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Colas en Santa Cruz para recoger una bolsa de comida

La ONG de África Fuentes, en García Escámez, atiende cada viernes a cerca de 400 personas que acuden en busca de comida
Colas en Santa Cruz para recoger una bolsa de comida

Son las diez y media de la mañana. La cola da la vuelta al Mercado de la Abejera. Cientos de personas esperan pacientemente a que la ONG que preside la incombustible África Fuentes, en García Escámez, comience el reparto de alimentos que, cada viernes, permite a unas 400 familias llevar algo de comida a casa. Preocupa el virus. Todos van con mascarilla e intentan mantener las distancias, muchas veces sin conseguirlo. Pero preocupa más el hambre. Huevos, lentejas, atún, arroz… Son solo algunos de los productos de las cajas. Hoy no hay leche, ni gofio. “Es lo que más nos hace falta ahora, porque con una tasa de leche y un poco de gofio resuelves una comida”, cuenta África, que, a sus 85 años, dice no tenerle miedo a la COVID-19, “o me mata el virus o la vejez”. Comienza el reparto. Carritos de compra gastados o simples bolsas de supermercado sirven para recoger los alimentos. Todos esperan pacientemente a que griten su número, el mismo que los voluntarios les han dado a su llegada en función de si tienen “los papeles” o no los tienen.

Juan Manuel Vega Fachi es el coordinador de la ONG. “Atendemos a unas 400 personas a la semana, tanto a los que vienen derivados por los servicios sociales como a los que no”. Matiza que intentan que todo el mundo acuda, al menos, con una cita concedida por los servicios sociales. “Nos vale con que nos muestren la fecha de la cita. A todos nos interesa que vengan con los papeles en regla, porque eso supone que podemos acceder a más alimentos”.
El coordinador detalla que tienen mesas en la que se cotejan los datos de los usuarios. “Si vemos que llevan varios semanas viniendo sin la justificación, advertimos de que a la próxima no podremos ayudarlos”. Así lo vocea uno de los voluntarios a lo largo de la cola: “si no traen la cita con la trabajadora social no podemos darles más comida”. Muchos de los que están esperando se miran sin entender muy bien qué significa eso.

Fachi cuenta que cada semana vienen unas 50 personas nuevas. Es el efecto pandemia. “Si hacemos el cálculo, solo nosotros, al mes, atendemos a unas 1.600 personas, pero si multiplicas esa cifra por los miembros de cada una de las familias podríamos estar hablando de más de 3.000”.
A la pregunta de qué necesitan, la respuesta es obvia: comida. “A las empresas grandes les pedimos que si tienen partidas que van a tirar, pero que aún están en fecha, nos las den, nosotros la repartimos. El banco de alimentos nos suministra comida el primer y tercer jueves de cada mes, por lo que el resto lo pasamos muy apurado”. Gracias a empresas como Jesumán, cuenta Fachi, “tenemos lácteos como yogures o quesos. Pero, por ejemplo, también necesitamos potitos o leche para bebés”. Hoy han conseguido una partida de chacina y casi todos pueden llevarse a casa algo de jamón.

En cuanto al perfil de los que acuden, “son gente sin trabajo y muchos ni siquiera tienen una casa en la qué cocinar unos huevos”, cuenta el coordinador. “Hemos tenido que poner unas cajas en los alrededores -continúa- para que dejen allí la comida que no quieran, porque hemos detectado que hay gente que ni siquiera tiene casa y si tu le das algo para cocinar, pero no tiene con qué o dónde hacerlo no les sirve de nada”.

Por su parte, África Fuentes, añade que la mayoría de los que acuden sin los papeles son venezolanos o cubanos que llevan aquí unos meses, y aún no han podido regularizar su situación. “A esa gente yo no les puede decir que se vayan” defiende. “No le doy de la comida de la UE -continúa- porque esa es para los que tienen todo en regla, pero le doy de las donaciones que nos hacen”. Añade que, “esta pelea la tengo siempre con las administraciones, y siempre le digo lo mismo, para comer no hace falta papeles”.

La cola de los que aún no tienen la derivación ratifica las palabras de Fuentes. Entre ellos, un hombre de 68 años, cubano de origen y con la nacionalidad española. Lleva dos años en la Isla. “Somos mi mujer y yo. Con el dinero que me manda una sobrina de Estados Unidos, y algún trabajo que hace mi mujer, vamos subsistiendo”, explica. Dice que se quiere ir con su sobrina, “pero está todo cerrado”. A su lado, otro hombre asiente dándole la razón.
Otra mujer más (la mayoría de la cola lo son) es española de nacimiento y llegó de Venezuela hace un año. Su hija estudia gracias a una beca y ella busca trabajo. “Mi hija tiene que formarse, para buscar trabajo ya estoy yo”. A sus 64 años confía en conseguir algo de trabajo o que el ingreso mínimo vital sirva para mejorar la situación, pero también critica que las administraciones no están respondiendo con la rapidez con la que debieran y señala la cola que está delante de ella. Vive en El Rosario y llega a García Escámez como puede.

Precisamente esa es una de las peticiones de África Fuentes. “Son gente sin ingresos, y si encima tienen que comprarse un bono, es comida que se quitan, por eso pedimos que den más bonos, nosotros no siempre tenemos”. Cuenta África que lo primero que hace por las mañanas es ver a quién llama y agradece la respuesta que recibe, especialmente de la Caixa, que siempre se pone. También da gracias al Ayuntamiento por toda la ayuda que le da.
Ya son casi las doce del mediodía y la cola sigue. Los propios voluntarios reconocen que la Policía Local no tardará en aparecer para recordar el cumplimiento de las medidas anticovid. África, al pie del cañón, supervisa la entrega de los alimentos y le recuerda a la periodista que no se olvide de mencionar que necesitan donaciones, “leche y gofio” repite.

 

África Fuentes: “Para comer no hace falta papeles”

Medalla de oro al Mérito Civil o Hija Predilecta de Tenerife, son dos de los reconocimientos que ha recibido África Fuentes por su labor al frente de la ONG de García Escámez. El primero lo recibió de manos de los Reyes y el segundo se lo entregó el Cabildo. Sigue ceyendo que no hace nada especial. “Si está en mi mano, nadie se queda sin comer”. Y esa es una de las cosas que la diferencia, atiende por igual a los que vienen con papeles que a los que no, porque, como repite, “para comer no hace falta papeles”.

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