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De Canadá a Canarias: viaje de un trozo de plástico

Según Greenpeace, desde 1950 se han producido 8,3 mil millones de toneladas de plásticos

Contaba ayer el profesor de Química Analítica de la Universidad de La Laguna, Javier Hernández Borges, que 2005 fue un año importante para tomar conciencia científica del problema del plástico en los mares: ese año se encontró un albatros muerto en la isla de Hawái con una placa de plástico en el estómago que era de un hidroavión que se había estrellado en las costas de Japón durante la II Guerra Mundial.

¿Cómo había llegado eso al estómago de un pájaro hawaiano? “Tras investigar mucho y utilizar diversos modelos matemáticos, se llegó a la conclusión de que esa pieza de plástico estuvo dando vueltas en el parche de basura del Océano Pacífico durante años, y que luego pasó a la zona de Hawái”, explicaba durante un acto. Él es uno de los autores del artículo que la revista científica ‘Marine Pollution Bulletin’ publicará próximamente sobre la presencia de plásticos en Playa Grande, Arico, convertida ya en un laboratorio de esta catástrofe medioambiental donde se mezclan la basura sintética y las corrientes marinas.

Cuando la profesora Cintia Hernández, otra de las autoras del artículo, fue a hacer un muestreo a Playa Grande, se encontró con unas bridas de plástico donde aún no se había borrado el número de referencia. Lo puso tal cual en Internet y descubrió que venían de una pesquería de langostas canadienses. “Las corrientes de Canarias forman parte del sistema del Atlántico Norte”, explica Hernández. “Hay una corriente cálida que surge en el Golfo de México y que sube por la costa americana y luego gira hacia Europa, de donde surge un ramal que va hacia el norte y otro hacia el sur, que es el que llega a Canarias”, explica.

Según el artículo, titulado ‘Monitoreo de restos de meso y microplásticos en Playa Grande durante un ciclo lunar”, esta zona de la costa de Arico, cuyas imágenes multicolores de pequeños plásticos entre la arena llenaron redes y medios el año pasado, es especialmente vulnerable por su posición geográfica, orientada hacia el noreste, con viento también del noreste. Ambas condiciones favorecen la llegada de plásticos, cuya mayor o menor presencia varía mucho según el día.

El estudio se hizo durante un ciclo lunar, pero “no se encontró una aprente relación entre la fase lunar” y la presencia de plásticos. La concentración media de mesoplásticos hallados -los que tienen entre 5 y 25 milímetros- en muestras tomadas durante cinco días distintos, es de 18 gramos por metro cuadrado. La de microplásticos -entre 1 y 5 milímetros de tamaño- fue de 13 gramos por metro cuadrado. “Es una cantidad bárbara”, afirma Hernández. encontrados . “Y eso que no nos hemos metido a estudiar las microfibras”.

Sólo un 2% de los residuos recogidos era alquitrán. “Donde antes veíamos piche, ahora nos encontramos con plástico”. Un 76% era polietileno y un 19% polipropileno, que se utilizan en la fabricación de recipientes diversos o botellas de plástico.

Antes que Playa Grande, han sido analizadas otros lugares en las Islas con altas concentraciones de plásticos, como Las Canteras, en Gran Canaria, Famara, en Lanzarote, y la Playa de Ámbar, en La Graciosa. Allí, las bridas que se encontró la profesora Alicia Herrera, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), no eran canadienses, sino de una pesquería estadounidense de Maine, un estado al este del país. Ya da igual que uno busque el paraíso, que la basura siempre llega: varios estudios “han corroborado que las islas Canarias son un área de acumulación de microplásticos y alquitrán”, afirmaba un artículo anterior donde también participaba Cintia Hernández. “Dicen que la mayor aportación de plásticos vienen de los ríos. Pero nosotros, con grandes cantidades de plástico, no tenermos ninguno. Son única y exclusivamente de afluencia marina”, cuenta esta investigadora.

Un observatorio macaronésico

Tal y como está la cosa, varios organismos de los archipiélagos macaronésicos se han puesto de acuerdo para hacer funcionar un observatorio que evalúe, con datos obtenidos de manera sistemática, el impacto que tienen los microplásticos y diferentes contaminantes en las playas de los archipiélagos de Canarias, Cabo Verde, Madeira y Azores. Liderados por la ULL y la ULPGC, en el proyecto participan también la Agencia Regional para el Desarrollo de la Investigación y la Secretaría Regional de Agricultura y Desarrollo Rural, de Madeira, la Universidad de Cabo Verde y el Gobierno de Azores. Financiado con Fondos FEDER de la Unión Europea, tiene más de un millón de euros de presupuesto.

Ayer, durante el acto de presentación del proyecto, el profesor Javier Hernández Borges, explicaba que uno de los objetivos era el estudio del efecto de los microplásticos en las cadenas alimentarias y en los ecosistemas, para determinar los posibles efectos en la salud de los peces. Este año, un equipo liderado por investigadores de la ULPGC, entre ellos Alicia Herrera, ya ha publicado un artículo sobre la presencia de microplásticos en caballas que se pescan en las costas canarias. De los 120 ejemplares analizados, 60 pescados en Gran Canaria y 60 pescados en Lanzarote, 94 tenían microplásticos en el tracto intestinal, entre ellos figras, fragmentos o pedacitos de pintura.

Otro de los objetivos del proyecto es analizar los contaminantes adheridos a los micropláticos. “Actúan como esponjas que absorben lo que encuentran en el trayecto, explica Cintia Hernández. Científicos de la ULPGC también hicieron un estudio sobre contaminantes en algunas playas de las islas. En Las Canteras, por ejemplo, se observaron niveles considerables de DDT, un insecticida prohibido en España desde hace muchos años y que es muy efectivo contra el mosquito que transmite la malaria. Sin embargo, tampoco se puede descartar que su presencia se deba al uso intensivo que se hizo de este producto en la agricultura de Canarias en otras épocas.

Aún queda mucho por saber sobre los plásticos y sus efectos en el ecosistema. También sobre sus procesos de degradación, fundamentalmente producidos por cambios de temperatura, exposición a la luz, oxidación o choque con las rocas y la arena. Tampoco sabemos dónde se esconden. “Se estima que ese plástico que vemos es solo un uno por ciento del total vertido al mar”, explicaba ayer el profesor Hernández Borges. ¿Dónde está el resto? ¿Se está degradando? ¿Se está sedimentando? ¿ Está siendo enterrado?”, se preguntaba.

Lo que sí sabemos, según Greenpeace, es que desde 1950 se han producido 8,3 mil millones de toneladas de plástico. Actualmente, se vierten más de ocho millones de toneladas de plástico al año al mar. Un panorama un poco heavy que empieza cada día.

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