El Campamento Real de los Reyes Magos de Oriente ha acogido desde el pasado 22 de diciembre a numerosas familias que, impulsadas por la ilusión de los más pequeños, se desplazaron a la Ciudad de los Adelantados para disfrutar de la amplia oferta festiva, cultural y de ocio en estas fechas tan señaladas. Lamentablemente, uno de esos niños no guardará un buen recuerdo de su paso por la iniciativa lagunera, y no precisamente por su afán de conocer a Sus Majestades Melchor, Gaspar y Baltasar.
Se llama Aitor, tiene 6 años y padece una parálisis cerebral que le impide caminar. El pasado lunes, 2 de enero, acudió junto a su madre al parque de La Constitución, en la citada localidad. “Tuve que llevar a mi hijo en brazos porque el recinto no estaba adaptado”, relata la progenitora, quien, una vez dentro, logró hacerse con el carrito de una amiga para sentar al menor de edad.
Sin embargo, el verdadero contratiempo llegó cuando uno de los animadores, al percatarse de la situación, “ridiculizó” al menor animándole a andar. Y es que, según cuenta la mujer a este periódico, el trabajador le espetó a través del micrófono lo siguiente: “Eres muy grande para estar en esa silla; no seas vago y levántate; camina como el resto de los niños”.
Ante tal indiscreción, la madre decidió apartarse junto a la persona para explicarle la enfermedad que sufría Aitor, solicitándole que tuviera algo más de tacto con los suyos. Pero este, lejos de esbozar una mera disculpa por el malentendido, “me hizo el símbolo del corazón con las manos, me deseó una feliz Navidad en repetidas ocasiones y me instó a poner una reclamación al encargado”. La sorpresa de esta tinerfeña llegó cuando, minutos después, descubrió que el propio animador era el responsable del campamento.
“Podría haberle pedido perdón a mi hijo y ya está porque tampoco sabía nada”, indica la progenitora, quien asegura que, tras el presunto episodio de discriminación, “el niño se dio cuenta de todo y quiso marcharse”, ya que Aitor cuenta con todas las capacidades cognitivas.
La familia, que reside en Santa Cruz de Tenerife, ha decidido denunciar los hechos públicamente “para que ningún pequeño tenga que sentir la misma exclusión”. “Hay que tener más empatía y tacto, pero, sobre todo, saber pedir disculpas”, concluye.