Los migrantes que se quedaron el martes por la noche junto al Hotel Concordia, en las calles del Puerto de La Cruz, argumentando ser menores y rechazando el traslado al cuartel de Las Canteras, tenían ayer, a las dos de la tarde, cara de cansancio y cierto desánimo, sin ducha ni baño a donde ir. Era la antesala del final de una pequeña revuelta cuya imagen más visible eran las almohadas y las sábanas donde todavía dormitaban algunos. Horas más tarde, aconsejados por varias personas de la Asamblea de Apoyo a Migrantes, que les han acompañado en todo momento, aceptaban irse al cuartel lagunero con la garantía del fiscal de Menores de que sus casos serán estudiados. En la filiación que se les hizo al llegar, aparecen como mayores de edad. Pero ellos niegan que lo sean.
También lo negaban la mayoría de los setenta migrantes que sí aceptaron irse a Las Canteras el martes. Y los otros veinte que también se resistieron a marcharse y fueron trasladados por la noche a un recurso para menores tutelados por la comunidad autónoma en La Esperanza, después de una selección hecha sobre la marcha, sin otro criterio científico que el buen ojo del técnico que fue a recogerles, según varias de las personas presentes.
Según la Consejería de Derechos Sociales, desde la Fiscalía de Menores se les solicitó que trasladaran por “presunción de minoría de edad”, a una veintena de personas, que eran “los que no habían sido trasladados al campamento y aún estaban en el hotel”. Al llegar el técnico y ver que eran más, “se realizó una selección de una veintena, priorizando a los menores que resultaban más evidentes y descartando a otros que ya habían pasado por centros de menores y contaban con decreto de minoría de edad”.
Quedaban 41 en la calle, y la noche fue dura. Uno de ellos tuvo un ataque de ansiedad. Pero luego, el día empezó con un desayuno de pan, leche y gofio que trajo la policía local. Y mientras algunas representantes de la Asamblea se reunían con la Fiscalía de Menores, los jóvenes migrantes estaban a la espera.
-“Yo, cuando era menor, como tú, no estudiaba”, contaba una de las personas de la Asamblea a un joven senegalés mientras bajaban en grupo por el paseo de palmeras de la Avenida Aguilar y Quesada del Puerto de la Cruz.
– “¿Y por qué?”, preguntaba él sorprendido.
-“Porque yo muy loca. Mucho cigarrito”, bromeaba ella.
Más preocupado parecía Abdoullah, que decía tener 16 y repetía una frase que casi parecía el lema de esta pequeña revuelta: “Campamento [de Las Canteras] muy mal, centro de menores o Senegal”. “A Matar Mbenga no le han hecho test”, decía uno de los jóvenes, hablando de él en tercera persona.
A la hora del almuerzo, apareció por allí Protección Civil con comida de ciudadanos anónimos y del banco de alimentos de la Fundación José Luis Montesinos. También apareció por ahí Goya, trabajadora de un Hiperdino, que se llevó a varios a su apartamento para que pudieran ducharse. “Yo pasaba por aquí y me preguntaba qué podía hacer. Pero cuando los vi tirados… Es que podría ser cualquiera de nosotros”, decía con la voz quebrada.
Poco antes de las cinco, Silvia, una de las personas de la Asamblea, que durmió con ellos la noche anterior, les aconsejó poner un plazo de una hora más. Si se cumplía y no tenían asegurado un recurso para menores, debían ir a Las Canteras “para no perder la plaza” y evitar el peligro de ser deportados a Senegal. Al que está en la calle es al primero que devuelven a su país, recordaba ayer el delegado del Gobierno, Anselmo Pestana. A esa hora, Diene llegaba de Las Canteras en guagua. Se había ido el día anterior, pero quería estar con sus compañeros y se quejaba del centro. “Mucho frío, huelga, problemas, comida no buena, no he podido arreglar mis papeles”, decía. A las 21:30, sin embargo, todos se subían a la guagua, con la garantía del fiscal de que estudiará los casos, de los que ya tiene una lista. Ayer sacó a tres menores de Las Canteras.
“Se van al centro porque confían en nosotros, los hemos tratado con respeto, escuchándolos, reconociendo su identidad como menores”, decía Silvia. Ahora, serán las instituciones las que determinen si lo son o no. Desde la Asamblea les han prometido asistencia jurídica para ayudarlos en el proceso.