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Una abuela, una madre y sus tres hijos sobreviven en Icod con 120 euros al mes

La familia ocupa una vivienda en La Vega tras noches al raso. “Mami, ¿por qué no vamos a casa?”, preguntaban los niños
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FAMILIA ICOD 120 EUROS MES
Cristina, que aparece en la imagen junto a su madre (centro) y sus tres hijos en la cocina de la vivienda que habitan, en La Vega (Icod de los Vinos), confía en recibir alguna ayuda oficial o en una oportunidad de trabajo. J. C. M.

“La vida que he tenido no se la deseo ni a mi peor enemigo”, confiesa Cristina, que refleja en su rostro y en la expresión de sus ojos los golpes que ha ido encadenando, uno tras otro, sin haber alcanzado la treintena de edad. Sus heridas afloran a través de una sonrisa forzada, que deja al descubierto su dentadura incompleta, cuando nos recibe en una casa a medio construir que ocupa desde hace un año en La Vega, en la zona alta de Icod de Los Vinos, donde vive con su madre y sus tres hijos, dos niñas de 3 y 10 años y un varón de 11.

Víctima de violencia de género por parte de los dos padres de sus hijos, la vida la ha arrinconado con su familia hasta una vivienda sin encalar de dos pisos llena de humedades y que abraza la bruma al caer la tarde, unas condiciones adversas para su hijo, que padece asma y que sufre broncoespasmos. El único ingreso que entra en estas cuatro paredes desangeladas, en una de las cuales cuelgan dos jaulas con pájaros, son los 120 euros al mes, que entrega el padre de la menor de 3 años para su manutención, por resolución judicial.

En la cocina de la casa, donde atiende a DIARIO DE AVISOS, los platos se amontonan boca abajo uno encima de otro sobre un poyo de madera corroída. Encima de él, un biberón de plástico vacío, un caldero y una bolsa blanca sostenida por una puncha en la pared. A medio metro, junto a la ventana que da a un callejón, una cocina de gas con dos fuegos completa el mobiliario, mientras en lo alto una bombilla colgada de un cable emite un hilo de luz.

Los tres hijos van al colegio La Vega, en el transporte financiado por el Ayuntamiento de Icod de Los Vinos. “El grande saca buenas notas, quiere ser guardia civil, y a la del medio le va regular, aunque estuvo una semana sin ir a clase porque se le rompieron los tenis”, cuenta Cristina con cara de resignación.

El día comienza para la familia a las 7 de la mañana. A esa hora, Cristina y Mari, su madre, de 54 años, calientan varios calderos de agua para “bañar a los enanos”. Después les ponen el uniforme, les dan el desayuno, “si hay algo de comer”, y salen para el colegio, donde almuerzan, antes de regresar a casa a las dos de la tarde. “Mi hija se ha desmayado en clase porque hay días en los que no tenemos nada que darle y va sin desayunar”, confiesa. Cuando no participan en actividades extraescolares, las tardes se hacen largas, “porque no tengo adónde llevarlos, leemos, hacemos sumas y restas y muchas veces jugamos a las muñecas con las niñas”.

Mari digiere en silencio el drama familiar que asoma por su mirada. “Yo solo pido que mis nietos no pasen por lo que yo he pasado, que sean felices y que no les falte de nada. Yo, para mí, con un poquito tengo”, cuenta, sin perder la esperanza de un golpe de suerte en forma de un puesto de trabajo que acabe con tanto sufrimiento. “A ver si Dios me ayuda y consigo un trabajito. He estado en hoteles como camarera de piso, recogiendo tomates, en plataneras… He puesto el currículum por todas partes y me he apuntado en Icodemsa (empresa municipal), pero no ha salido nada hasta ahora”, describe, acentuando su rictus de sufrimiento, consciente de que la principal ayuda sería un trabajo “para poder alquilar una casita”.

