El presidente Joe Biden planea lanzar su campaña de reelección en algún momento posterior a su discurso del Estado de la Unión el 7 de febrero, aun cuando la noticia de los documentos encontrados en su casa está poniendo en tela de juicio la transparencia de su Gobierno. El círculo cercano al mandatario trata de restar importancia a la delicada situación de Biden diciendo que es solo la “élite” de Washington haciendo ruido y sostienen que la atención a estos documentos puede ser solo una obsesión pasajera y que al electorado lo que le importa, es decir, la economía, la reducción de costos, la lucha contra la inflación, la creación de empleos y por los derechos reproductivos, así como el control de armas. Biden y sus ayudantes avanzan con cuidado a medida que comienza la investigación del fiscal especial, argumentando que, por muy frustrante que sea cargar con un problema en 2023 debido a lo que pudo haber sido un descuido en 2017, la investigación eventualmente confirmará que se tomaron las medidas adecuadas una vez que encontraron los documentos, incluso cuando no revelaron de inmediato lo que se encontró inicialmente.
“El presidente Biden ha tomado este asunto con seriedad y ha mostrado liderazgo y respeto por la ley, que es lo que uno quiere ver de un presidente”, dijo el gobernador de Carolina del Norte, Roy Cooper. “En última instancia, la gente común se enfoca en los problemas que afectan su vida diaria: reducir costos, agregar empleos y proteger las libertades básicas como la salud de las mujeres y el derecho al voto, y ahí es donde la administración Biden ha tenido un éxito histórico”.
Veremos.
EL CONTRASTE CON TRUMP
La situación que enfrenta Biden guarda muchas similitudes con el hallazgo de documentos en Mar-a-Lago de Trump, pero las diferencias son definitivas. Para empezar, al menos hasta ahora, hay menos material clasificado involucrado y se devolvió voluntariamente, en lugar de retenerlo desacatando los mandatos judiciales.
La táctica para hacer frente a la investigación del fiscal especial en la gestión de documentos clasificados por parte del presidente Joe Biden se basa fundamentalmente en su ofrecimiento de cooperación con la Justicia, al tiempo que eleva los ataques a los republicanos en el Congreso para crear una distracción y evitar meterse en camisa de once varas dando más explicaciones o detalles de los sucedido. Pero, sobre todo, mantener la hoja de ruta estratégica meticulosamente planificada en la que Biden planeó actuar este mes mucho antes de que se hiciera público el hallazgo de los documentos para capear una investigación que puede durar hasta bien entrado 2024, dando la sensación de que, tras el escándalo inicial, las cosas se hacen estabilizado y aquí no ha pasado nada. Sin embargo, para evitar mayores problemas, la Casa Blanca se abstendrá de decir que no saldrán a la luz nuevos documentos y redoblará sus esfuerzos para desprestigiar a la oposición que ya ha jurado embarcarse en sus propias investigaciones sobre el asunto. Según CNN, los insultos dirigidos a los republicanos incluyen que su actitud es “falsa indignación”, “puramente para beneficio partidista” y “desvergonzadamente hipócrita”. Lo cual parece ser aplicable, visto lo visto, a ambas bancadas, por mucho que los funcionarios de la Casa Blanca se esfuercen en detallar las claras diferencias entre los problemas de Biden y los que han atraído a los investigadores federales hacia el expresidente Donald Trump. Por parte de los conservadores, ahora se muestran alarmados por los problemas de Biden, mientras expresan una ambivalencia general sobre la gestión de Trump de cientos de documentos clasificados más y la negativa a entregarlos al gobierno tras repetidas solicitudes.
MÁS PROBLEMAS PARA LOS BIDEN
La investigación de los documentos de Biden, sin embargo, no son el único foco de interés para los republicanos. Así mientras el presidente ha tratado de convencer a los estadounidenses de que es digno de su confianza usando su apellido como garantía, este mismo apellido parece haber sido garantía para los negocios de la familia Biden. Para empezar, los hermanos del presidente lo han invocado en sus negocios privados a lo largo de los años para sugerir el acceso al poder y la influencia, según una investigación de CNN. Su hijo Hunter, también reconoció sin rodeos en sus memorias que su apellido era una “credencial codiciada” que lo ayudó a conseguir un trabajo lucrativo como miembro de la junta directiva de una compañía energética ucraniana cuando Joe Biden era vicepresidente. Esa empresa, Burisma, “consideraba oro mi apellido”, escribió Hunter Biden. Estupendo.
Aprovechando la coyuntura, los republicanos, mayoría en la Cámara después de las elecciones de noviembre, están ya centrados en una amplia investigación de supervisión sobre el supuesto tráfico de influencias y los posibles conflictos de intereses, especialmente en el contenido de un portátil que Hunter Biden supuestamente desechó en un taller de reparación de Delaware en abril de 2019. Una copia digital del disco duro del ordenador se compartió y parece contener una gran cantidad de información que detalla, entre otras cosas, cómo trabajó Hunter Biden para poner a sus socios comerciales en la misma sala de reuniones que su famoso padre. En cualquier caso, si no por otra cosa, se les puede acusar de cabezas de chorlito por pavonearse ante tal inmoral proceder.
Los Biden, no obstante, no son ni de lejos, la primera familia presidencial acusada de explotar sus conexiones con el poder con fines de lucro: durante la presidencia de Trump, el gobierno estadounidense se gastó una fortuna en los hoteles de Trump, su hija Ivanka se lucró con marcas registradas en China, la familia de Jared Kushner usó su papel oficial para atraer inversores extranjeros, y el presidente Trump pretendía albergar la cumbre del G7 en su resort de Miami, entre otras actividades cuestionables, a lo que la mayoría de los republicanos hizo la vista gorda. Ahora, los republicanos están planeando meses de investigaciones y audiencias sobre cómo se cruzaron las esferas de influencia de los Biden, lo que podría llevar las preguntas sobre los tratos comerciales de la familia al centro de la atención política. La Casa Blanca ha criticado la investigación liderada por los republicanos como una persecución partidista que persigue teorías de conspiración y argumentó que centrarse en Hunter Biden es inapropiado porque es un ciudadano privado.
UNO MÁS
Pero si estos problemas no son pocos, no hemos terminado, ahora surge uno más, y lo hace de la mano del anterior presidente, que nunca escuchó aquello del que esté libre de pecado, y se ha lanzado a tirar piedras contra el vástago de su rival. Donald Trump ha vinculado grandes pagos de alquiler, por una suma de casi 50.000 dólares mensuales a una estafa financiera que según el presunto magnate implica al presidente y su hijo, y lo hizo por medio de su red social Truth Social diciendo que “¿De verdad Joe Biden pagó 50,000 dólares al mes de parte de Hunter por una casa que vale comparativamente muy poco? ¿Quién es realmente el dueño de la casa? Esto es solo el comienzo de una de las mayores estafas políticas y de lavado de dinero de todos los tiempos. Sin embargo, no sé si los medios de noticias falsos manipulados y corruptos querrán informar sobre ello. Probablemente no, preferirían informar sobre un empleado de Trump de 75 años que no pagó impuestos por el uso de un automóvil o apartamento de la empresa (pocas personas hacer, nunca cargado antes).”
Todo esto a raíz de que un presentador del canal conservador Fox discutiera esta semana los supuestos vínculos entre un formulario de verificación de antecedentes de Hunter Biden y su intención de alquilar una propiedad en California. Además, las declaraciones de impuestos del presidente Joe Biden no mostraron los 49.910 dólares recibidos como alquiler de su hijo.