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Adeje, territorio de leyendas y misterios

La celebración del encuentro ‘Adeje Insólito’, promovido por el Ayuntamiento, reunió a diversos especialistas para hablar de leyendas, tradiciones mágicas y hechos insólitos de Tenerife
Adeje, territorio de leyendas y misterios
Ruinas de una de las fachadas de la Casa Fuerte, en el municipio de Adeje, donde se aprecian unos símbolos peculiaress entre los huecos de las ventanas. DA

El Adeje de los guanches fue un territorio que la tradición señala como reservorio del poder más elevado de la Isla, así como escenario del épico intento de revertir el imparable sometimiento de la población indígena que acompañó a la Conquista de Tenerife. Es en Adeje donde emerge la figura del mítico Tinerfe el Grande, personaje descrito como el último gran mencey de una isla que, un siglo antes de la llegada de los castellanos, aparecía unificada y en paz.

Ese rol de unificador y pacificador de Tinerfe equivale al atribuido a figuras legendarias e históricas de otras culturas, como el Emperador Amarillo, Huangdi, o Narmer, unificador del Bajo y Alto Egipto además de fundador de la I Dinastía.  Mítico o real, lo cierto es que, de acuerdo con la tradición, el orden social vinculado a este Gran Mencey se resquebraja tras su muerte, fragmentándose la isla en nueve menceyatos, quedando Adeje en manos del noble Atbitocarpe. Pero será Pelinor el último mencey adejero de este linaje, líder tribal que se decantó por no mostrar resistencia ante los planes del conquistador Alonso Fernández de Lugo, aceptando ser bautizado bajo el nombre de Don Diego de Adeje. 

Aún quedaría tiempo para que otros personajes rodeados de épica irrumpieran en la historia adejera, como es el caso de Ichasagua, guanche alzado que lideró la más notable de las rebeliones frente a los incontables atropellos cometidos o instigados por De Lugo. No hay duda de que un líder así debió existir, aunque su nombre y detalles biográficos no cuenten con suficientes evidencias. Cuenta la tradición que en 1502 fue nombrado Mencey por los guanches alzados, quitándose la vida en un acto ritual de honor en el llamado Llano del Rey, al descubrir la traición de algunos de sus aliados y lo irreversible del nuevo orden social establecido.

Adeje cuenta con una de las devociones marianas más antiguas de Tenerife, fruto de una precoz y providencial aparición en sus costas. La imagen primigenia aparece en las inmediaciones de la que con el tiempo sería conocida como Cruz del Humilladero, en La Enramada, siendo robada y llevada hasta Garachico. La tradición narra como el pesar de los adejeros se vio consolado por “alta disposición de la Providencia Divina”, mediadora en la aparición en el mismo enclave de una segunda imagen, esta vez bajo la advocación de La Encarnación. La segunda es una imagen de vestir de 126 centímetros. Una cueva y una primera ermita le sirven de templo, hasta que es trasladada hacia el último tercio del siglo XVI por Pedro de Ponte hasta la ermita, hoy parroquia, de Santa Úrsula. Todos los expertos coinciden en señalar el lugar de la aparición como un espacio de culto guanche que fue utilizado para introducir la nueva fe cristiana.

Magdalena Luisa de Llarena y Viñas, marquesa de Adeje, además de Mayordoma y Camarera de la Virgen, encarga en 1745 la redacción del Libro de Milagros de Nuestra Señora de la Encarnación, un texto que vendrá a suplir a un primer libro perdido. El documento se concluyó en 1752 y recoge 23 prodigios, de los que una decena son curaciones y varios responden a una relación de generalidades entre las que destacan dos aspectos: el extraño cambio de color que experimenta el rostro de La Encarnación, y los efectos curativos atribuidos al aceite de su lámpara. Uno de sus prodigios más llamativos aconteció el 18 de enero de 1746, con motivo de un ataque de piratas ingleses que habían desembarcado en el puerto de Los Cristianos. El Alcalde Mayor, diversos militares y hasta la propia Marquesa testifican sobre una secuencia de hechos realmente pintoresca, en la que al menos cien testigos refugiados en la iglesia ven como la imagen se mueve y su rostro resplandece, mientras los ingleses asediaban la zona costera durante horas con una tormenta de balas y metralla. Sin castillo ni apenas defensa, la única víctima parece haber sido ¡un conejo¡

“Y llevando las balas a unos los sombreros, a otros las hachas que aquella noche traían en las manos, a otros dándoles tan cerca que les cegaba el polvo que levantaban las balas, a otros les pasaba por las piernas y caían como amortecidos y después se levantaban sanos con las balas en las manos, a otros dieron pedazos de riscos que quebrantaban las balas y preguntados respondían alegres que nada les había sucedido; y viendo estos prodigios mas y mas clamaban todos a gritos llamando por Nuestra Señora de la Encarnación, y declaraban también que unos veían, en lo mas peligroso y fuerte de la batería, una hermosísima mujer y otros un ave o paloma y que todos entendían que era Nuestra Señora de la Encarnación a quien desde que fueron a la mar invocaron”. Declaración firmada por varios informantes, tomada el 24 de enero de 1746.

