El joven teniente Pablo Llobell, uno de los pilotos de los cinco hidroaviones que desde hace una semana combaten el fuego en la Isla, reconoció que “un incendio es como una guerra, sin descanso”, impresionado por la magnitud del fuego en las cumbres de Tenerife y la dificultad para “lanzar agua sobre los barrancos”.
Llobell tiene su primera experiencia en Tenerife, después de estrenarse hace un año en varios incendios en la Península. “No sabemos aún cuánto tiempo vamos a estar aquí, pero estaremos hasta que se apague el fuego”, mientras agradeció “el cariño que nos muestra la gente, algo especial en las Islas”, como le trasladaron los compañeros que vinieron a Gran Canaria en 2019.
Llobell es uno de las 160 integrantes del 43 Grupo del Ejército del Aire, con base en Torrejón de Ardoz, que cuenta con 18 hidroaviones especializados para la lucha contincendios y salvamento marítimo (SAR). Popularmente se les denominan los corsarios y ellos llaman a sus aviones, botijos, con capacidad para lanzar 6.000 litros de agua en cada descarga.
Se calcula que en una semana, entre los cinco hidroaviones, la avioneta y 18 helicópteros se habrán descargado más de cinco millones de litros sobre los 90 kilómetros de perímetro del incendio que arrasado unas 15.000 hectáreas, tantas como el último gran incendio forestal en Tenerife, a finales de julio de 2007.
Los medios aéreos han sido fundamentales en zonas inaccesibles y como complemento a los trabajos de los efectivos desde tierra. Siempre ha habido un debate sobre la necesidad de que haya un hidroavión con base en las Islas, pero los técnicos plantean que por la orografía los helicópteros son más eficaces. Fernando Clavijo indicó a este periódico que debatirán con el Estado incorporar helicópteros Chinook, con capacidad para 10.000 litros de agua o transportar 40 personas