Aquella noche del 15 de agosto no dormía en el cortijo que tiene muy cerca del mirador de Chivisaya, a escasos metros (Lomo Redondo) de donde comenzó el más devastador incendio que haya conocido Tenerife en este siglo. Nicomedes Carballo, de 87 años, descendiente del último pastor de Las Cañadas (Juan Izaña) hace tiempo que ya no pasaba las noches junto a sus cabras y ovejas, porque desde hace años tiene que ayudarse con un bastón. Sin embargo, aquella noche, algunos vecinos tuvieron la prevención de soltar a las pocas cabras y ovejas que aún mantiene Nicomedes, mientras los machos ya habían huido, ante el fuego hacia la profundidad de los barrancos.
El viernes, con la ayuda del alcalde de Arafo, Juan Ramón Martín -la carretera de Los Loros está cerrada hasta el kilómetros 8 y su finca está en el 10-, Nicomedes Carballo pudo regresar a su viejo cobertizo y ver la huella del fuego en las paredes, aún impregnadas del olor a humo, pero con el interior intacto. Lo que se pudo salvar fue el corral, hechos de planchas de uralita, bloques y palés, pero al menos observó con alegría que muy cerca de allí se encontraban sus machos. No obstante, el viejo pastor, no podía disimular su disgusto, viendo desde esa atalaya el manto negro que dejó un incendio descomunal. “Nunca en todos mis años había visto nada igual en esta zona”, comentaba al alcalde, que no dejó de alentarle, con el ánimo de regresar a lo que ha sido una tradición en la casa de Nicomedes, las tertulias en torno a un vaso de vino blanco y la degustación del queso tierno.
“Al echarle de comer a los machos, me di cuenta que esos animales no debían estar ahí, tendrían que estar preparándose para abrir un año más nuestra romería en honor a San Agustín”, señala Juan Ramón Martín, recordando que el sábado Arafo tenía previsto celebrar su gran romería, suspendida por razones obvias.
Lamentaba Nicomedes que sus animales tendrán que comer ahora pienso porque “tardará en crecer el pasto”, aunque desde hace tiempo viene quejándose de la política del Cabildo: “Las cabras no desconchan la cumbre. Antes pastoreaban en Izaña y estaba lleno de retamas, echaron a las cabras y la retama está seca, la cabra hacía una poda natural y escarbaba para dejar estiércol, algo que se ha perdido en Las Cañadas”, sentencia.
Recuerda que hasta hace cuatro años salía a pastorear todos los días, hasta que fue retirando su rebaño -llegó a tener un centenar de cabras- por los altos de Arafo y Candelaria, justo por debajo de Izaña, donde pastoreó el último cabrero, su padre, Juan de Izaña, que lo hizo hasta que se prohibió el pastoreo por la repoblación de pinos en 1956. Lleva 25 años residiendo en Arafo, junto a su esposa Eva, y hasta hace unos meses hacía vida casi diaria en un cobertizo en Chivisaya, a mil metros de altitud, aunque ya siempre con ayudas de amigos o familiares, aunque “a mis nietos no les gusta ni la carne ni la leche de cabra, solo yogures y galletitas; algo que yo no he probado en mi vida”, comenta.
Ni Nicomedes Carballo ni el alcalde, quieren asegurar que el incendio fuera intencionado, pero ambos recuerdan que es sospechoso que desde el incendio del 15 de julio, justo mes antes de que comenzara el ahora estabilizado, se sucedieron hasta seis conatos desde Arafo hasta El Rosario.
El fuego se inició a las 23.30 horas del día 15 en Lomo Redondo, apenas a escasos metros del cobertizo del veterano pastor en dirección hacia la cumbre. Cuando los helicópteros llegaron a primera hora de la mañana, el fuego ya se había extendido por todo el Valle de Güímar y se había desalojado a un centenar de personas. Luego se extendió a la carretera dorsal y pasó de La Esperanza hacia toda la zona norte llegando a Los Realejos para regresar a los altos de Güímar.
En lo que sí coinciden ambos, pastor y alcalde, es que “ha sido un milagro que no hubiera desgracias personales y que se salvaran las casas, viendo ese fuego descontrolado”.