Ramón Borrajo Domarco, Moncho Borrajo (Baños de Molgas, Orense, 1949), vive desde hace años en Tenerife, donde ha encontrado su paraíso. Estudió arquitectura técnica y bellas artes, es también escritor, pintor, poeta, actor, habla fluidamente gallego, catalán, italiano y, naturalmente, español. Su padre era el sastre del pueblo. La familia llegó a tener una pequeña empresa de sastrería y jamás les faltó nada a los pobres que tocaron a su puerta. Moncho Borrajo es uno de los grandes humoristas de la Transición, con actuaciones memorables en Cleofás (Madrid) y Don Chufo (Barcelona). “Yo fui un miembro de la movida rica”, me dice, recordando viejos tiempos. Le vi actuar en Cleofás, era un espectáculo. Hizo reír y cabrear, y mucho, a Fraga y a Carrillo que fueron a verlo –juntos— a Cleofás. Luego lo contaré. Celoso de su vida privada me dice: “Yo soy homosexual, pero no voy por la calle con una peineta y una bandera gay”. Todo el mundo se lleva bien con él, menos Pedrito Ruiz, “porque él critica, pero no admite la crítica”, aclara. Los Realejos ha abierto expediente para nombrarlo hijo adoptivo del pueblo en el que reside y sobre la actualidad de España hace un apunte: “Los Estados Unidos se pirran por su historia, que no tienen, y en España intentamos enterrar la nuestra, negando hasta la existencia de Isabel la Católica”. Pronuncia palabras duras para unos y para otros, “para el rojo traidor y para el facha traidor”. Y cuenta: “En las películas americanas también se altera la historia. El famoso jefe indio Jerónimo no saludaba con un “how”, sino con un “hola”, porque su idioma era el castellano”. Hace unos retratos degradados (él los llama desrretratos) realmente buenos y está a punto de exponerlos en Torremolinos, en el Centro Cultural Pablo Picasso.
-¿Por qué vives en Tenerife?
“Pues porque un día Juanjo Iglesias, que es gallego, siendo director del hotel Maritim, me invitó, vine y cuando observé el Valle me quedé maravillado. Y, además, aquí me enamoré de un tinerfeño del norte. Pero la cosa se rompió, es difícil convivir con un artista”.
-¿Qué te sugieren estos versos?: “Llegué a esta tierra llorando/cuando salí de la mía/pero pronto comprendí/que aquí también me querían”.
“Es una de las letras que incluí en un libro de nuevos cantos canarios que me prologó Elfidio Alonso. Ahora la cantan, hecha isa, en las romerías y yo me emociono, por supuesto”.
-Moncho, a eso se le llama querer a esta tierra.
“Sí, puedes asegurarlo”.
-¿Quién es para ti el gran poeta español?
“Desde luego, Alberti no; en el exilio cobraba hasta los autógrafos. El gran poeta español no es sólo Lorca, sino sobre todos los demás Miguel Hernández. Y también el gran olvidado. Yo tengo una teoría sobre Lorca, que es compartida por otras personas”.
-¿Cuál?
“Que no lo mataron en Granada, durante la guerra civil, sino que logró huir y que murió en Cuba, probablemente”.
(Apunto que Lorca era muy amigo, yo creo que novio, de un hermano de Dulce María Loynaz, muy ligada a Canarias por su matrimonio con Pablo Álvarez de Cañas, cronista social del Diario de La Marina. Dulce María fue distinguida con el premio Cervantes. Y autora de un único libro en prosa -su obra poética es muy extensa y valiosa-. Ese libro en prosa se titula Un verano en Tenerife. Moncho continúa con su teoría sobre Lorca:
“¿Por qué no se ha encontrado el cadáver de Lorca? ¿Por qué guarda silencio su familia? Pues porque no lo mataron en España. Y no hay que olvidar, entre nuestros grandes poetas, a Vicente Aleixandre, cuya obra no debe cuestionarse”.
-¿Eres partidario de esas celebraciones multitudinarias que reivindican los derechos de los homosexuales?
“Mira, yo soy gay todo el año, no necesito enorgullecerme de ello un día al año solamente. Si quieren hacer un carnaval me parece bien, pero los derechos se reclaman con dignidad. A la gente no se le juzga y si se le juzga que lo hagan de cintura para arriba, que es donde están el corazón y el cerebro”.
-Háblame de tu madre.
“Era extraordinaria. Cuentan que una vez le dijo a mi padre, cuando vio que yo no le mordía el pezón cuando me daba de mamar: “Mira, este niño no muerde”. Lo entendió enseguida”.
-¿Qué le dirías a un Gobierno que se precie, de cualquier color?
“Pues que quien vive con traidores acaba traicionado. Es que en este país la izquierda no mira hacia adelante, sino que remueve la guerra civil; y la derecha, el PP, se avergüenza de una guerra civil que no hizo. Y así no vamos a ninguna parte”.
-¿Qué te parece lo de tu buen amigo José Luis Moreno?
“Pues que conmigo siempre cumplió. Cuando ocurrió todo aquello llamé a Televisión Española para dar mi opinión sobre él, pero no me dejaron. Tuve una buena relación con José Luis, como con Mari Carmen, como con el gran Chicho Ibáñez Serrador”.
-Pero no te llevó a Un, dos, tres, ¿no?
“Sí, sí, estuve invitado varias veces. Chicho fue a verme al camerino en Don Chufo, en Barcelona, y me dijo: “Usted está muy por encima del humor que yo pretendo para mi programa”. Aun así hice dos especiales y un concurso en Un, dos, tres. Chicho era una persona extraordinaria”.
-¿Se adaptan los humoristas a los tiempos actuales?
