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El primer paso, reconocer la emergencia climática

En Canarias, los ayuntamientos de La Laguna, El Rosario y La Orotava, el Cabildo de Lanzarote y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria han sido los primeros en sumarse a la declaración de emergencia climática
Dos chicas alertan sobre los efectos de la contaminación con su cartel en la manifestación Somos Mar, convocada el pasado julio por el movimiento Juventud por el Clima Tenerife, entre otros colectivos ecologistas de la Isla. Fran Pallero
Dos chicas alertan sobre los efectos de la contaminación con su cartel en la manifestación Somos Mar, convocada el pasado julio por el movimiento Juventud por el Clima Tenerife, entre otros colectivos ecologistas de la Isla. Fran Pallero
Dos chicas alertan sobre los efectos de la contaminación con su cartel en la manifestación Somos Mar, convocada el pasado julio por el movimiento Juventud por el Clima Tenerife, entre otros colectivos ecologistas de la Isla. Fran Pallero

El movimiento ecologista ha resurgido más fuerte que nunca de la mano de una nueva generación, ellos son el corazón del movimiento Jóvenes por el Clima y no cesarán sus protestas hasta que todas las instituciones públicas declaren el estado de emergencia climática y tomen medidas para paliar este problema.

La declaración de estado de emergencia climática no tiene unos compromisos concretos asociados, aunque de forma generalizada las instituciones suelen adoptar la responsabilidad de reducir las emisiones de CO2 en un mínimo del 40% hasta 2030, potenciar el uso de las fuentes de energías renovables, presentar un plan de acción para el clima y de energía sostenible, y alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2040.

En Canarias, los ayuntamientos de La Laguna, El Rosario y La Orotava, el Cabildo de Lanzarote y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria han sido los primeros en sumarse a la declaración de emergencia climática. El Gobierno de Canarias, el Cabildo de Tenerife y el Ayuntamiento de Santa Cruz han adelantado que pronto se unirán también a esta declaración.

“Estamos en una situación extrema en la que el cambio climático ya está afectando a nuestro modo de vida, entonces habría que concienciar a la población, visibilizarlo y denunciar a aquellas instituciones que no tomen acciones”, sentenció Lorena Pérez, una de las primeras integrantes del movimiento Juventud por el Clima en Tenerife.
Lorena tiene 21 años y estudia Economía en la Universidad de La Laguna (ULL). Aunque evalúa positivamente las primeras declaraciones de emergencia, asegura que su generación no se va a acomodar, “vamos a estar pendientes para ver cuáles son las siguientes actuaciones y, sobre todo, queremos dejar claro que no es suficiente”.

Manifestación Somos Mar, convocada el pasado julio por el movimiento Juventud por el Clima Tenerife, entre otros colectivos ecologistas de la Isla. Fran Pallero
Manifestación Somos Mar, convocada el pasado julio por el movimiento Juventud por el Clima Tenerife, entre otros colectivos ecologistas de la Isla. Fran Pallero

Eduardo Febles, también de 21 años, estudia Derecho en la ULL y le gusta participar en la vida política. “Pertenezco a la Asociación Canaria de Estudiantes (ACE) y conocí Juventudes por el Clima porque se pusieron en contacto con ACE para recibir asesoramiento en su conformación. Me sentí muy reflejado en la lucha del movimiento y decidí involucrarme desde el principio porque es una lucha justa por el futuro del planeta”, relató. Para Eduardo, el reconocimiento que algunas instituciones canarias han hecho del estado de emergencia supone “un primer paso, porque dejan atrás términos como cambio climático o crisis climática para al final reconocer que estamos ante una emergencia”.

El estudiante pone como ejemplo la crisis de los controladores aéreos en España en 2010. “El Gobierno declaró el estado de alarma y tomó todas las decisiones necesarias para garantizar la seguridad del Estado. Entonces, en este caso pedimos medidas de raíz para garantizar también la vida y la sostenibilidad del sistema y de nuestra sociedad”. Entre las medidas que los jóvenes consideran urgentes están “la reducción de las emisiones de CO2 y la apuesta por la movilidad sostenible”, comenta Eduardo, quien cree que es el momento de “dar voz a los jóvenes, lo que no significa que no haya que escuchar también a los políticos que quieran dar soluciones y a la comunidad científica, que lleva décadas alertando”.

