guerra en ucrania

Melinda, la psicóloga tinerfeña que asiste a niños refugiados en la frontera con Ucrania

Especializada en emergencias, ha participado en intervenciones durante el confinamiento del hotel H10 Costa Adeje, el volcán de La Palma y ahora la guerra
Melinda, la psicóloga tinerfeña que asiste a niños refugiados en la frontera con Ucrania
Melinda, la psicóloga tinerfeña que asiste a niños refugiados en la frontera con Ucrania
Melinda Enfrefy, psicóloga en emergencias tinerfeña que atiende a niños refugiados en la frontera con Ucrania | CEDIDA

Hablar de Melinda Endrefy, psicóloga de emergencias radicada en Tenerife, es hacerlo de los últimos grandes eventos que han sacudido el mundo. Comenzó a emplear el arte como hilo conductor para dar terapia en el hotel H10 Costa Adeje, donde atendió a cientos de huéspedes confinados por la COVID-19 en febrero de 2020. Más tarde, asistió a damnificados del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, como miembro del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) del Colegio Oficial de Psicología (COP) tinerfeño. Y desde el pasado 24 de febrero, trabaja con niños ucranianos que huyen de la guerra en una localidad fronteriza situada al norte de Rumanía.

“Cuando me activaron, no sabía muy bien a lo que nos enfrentábamos. Llegué al hotel y me encontré a 1.000 personas de 24 nacionalidades, cientos de ellas niños, a las que no podíamos acceder porque estaban en cuarentena”, explica Melinda a DIARIO DE AVISOS sobre uno de los hechos más relevantes del inicio de la pandemia en las Islas. En ese dispositivo, vista la imposibilidad de atender presencialmente, cuenta que “se me ocurrió la idea de dibujar cuentos y enviárselos a las habitaciones” a los más pequeños. Una iniciativa que resultó fructífera, dado que, indica, tuvo el efecto deseado: “Ellos también me enviaban dibujos a mí”. Así es como hizo de la arteterapia una de sus herramientas de trabajo más importantes.

Pero, en el marco de esa emergencia, no solo se percató de que las disciplinas artísticas podían serle de gran ayuda para calmar a las víctimas de una catástrofe. También puso atención en los trabajadores de primera línea de fuego de la batalla contra el coronavirus: “Vi el desborde emocional de los sanitarios por la magnitud de la pandemia”, dice. Es por ello que propuso al COP un proyecto para dar aliento al personal de Atención Primaria, que carga sobre sus espaldas la responsabilidad de atender, en primera instancia, a los pacientes que han contraído la enfermedad, algunos graves.

Dedicó meses a consolar a esos soldados del sistema de Salud público, hasta que, el pasado 19 de septiembre, la Historia quiso marcar un nuevo hito. El volcán de Cumbre Vieja entró en erupción, y la decana del COP, Carmen Linares, levantó el teléfono: “Melinda, ¿qué tal si llevas tus pinceles, lienzos y acrílicos a La Palma?”, le preguntó, a lo que ella accedió. Una experiencia que dejó huella en Melinda, en la medida en que se vio “pintando con el ruido del volcán de fondo”; un rugido que, reconoce, ha quedado grabado en su memoria y nunca olvidará.

Y, después de dos maratonianos años en los que ha permanecido envuelta en una frenética dinámica, de intervención en intervención, relata que quiso tomarse unas merecidas vacaciones: “Llevaba mucho sin ver a mi familia, así que cogí un vuelo para Rumanía”. La idea inicial era pasar unas semanas rodeada de sus allegados y alejada de las emergencias con las que había tenido que lidiar. Sin embargo, el destino parecía no querer darle tregua. En lo que su avión tocó tierra, las tropas rusas, bajo las órdenes de Vladímir Putin, se adentraron en suelo ucraniano, iniciando la invasión del país del Este de Europa.

Los padres de Melinda, periodistas de la radio nacional rumana, entendieron perfectamente cuál era el rol que su hija debía asumir. “Busqué un equipo con el que estuve trabajando hace 10 años, me puse el chaleco de psicóloga en emergencias internacional y me desplacé a la frontera con Ucrania”. Al arribar al lugar, afirma que percibió “mucho pánico”, especialmente entre los niños: “Estaban muy asustados, llorando”, al no entender el motivo por el que habían tenido que abandonar sus hogares sin saber si regresarían.

De entre todos los casos que ha escuchado a lo largo de las cuatro semanas que lleva participando en el dispositivo de atención a los refugiados, cuenta que le resultó llamativo el de una familia de tres miembros: una madre y sus dos hijos. “La madre dijo que unas horas antes habían salido de un búnker, se dirigieron a una estación de metro y les bombardearon”. No obstante, tuvieron la suerte de poder alcanzar una de las fronteras al sur del país.

La mujer explicó que su niña pequeña, de cuatro años, solía tener problemas para vestirse. Pero el día que huyeron del lugar al que hasta hace poco llamaban hogar, su hija esperó a que se acabara el sonido de las sirenas antiaéreas y los misiles dieran paso a un silencio sepulcral. Entonces, prosigue Melinda: “La madre me contó que se puso de pie, se colocó la chaqueta sola y le dijo Estoy lista. Te prometo que no voy a llorar. No tendré miedo, pero vámonos”.

EN PRIMERA LÍNEA

Las dotes políglotas de Melinda, que habla cuatro idiomas (español, inglés, húngaro y rumano) no han pasado desapercibidas. Admite que es uno de los motivos, unido a su experiencia -que en Rumanía adquiere especial valor, ya que no existe la especialidad de psicología en emergencias-, por el que fue elegida para cruzar la frontera y adentrarse en Ucrania. Allí, comenta que hay “colas tremendas, con gente que espera hasta 72 horas para salir”, y ha atendido, sobre todo, “a los niños y a las familias que están esperando en los coches”.

Próximamente, indica que tiene previsto ir al hospital de Chernovtski, para, retrotrayéndose a su labor con el personal de Atención Primaria en Tenerife, “apoyar psicológicamente a los médicos”, que han tenido que presenciar la muerte de civiles por culpa de los bombardeos. Además, Melinda, valiéndose de su hoja de servicio impartiendo “algunas clases de Psicología en inglés en la Universidad de La Laguna”, también afirma que espera poder dar formación a los psicólogos ucranianos, a fin de que éstos adquieran recursos en respuesta a emergencias. Unas aptitudes que le han valido a esta profesional afincada en Canarias para afrontar las grandes tragedias de los últimos años: la pandemia, el volcán de La Palma y, ahora, la guerra.

TE PUEDE INTERESAR