“Mira, no. El ejemplo lo tenemos con Pajares. No supo adaptarse a los nuevos tiempos y era, y posiblemente seguiría siendo, un artista muy bueno. Pero los que subimos a los escenarios tenemos que asumir los cambios; eso, adaptarnos a los nuevos tiempos”.
-¿Todavía actúas, o sólo pintas y escribes?
“No, todavía actúo y tengo algunas propuestas. Pero no acepto más de dos al mes. Son suficientes”.
-No mucha gente conoce tu amistad y tu debilidad por la fallecida María Mérida, a la que has dedicado un libro de poemas que saldrá pronto.
“Yo con María, más que hablar, que hablé mucho, nos mirábamos. Era una mujer y una artista muy grande. Hablamos de la soledad de los hoteles, de los silencios habladores, la vi llorar. Y escribí Gotas de rocío en su honor, unos poemas que aparecerán pronto y que son mi homenaje a este lujo para Canarias”.
-Moncho, tú siempre has gozado de buena prensa. ¿O me equivoco?
“Jamás he tenido un problema con un periodista. Nos necesitamos unos a otros. Yo les decía, en Madrid, que no me podían dar ni el premio Naranja, ni el premio Limón, sino que tenían que inventarse para mí el premio Melocotón”.
-¿Te consideras un hombre del pueblo?
“Sí, una vez comí con los Reyes y al día siguiente asistí a la primera comunión del hijo del más bandolero de mi pueblo, con el mismo traje”.
-¿Qué fue lo mejor que te enseñó tu padre?
“Mira, me dijo que no me agachara ante nadie, sólo ante Dios. Y añadió que como Dios no iba a venir, que no me agachara ante nadie”.
-¿Te consideras un hombre de derechas, de izquierdas?
“Mi abuelo era republicano; mi padre fue socialista, pero un socialista que jamás habló mal de nadie, ni siquiera del régimen que le tocó vivir una parte de su existencia. Yo fui educado en los maristas y nadie me puede colocar una etiqueta ideológica”.
-Tu padre fue un referente, por lo que cuentas.
“¿Cómo no va a serlo una persona que trabajaba toda la noche para confeccionarle un frac a un diputado? Era un currante, un trabajador que sacó adelante a su familia”.
(Moncho ha escrito hace tiempo sus memorias, que he pedido a Agapea. Tardará ese libro unos días en llegar. Se titula el libro Corre, gallego, corre. Es culto, cultísimo. Donó 5.000 ejemplares de su biblioteca al museo de su pueblo, una antigua estación de trenes reconvertida en centro cultural. Dice que no se alimenta de la nouvelle cuisine sino que siempre ha preferido la cocina de su madre. Y hablando de televisión, cita una frase de Chufo Llorens, que ahora tiene 91 años y que fue novelista, abogado y en ocasiones su representante: “Hay programas a los que tienes que ir gratis y otros a los que no tienes que ir ni cobrando”. Moncho se ha rasurado la barba, pero está otra vez en el proceso de dejar que crezca. Y con todos los políticos, con todos, es muy crítico: “Hoy la palabra no tiene valor, los políticos no entienden nada de esto. A mí no me importan los ideólogos, ni las ideologías, me molestan los arribistas”. Y añade que lo que le gusta es que hablen de él por su trabajo. “¿Para qué hacer alardes y extravagancias sobre la condición sexual de cada cual? Todo el mundo debería tomar ejemplo de Terenci Moix y de Antonio Gala, que no necesitaban nada de eso”. Y en cuanto a los poetas, insiste: “¿Por qué triunfaron los grandes poetas del 27 y del 98? Pues porque se acercaron a la calle. Ahora escriben para ellos mismos, existe una gran dosis de egocentrismo”).
-Le acabo de escuchar un discurso precioso a Serrat, en una universidad costarricense que le hizo doctor honoris causa.
“Es que Serrat es un tipo coherente, un crack como artista. Canta en castellano porque le da la gana y cuando canta en catalán es porque le da la gana también. Se ha ganado el respeto del mundo entero”.
-¿Qué le dijiste a Fraga en Cleofás? Tengo curiosidad.
“Pues le pregunté que cuánto medía y me gritó que no sabía. Yo le respondí: “O un metro setenta o un metro ochenta, dependiendo del vaivén”.
-¿Se cabreó?
“No sé, creo que no”.
-¿Y a Carrillo?
“Pues le hice una broma sobre si había montado una camisería… por lo de Paracuellos”.
-¡Joder, Moncho!
“Eran tiempos en que todo se encajaba mejor y yo no estaba diciendo ninguna mentira, sino haciendo humor”.
(Es una pena que se tenga que marchar, porque le espera el jardinero de su casa realejera. Le pregunto si quiere que algo de lo que me ha dicho no lo publique y me dice: “Todo lo que te he contado es para publicar, tienes mi permiso”. Se ha comido un pescadito en Los Limoneros y da la impresión de que está de vuelta de todo, de que ha trabajado, ha ahorrado y ahora hace lo que le apetece. Me habla de su amiga Mari Carmen (la de los muñecos), que también reside en el Puerto de la Cruz: “Le he dicho que venda ese Mercedes tan grande que conduce, que ese coche no es para ella”. Una vez, en los tiempos de Isidoro Luz, el gran alcalde portuense y presidente del Cabildo que fue, le encargó al famoso arquitecto italiano Sartoris una residencia para escritores y artistas que quisieran pasar en el Puerto de la Cruz los últimos años de sus vidas. Hubiera sido una pasada. Sartoris hizo un dibujo de la residencia, que yo tengo. De esto sabe más que nadie la profesora Maisa Navarro, a quien voy a llamar por si tiene la amabilidad de concederme una entrevista. Me cae muy bien).