El proceso ha cambiado en los últimos 25 o 30 años, pero no tanto como para que pierda su aire detectivesco y esa inefable satisfacción que siente un apasionado por el cine, y también cualquier persona interesada en la memoria del Archipiélago, cuando tiene ante sus ojos un hallazgo. La labor de rastreo y rescate de imágenes vinculadas a las Islas es una de las misiones de Filmoteca Canaria. La conservación y la difusión son otras dos igual de relevantes.
“En los años 90 -explica María González-Calimano, directora de Filmoteca Canaria-, todo era más complicado y laborioso. Había que localizar archivos que pudieran poseer imágenes de las Islas y luego escribirles una carta para contactar; más tarde, con el fax, esa comunicación fue más fluida, y ahora la mayoría suben a sus páginas web el material que digitalizan, a baja resolución y con una marca de agua, y poseen buscadores que facilitan las cosas”. “De cualquier modo, es un trabajo constante, que requiere tiempo y paciencia”, apostilla Calimano, quien detalla que estas pesquisas no se limitan a archivos más o menos institucionalizados. También abarcan una búsqueda más amplia en Internet e incluso en el Rastro y en mercadillos.
Un descubrimiento reciente son las imágenes que filmó la compañía estadounidense Fox en Canarias en 1925, halladas por el investigador tinerfeño Agustín Miranda Armas en la Universidad de Carolina del Sur. Tras disponer de una copia (11 rollos de filmación), Filmoteca Canaria ha elaborado una pieza de 30 minutos que en octubre presentó en el Espacio La Granja de la capital tinerfeña, y este miércoles (20.00 horas) lo hará en el Centro Cívico de Cabo Blanco (Arona). Esas imágenes serían los descartes del documental perdido Canary Islands, que se exhibió en 1926.
EL DOCUMENTAL PERDIDO
Es esa idea de pérdida la que pone en perspectiva el trabajo de Filmoteca y de las personas que colaboran con esta entidad dependiente del Gobierno de Canarias: “Tenemos el caso del documental de la erupción del Chinyero en 1909. Sabemos que se exhibía en los cines de Estados Unidos al menos hasta 1916, pero no ha aparecido ninguna copia. A veces pienso que aún existe, pero catalogado como la erupción de otro volcán… Quizás de Hawái”.
Las películas domésticas son otra fuente para esta recuperación del pasado insular a través de las imágenes, para conocer cómo éramos y cómo vivíamos. “Es un material muy interesante -subraya Calimano-, pues los aficionados de entonces entraban donde no lo hacían las cámaras de los profesionales”. Pero incluso al margen de ese cine familiar, María Calimano también menciona obras de cineastas aficionados que son auténticos documentos históricos. Cita, por ejemplo, a Eduardo Charif (perteneciente a la Unión de Cine Amateur de La Laguna, Ucala), quien, provisto de su cámara de 8 milímetros, filmó en 1964 el incendio de la iglesia de San Agustín, en La Laguna. “Al ser entonces puerto franco -explica Calimano-, acceder a una cámara no era tan complicado como pudiera parecer. También era más barato conseguir película para filmar y existían centros donde revelar el material”.
CONSERVACIÓN
Las imágenes de las Islas más antiguas que guarda Filmoteca Canaria son de 1909: documentales de la compañía francesa Gaumont -entre los que figuraba el ya mencionado de la erupción del Chinyero-. Las primeras de cine doméstico son de 1915: Fiesta familiar y Familia Navarro Nieto en la playa de Las Canteras, ambas entregadas en depósito por miembros de dicha familia, originaria de Ávila y afincada en Gran Canaria, a Filmoteca Española y a la entidad que dirige María Calimano, respectivamente.
Con el tiempo, Filmoteca Canaria ha logrado superar el recelo inicial de muchos particulares y coleccionistas a entregar filmaciones de las Islas para digitalizarlas. “Es un patrimonio importantísimo que frecuentemente acaba en la basura. Quien nos entrega esa obra conserva siempre la propiedad intelectual sobre ella, recibe una copia digital, tiene la garantía de que no la vamos a ceder a terceros sin su autorización y, sobre todo, contribuye a que este legado se conserve en las mejores condiciones posibles”, concluye María Calimano.