Pero esta nueva generación ecologista no está sola en su misión, la respaldan las históricas organizaciones ecologistas. En Canarias, Ben Magec, perteneciente a Ecologistas en Acción, lleva años en esta lucha: “Para nosotros es un lujo que hoy jóvenes de apenas 15 años estén pidiendo un futuro, porque ellos son conscientes de que pese a estar estudiando, van a perder el 90% de las posibilidades y recursos a los que tenían acceso sus padres”, señala Eugenio Reyes, portavoz de la organización.

El ecologista apoya las declaraciones institucionales del estado de emergencia climática, aunque lamenta que “llegan un poco tarde y todavía algo vacías de contenido”. En su opinión, los siguientes pasos deberán centrarse en “la minimización de los efectos del cambio climático a través de un marco jurídico específico que permita prever actuaciones frente a casos, por ejemplo, de olas de calor”.

A esto, Reyes suma la necesidad de “quitarnos el ser contaminantes de carbono, porque la huella de Canarias es de 11 veces su territorio, por eso hay que hacer realidad las energías renovables, no podemos esperar cuando en las Islas tenemos los recursos para ser eficientes”.

En cuanto a la descarbonización, presente en todas las reivindicaciones del colectivo, Reyes sentencia que debe ser total, “se tiene que aplicar a la economía, al transporte y a las comunicaciones”.

Esa descarbonización pasaría “por la consecución de la soberanía alimentaria, porque en las Islas traemos más del 90% de alimentos del exterior, mientras que hay 150.000 hectáreas de suelo agrícola que habría que poner a funcionar y que supondría la creación de 80.000 puestos de trabajo directos”, apunta Reyes.
Asimismo, la situación de las depuradoras es otro de los grandes problemas que se deben resolver. “Incumplimos la ley al no depurar el 100% del agua y luego nos vemos obligados a pagar las multas que nos imponen”, señala el ecologista.

La emergencia Canaria

En las Islas, los expertos manejan varios escenarios climáticos que preocupan a los colectivos ecologistas. “Canarias está dentro de la burbuja de los vientos alisios, un bioclima que ha determinado una flora singular con endemismos canarios, pero esa burbuja ya ha sido pinchada varias veces por fenómenos atmosféricos adversos, como la tormenta tropical Delta, y cada vez tenemos más acontecimientos similares”, apunta Reyes.

En el caso del medio marino, el ecologista señala que “la burbuja lleva rota más de 10 años, lo que ha provocado la desaparición de especies endémicas”. Además, “el aumento de las temperaturas del mar ha dejado crisis como la de las cianobacterias, mientras que la subida del nivel del mar nos dejaría sin playas y sin turistas”.
El clima canario, caracterizado por sus suaves temperaturas a lo largo del año, es posible que se vea modificado también. “Los famosos monzones africanos entrarían de lleno a Canarias, como los episodios de lluvias torrenciales en los meses de noviembre vividos en años anteriores. Aunque hay mucha incertidumbre, lo que está claro es que van a haber episodios extremos, lo que incluye fuertes rachas de viento y olas de calor”.

La contaminación marina por plásticos, además, no es un problema local del Archipiélago. “Nos ha llegado plástico de redes del Golfo de México e incluso de Miami. Todo esto afecta al clima, porque el medio marino produce oxígeno y esos plásticos están colapsando esa biodiversidad que es productora de oxígeno”, señala Reyes.
El futuro de las Islas está en juego. Por eso, ecologistas jóvenes y veteranos coinciden en la urgencia de declarar la emergencia climática. El foco ahora está puesto en las próximas decisiones políticas, que serán solo un primer paso de un largo camino para cambiar un modelo dañino, cuyas consecuencias cada día son más evidentes.

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