FAMILIA ICOD 120 EUROS MES
La familia ocupa una vivienda en La Vega tras noches al raso. “Mami, ¿por qué no vamos a casa?”, preguntaban los niños. J.C.M.

La proximidad de las navidades agrava la tristeza de esta abuela precoz. “Me da penita, no tenemos nada qué celebrar, no tenemos ni árbol. Los compañeros de clase de mis nietos hablan de sus árboles de Navidad, y el otro día hasta pensamos subir al monte a cortar uno, pero está prohibido”. Mari es el gran pilar de la familia, como reconoce su hija. “Yo no sería nada sin ella, es una gran luchadora”.

Cristina acude regularmente a Cruz Roja, Cáritas y la ONG La Roca para recoger alimentos. “Gracias a ellos les doy un plato de comida a mis hijos”. Explica que la pérdida de su trabajo, que consiguió gracias a un convenio del Ayuntamiento, provocó el derrumbe familiar. “Nos tuvimos que ir del piso de alquiler de Icod, mi primo nos acogió, pero tuvo un problema con la familia y salimos de la casa en un mes. Después, pasamos tres noches durmiendo con los niños en la plaza de Genovés, en Garachico, al lado de una especie de escenario para que los niños no tuvieran tanto frío. “Mami, ¿por qué no nos vamos a casa?”, no paraban de preguntarme. Yo intentaba darle la vuelta a la pregunta, pero lloramos, pasamos frío y hambre”.

Después de tres noches al raso y tras buscar casas abandonadas, descubrió su actual hogar, propiedad de un banco. “Estaba desesperada, llamé a un amigo, vinimos, le di dos patadas a la puerta y me hice un esguince, pero entramos una noche. Después lloré, mis hijos iban a dormir en el suelo, pero bajo un techo”. Un año después, Cristina les ha dicho a sus hijos que están pagando un alquiler por la casa, aunque admite que la relación con los vecinos no es la mejor. “No quieren que estemos aquí y algunos me han llegado a amenazar”.

Mientras la conversación transcurre en la cocina, el salón se va llenando de bolsas cargadas de productos de primera necesidad (alimentos, incluido un surtido navideño, y artículos de limpieza y de aseo personal) enviadas por la Asociación Villa Feliz y transportadas personalmente por la madrina de la entidad, María de los Ángeles Lorenzo Cáceres Farizo, con la ayuda de Raquel Pérez, que junto a las colaboradoras Cristina Espinosa y Rosana no han dudado en acudir en auxilio de esta familia icodense. Mari rescata un paquete de galletas de chocolate y les ofrece a sus nietos, que cantan y aplauden. Madre e hija tampoco tendrán que fregar la loza en las próximas semanas con agua y unas gotas de limón.

VILLA FELIZ

La asociación tinerfeña y su red de colaboradores, que también ayudan a otras familias de la zona, se han volcado y han donado una lavadora, una nevera, un microondas y hasta una bombona, además de toallas, mantas, abrigos, calzado y material escolar. Pero no hay suficiente energía eléctrica para que los electrodomésticos funcionen. “Mi hija de 3 años padece del riñón y recibe tratamiento con antibióticos y gotas y no le he comprado el tratamiento porque los medicamentos necesitan frío y no hay luz suficiente para la nevera. Eso es lo más urgente, la luz”, cuenta Cristina, que ya se ha dirigido a los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Icod de Los Vinos. “Nos apuntaron para una casa, pero nos dijeron que estaba difícil. No recibimos ayuda de ninguna institución”, lamenta esta joven que soñaba de pequeña con ser veterinaria y formar una familia feliz.

Con la compra repartida en varias bolsas en el salón, concluye la visita. La abuela contempla la escena y nos dedica su última mirada al salir. Sus ojos en ese momento se llenan de lágrimas. “Gracias por ayudarnos”, sale de su boca, mientras los niños siguen comiendo galletas de chocolate.

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