio mental para la escritura lo tengo bastante mutilado. Porque hay muchos proyectos en los que estar encima, apoyarlos, impulsarlos, gestiones para asegurar la supervivencia porque no tenemos unas garantías de estabilidad, y eso inevitablemente, a parte de la edad y del deterioro neuronal (risas) también me limita mucho. Pero no me importa, porque ya he escrito una barbaridad. Que escriban los jóvenes”.

-Y además obras míticas del teatro español como ¡Ay, Carmela!

“Hay algunas que se siguen haciendo en muchas partes, no solo aquí en España .Te confieso que siempre me sorprende que obras escritas en contextos muy específicos, porque siempre intento que el momento presente de la escritura me atraviese y aparezca en el texto, se hagan en otros países. Por ejemplo, ¡Ay, Carmela! la escribí muy específicamente para hacer memoria de lo que fue la guerra y el inicio del franquismo en el 50 aniversario de la Guerra Civil. Yo pensaba que iba a ser una cosa circunstancial. Quería por una parte rendir un homenaje a las Brigadas Internacionales y recuperar la memoria de los vencidos, que está un poco siempre en mi teatro, quizás porque soy hijo de uno de ellos. Temía que las celebraciones del 50 aniversario iban a ser descafeinadas y por eso escribí ¡Ay, Carmela!, para remover esa constante que no hay que perder nunca y es no olvidar a los muertos, a los vencidos, no podemos dejar que se diluyan en el tiempo. Cuando al cabo de dos o tres años me pidieron el texto para traducirlo al francés, y luego al inglés, y al alemán, yo pensaba que no iban a entender nada porque era una obra escrita para España. Pero no. Ahora me acaban de informar la SGAE de un montaje de ¡Ay, Carmela! en Turquía. Así que hay veces que las obras no tratan de lo que el autor cree que tratan. Me di cuenta de que mi obra no trata de la Guerra Civil española, sino de los muertos que no quieren borrarse. Y lleva más de 30 años haciéndose en países muy distintos y sigue funcionando. No solo mis obras. Afortunadamente, el teatro tiene eso. Por muy localista que sea el impulso que origina un texto puede ocurrir que ese texto trascienda su momento y su lugar. Los textos transitan y es un poco lo que queremos hacer en Canarias, que estáis muy aislados y queremos que lo que se está escribiendo en las Islas se conozca y viceversa. Que haya más puentes con Canarias”.

-Viene a Tenerife para dirigir el proyecto Guimerá-Escenarios para la reflexión.

“Pensamos que puede ser interesante establecer nexos, que haya resonancia de lo que se escribe aquí y lo que se escribe allá”

– El aislamiento de Canarias no ayuda a que nuestra cultura llegue a península

“Es uno de los mecanismos que impulsó a Isabel Delgado y a los Amigos del Guimerá establecer este puente. Además en Madrid, en el Nuevo Teatro Fronterizo, hicimos la presentación del proyecto Canarias escribe. Estoy muy ilusionado con este proyecto. Lo cierto es que he tenido una vinculación especial con Canarias. En concreto porque en cierto modo soy autor canario. ¿Te cuento una batallita?”

– Por favor

“Por un tema familiar, porque tenía una hija allí, una compañía de Las Palmas de Gran Canaria, la Compañía Canaria de Teatro que dirigía Tony Suárez me pidió que colaborara en un espectáculo sobre la última batalla de resistencia de los canarios frente a los godos. Como a mí el tema de la colonización, de la conquista de América, ya me interesaba me desplacé a Las Palmas estuve varios días viendo los lugares donde ocurrieron los hechos, leyendo bibliografía y crónicas, y comencé a escribir la obra que, posteriormente fue montada y se tituló Bajo el signo de cáncer. Y pude asistir tiempo después a la representación, me nombraron Hijo Adoptivo de Telde, osea, que hasta tengo carta de naturaleza (risas). Y a mí hay una cosa que siempre me ha fascinado, tal vez por mi afición a las fronteras, es que Canarias es un punto de intercepción entre Europa, África y América. Y es precisamente lo que queremos hacer con el proyecto Guimerá-Escenarios para la reflexión, explorar con los autores y autoras canarios esta temática de la confluencia, quitando de quitar un poco ese estereotipo de aislamiento y en lugar de eso, fomentar el concepto de cruce y de espacio de conexión”.

– En realidad, Canarias antes de la Guerra Civil era muy internacional por así decirlo. Aquí hubo un boom del movimiento surrealista…

“Cierto, era un foco del surrealismo. Sí, son un poco surrealistas los canarios”

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