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La voz canaria que deslumbró en los cinco continentes

A sus 94 años, María Mérida plasma en un libro, escrito por Javier Valentín Pérez, los recuerdos de una carrera artística que la llevó a cantar con Kraus, Caballé y Plácido Domingo
María Mérida, con el libro entre su manos, en su domicilio de Candelaria. A la izquierda, junto a Javier Valentín Pérez, autor de la publicación. Fotos: Fran Pallero

A sus 94 años, su rostro refleja un sentimiento de gratitud a la vida, a pesar de que no siempre le ha sonreído. Su memoria, intacta, repasa viajes y actuaciones por todo el mundo, emociones, anécdotas y recuerdos de su infancia en El Hierro, su isla, donde jugaba en El Charquete (Valverde) -una calle que hoy lleva su nombre- con cacharritos y con muñecas de cartón y en donde con apenas cuatro años se subía a una silla para entonar canciones infantiles en El Mocanal.

Aquella niña, que con solo cuatro años se trasladó con sus padres a Tenerife, donde transcurriría su juventud, acabaría, años después, cantando sobre más de 300 escenarios de los cinco continentes y compartiendo actuaciones con Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Montserrat Caballé o el mismísimo Bing Crosby. Su talento llevó al periódico The New York Times a incluirla entre las cuatro mejores voces del mundo, y a la multinacional discográfica Columbia a ofrecerle un contrato de 10 años.

María Mérida descorcha recuerdos sin esforzarse en agitar la memoria. Las estampas de antaño fluyen como burbujas alineadas por el tiempo, saltando de escenario en escenario y de país en país. La primera voz femenina canaria en grabar un disco hace más de 70 años vive días felices porque gran parte de esas vivencias se acaban de plasmar en un libro, María Mérida, la Voz, escrito por Javier Valentín Pérez, admirador de la gran dama herreña del folclore y poseedor de la mayor colección privada de discografía canaria. Además, con el mérito de costearse íntegramente el proyecto, para lo que ha tenido que pedir un crédito.

“Hemos estado, Javier y yo, dos años luchando por el libro. Y que por fin haya visto la luz con la edad que tengo, para mí es una gran satisfacción”, afirma, ilusionada, María Mérida, “porque yo tenía ganas de poder contar a mi gente un resumen de mi vida, lo que he hecho, por dónde he estado, los contactos que he tenido, el papel de mi familia… Una biografía de mi estancia en la vida”.

La idea del libro surgió a finales de 2015, cuando Javier Valentín Pérez, colaborador del programa Viva mi gente (Canarias Radio), dirigido y presentado por Alexis Hernández, uno de los grandes divulgadores del folclore isleño, invitó a María Mérida a participar en el programa. “Ahí la conocí, le sorprendió que yo tuviera todos sus discos, y nos comentó que le gustaría algún día que quedara escrita su trayectoria artística. En ese momento dije: hay que sacar ese libro como sea”.

María Mérida, con el libro entre su manos, en su domicilio de Candelaria. A la izquierda, junto a Javier Valentín Pérez, autor de la publicación. Fotos: Fran Pallero

alma y corazón

“María es la voz, en mayúsculas. Su trayectoria es incomparable. Su voz es especial, técnicamente inigualable, no se parece a nadie, y pone toda su alma y su corazón cuando canta”, sostiene el autor, capaz de completar un rompecabezas repleto de piezas que esperaban a que alguien las colocara en su sitio. “Armar ese puzle en la parte artística y profesional, clasificándolo por fechas, fue lo más bonito de todo”, asegura.

Tras su periplo tinerfeño, donde se casó y tuvo a su primer hijo, dio el salto a la capital de España. Allí comenzaría su carrera profesional. “Hice un disco en 1948 gracias a Néstor Álamo, que me fue a buscar a Madrid, por medio del Cabildo de Gran Canaria. Mis primeras cuatro canciones fueron Adiós, Canarias querida, Isla mía, El Zagalejo y Rubio y alto. Ese disco lo grabé con la compañía Columbia y ahí me hizo un contrato de 10 años”, relata María Mérida a DIARIO DE AVISOS en su domicilio de Candelaria, a apenas unos metros del mar que saluda cada mañana al despuntar el sol.

Sus sorprendentes modulaciones en el timbre de voz empezaron a difundirse a través de Radio Madrid, donde participó durante cinco años en los programas de Bobby Deglané, (“me quería muchísimo”, recuerda), y allí, en la capital de España, conoció al bailarín de flamenco Roberto Iglesias, con el que recorrería durante cuatro años Europa y América. Posteriormente, uniría su destino en el lustro siguiente al de José Greco, “un hombre que bailaba de maravilla”, para luego emigrar a Alemania cuatro años, donde, tras enfermarse, regresaría a Madrid para iniciar su etapa dorada de la mano de José Tamayo, “la figura más grande que había en el teatro”, con quien viajaría por el mundo durante casi un decenio, actuando en los recintos de mayor prestigio internacional. “Cantarle a nuestros emigrantes canarios es la labor de la que me siento más orgullosa, he visto derramar muchas lágrimas con canciones como Virgen de Candelaria, que la llevaba a todos sitios porque era uno de los números que más gustaba”, explica.

