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El obispo lanza un mensaje a los enfermos de la COVID, migrantes y palmeros

Bernardo Álvarez tuvo un saludo muy frío con la representación de las autoridades políticas presentes en la eucaristía de la festividad de Candelaria

El obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, presidió hoy la eucaristía principal de la festividad de Candelaria que volvió a estar marcada por las restricciones, con solo 300 personas en el interior de la Basílica y otras tanto en la plaza, que al final pudieron ver la imagen de la Patrona, al salir esta a la puerta principal, aunque sin procesionar como solía ser habitual antes de la pandemia.

En la homilía del obispo no hubo ni una sola palabra para la polémica en la que está envuelto, tras afirmar que la homosexualidad puede considerarse un pecado mortal, lo que le ha llevado a ser reprobado por el Cabildo e incluso ha abierto una investigación de la Fiscalía por presunto delito de odio. Bernardo Álvarez tuvo un saludo frío con las autoridades políticas, encabezadas por el presidente insular, Pedro Martín y la alcaldesa de Candelaria, Mari Brito -no asistió finalmente el presidente del Parlamento, Gustavo Matos- y algo más cordial con las autoridades militares, cuando terminó la misa y la Virgen regresaba al interior del templo.

El obispo recordó que el 2 de febrero es el día de Las Candelas porque “es la presentación del niño Jesús al Señor, como luz que alumbra el camino”, ese camino que deseó para los enfermos y víctimas de la COVID, para los migrantes y para que los palmeros “tengan paciencia para rehacer sus vidas tras el volcán”, pero ni una palabra sobre los homosexuales.

Pedro Martín, presidente del Cabildo, y Mari Brito, alcaldesa de Candelaria, al término de la misa, insistieron en reprobar las manifestaciones de Bernardo Álvarez sobre la homosexualidad como pecado mortal, aunque “es muy libre de no hablar de ello en esta festividad de la Patrona”, coincidieron ambos políticos.

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