BARRANCOS, BRUJAS, LUCES Y APARECIDOS

Sin lugar a dudas el Barranco del Infierno es el espacio de leyenda y misterio más representativo del municipio, condición apuntalada por su extraordinaria belleza y sugestivos rincones, con el agua como elemento distintivo. A su entrada el rincón del Bailadero de las Brujas nos pone sobre aviso a cerca de cómo este lugar fue refugio de ceremonias y cultos ancestrales, posiblemente vinculados con la búsqueda de la fecundidad y la salud, conservándose en la memoria popular un segundo topónimo de similar connotación, El Bailadero, localizado al fondo del barranco. Fuentes orales recogidas por Juan Bethencourt Afonso lo describe como un lugar de ajusticiamiento, gestándose en un momento indefinido una leyenda de amor y traición que sería versionada y volcada a papel por Luis Salcedo en 1932. En ella Xampó y Saure, hijos del Mencey, aman a la misma joven, la bella y ambiciosa Iora, quien a pesar de mantener una relación con Xampó se ve tentada por las promesas de poder de Saure, al punto de convertirse en la mano ejecutora que acaba con la vida del primero. Sin embargo, lo sobrenatural entra en escena en ese fatídico momento, emergiendo desde las entrañas ardientes del abismo un Xampó convertido en un gigante de piedra, consumándose su venganza al aplastar sin piedad a los traidores, y quedando como un vigilante hito de piedra integrado para siempre en barranco.

Encontramos en Adeje otros espacios para el misterio. Es el caso de la llamada Casa de la Era o del Cabrero, un conjunto hoy en ruinas localizado en un margen de la TF-47 que durante décadas fue tenido por lugar de aparecidos y miedos. Dicha condición hacía que al caer la noche pocos se atrevieran a transitar por sus alrededores. Uno de los relatos más peculiares que hemos recogido alude a la observación en el lugar de enormes y robustos perros negros, con un comportamiento distinto al esperable en un can, lo que ha llevado a vincular tales observaciones con el fenómeno de los tibicenas, nombre con el que los antiguos canarios denominaban a unas criaturas malignas que describían como enormes perros negros y de ojos encendidos.

Finalmente, el territorio local no ha sido ajeno a historias de almas en pena errantes, que adoptan la forma de luces nocturnas y recorren los parajes más diversos. A la más conocida de ellas se la ubicaba recorriendo las cimas que acunan a los barrancos del Infierno, del Agua y Fañabé, hasta perderse rumbo a la costa. En la distancia era vista como una, a veces varias, bola de luz de tonalidades blanco-azuladas, que revoloteando realizaban todo tipo de giros y cambios de velocidad.

La talla de la Virgen de Candelaria que se conserva en la Iglesia de Santa Úrsula Mártir ha sido, con diferencia, el elemento que mayor debate heterodoxo ha generado en las últimas décadas, etapa en la que se ha consolidado la creencia -ya documentada a principios del siglo XX- de que se trata de la verdadera imagen que se apareció y conocieron los guanches, y no una copia como sostiene la historiografía oficial. Las crónicas cuentan que al menos 100 años antes de la Conquista de Tenerife, en la misma época en la que aparece la primera imagen en La Enramada de Adeje, los guanches encuentran en la Playa del Socorro, en las costas del Valle de Güímar, la talla de madera de la Virgen de Candelaria. Le rendirían culto en espacios sagrados como la cueva de Achbinico o San Blas, bajo el nombre de Chaxiraxi, traducible como “la que sostiene el firmamento”, siendo relaciona en décadas recientes con los cultos astrales a la estrella Canopo. Tras mucha milagrería, devoción y vicisitudes, un destructivo temporal la haría desaparecer arrastrada hacia el mar el 7 de noviembre 1826.

Con el paso del tiempo los Marqueses de Adeje residentes en la Casa Fuerte se convierten en Patronos de la Providencia de Nuestra Señora de La Candelaria, así aparecen en 1659, encargando la familia una copia que fue elaborada a la vista de la original. En un inventario parroquial de 1684 aparece reseñada la existencia de una imagen de la Candelaria en Adeje, mientras que 1765 es el año señalado por el historiador del arte Jose María Mesa para fechar el encargo del facsímil mencionado. Lo cierto es que a día de hoy la fecha de su tallado sigue siendo objeto de discusión, máxime cuando en 1990 una datación de la madera -que no de la imagen- por radiocarbono la situó entre 1445 y 1637. Esa datación es incompatible para esta imagen con la tradición que sitúa a la Virgen de Candelaria en Tenerife hacia finales del siglo XIV, a lo que habría que sumar las diferencias que presenta la talla con las descripciones de la original aportadas, por ejemplo, por fray Alonso de Espinosa a finales del siglo XVI.

A pesar de ello la creencia de que se trata de la original persiste, un hecho reforzado por episodios curiosos como el ocurrido con motivo de las fiestas del 2 de febrero de 1827. Aquel año los frailes dominicos, el clero y el Obispo pidieron prestada la imagen a los Marqueses para las ceremonias religiosas de su festividad, al haberse perdido meses atrás la venerada en Candelaria. Los Marqueses se negaron, teniendo que procesionarse con un cuadro. Paradójicamente, el retablo en el que se muestra la imagen de Adeje es el original que tuvo la Virgen en Candelaria hasta el año 1681.

Al terreno de la heterodoxia también pertenece la hipótesis de que la imagen es una virgen negra templaria, una representación que formó parte del culto que la Orden del Temple profesó a los principios sagrados y ancestrales de lo femenino. Sus defensores sostienen que llegó a Tenerife con los herederos de los templarios, encriptando las letras de su manto un código que habría permitido navegar hasta América antes de su descubrimiento. Se especula sin base documental que el marquesado era custodio de este secreto, lo que explicaría el protectorado que ejerció sobre esta devoción, el encargo de la copia y supuesto cambiazo con la original, y la presencia de elementos decorativos cuando menos peculiares en la Casa Fuerte y en el templo de Santa Úrsula. Dichos elementos, las cabezas de piedra y los esgrafiados geométricos, serían símbolos herméticos cuyo significado sólo estaría al alcance de los iniciados. Quizá futuras investigaciones arrojen una luz definitiva sobre estos relatos heterodoxos.

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