Su voz se entrecorta al rescatar entre sus recuerdos uno de los momentos que vivió durante una actuación en San Antonio de Texas, ciudad estadounidense de raíces canarias. “Estábamos cantando la Isa palmera, y vino corriendo por el centro del teatro un espectador, subió las escaleritas y se arrodilló ante mí. Yo lo levanté con todo mi amor, era un canario vencido por la emoción que terminó cantando con nosotros la Isa palmera”. María Mérida no puede evitar que un calambre de emoción recorra su cuerpo al recordar “tantas cosas bonitas que me han pasado”, entre las que incluye sus actuaciones en las antípodas de las Islas. “Emocionaba estar tan lejos cantando, en lugares como Australia o Nueva Zelanda, y verte rodeada de canarios. Yo decía, Díos mío, qué alegría, y me ponía a cantar con un nudo en la garganta”.

Las anécdotas fluyen espontáneamente en un relato que le hace revivir sus mejores años. “Una vez, en Venezuela, vi a una persona apoyada en un puente, me acerqué y tras fijarme en su aspecto físico le dije: “Tú eres canario”. Y él me respondió: “Y usted es doña María Mérida”. Me reconoció. Me dijo que había llegado como tantos otros paisanos hacía muchos años y que era el momento de volver a casa porque ya había trabajado bastante. En sus piernitas estaban las cicatrices de todo lo que había trabajado allí, abriendo tierra de sol a sol durante tantos años”, relata.

Pero María Mérida, antes de emocionar a los emigrantes canarios, también tuvo tiempo de abrir su corazón a numerosas causas solidarias. “Recuerdo cantar con Coros y Danzas Palmero sube a La Palma a personas muy enfermas en un hospital de Estados Unidos que no se podían mover, y verlos reír, felices, yo casi no podía ni cantar (se emociona). Los besaba con todo mi amor y me preguntaba cómo nos podemos quejar en la vida viendo esto”.

Admiradora de Alfredo Kraus, de quien presume de haber sido su amiga desde joven, y de Plácido Domingo, al que define como un hombre “sencillo y maravilloso” y con quien tuvo la oportunidad de actuar en países como China o Japón, María Mérida subraya el talento isleño, no siempre valorado. “Yo admiro a la gente de mi tierra mucho, porque nosotros mismos no nos damos cuenta de los artistas que tenemos aquí”.

El prestigio alcanzado y la categoría humana y profesional demostrada por una de nuestras grandes divas se demuestra también en su extraordinaria sencillez a la hora de agradecer los reconocimientos obtenidos en el Archipiélago a lo largo de su carrera. “Me han dado demasiado en mi tierra. Tengo el Premio Canarias, La Violeta de Oro, la Gran Cruz de la Orden, el Premio Taburiente… ¿Qué más puedo pedir?”. Precisamente, de este último galardón, entregado en 2018 por la Fundación DIARIO DE AVISOS, que ocupa un lugar destacado en la vitrina de su salón, junto a una fotografía dedicada de Alfredo Kraus, guarda un recuerdo imborrable. “La gala la recordaré siempre mientras viva. Jamás podré olvidar el amor que había allí entre los premiados, en el escenario, en la presentación… Todo era amor. Es uno de los recuerdos más bonitos que tengo”.

“adoro a mis Islas”

María Mérida no pierde ocasión para subrayar el cariño que siente por la tierra que le vio nacer, como ha demostrado a lo largo de toda su carrera artística. “Yo soy canaria, nacida en El Hierro, y adoro a mis siete islas. Las he querido siempre por igual a todas. Fíjate cómo será, que cuando yo empecé le hice una canción a cada una”. Profesional de los pies a la cabeza, sostiene que la voz “es algo muy serio, como lo pueden ser las manos para un pianista”. ¿Su receta para cuidarla? “Nunca fumar ni beber, no salir de noche, acostarse temprano y procurar no coger corrientes”.

La voz eterna de la canción popular canaria apura cada sorbo de la vida disfrutando de los pequeños momentos, ya sea con su familia, con sus dos perros, contemplando la inmensidad del océano desde la terraza de su casa o delante de un micrófono. Su extraordinaria afabilidad reluce de nuevo al final de la conversación cuando le pedimos que trace en una frase un retrato de su personalidad: “Soy una mujer sencilla, que ama a su gente, y que siempre ha procurado no hacerle daño a nadie”.

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