En España y en todo el mundo, cada 31 de octubre los pueblos se engalanan con decoración y multitudes de personas se disfrazan para celebrar esta festividad tradicional. Pero, ¿por qué se celebra este día? La respuesta radica en las antiguas costumbres celtas.
La fiesta más espeluznante del año tiene sus orígenes hace unos 2.000 años. La noche del 31 de octubre al 1 de noviembre marcaba el final de la temporada de cosecha para los celtas irlandeses y daba paso al inicio del invierno, con sus días más fríos y noches más oscuras.
¿Por qué el día 31?
El origen de este festivo se remonta a un antiguo evento pagano llamado Samhain, celebrado por los celtas, y es una de las tradiciones más antiguas conocidas. Según estas creencias, el fin de la cosecha marcaba el inicio de la estación oscura y fría del invierno.
Además, se creía que durante esta noche los difuntos regresaban del mundo de los muertos, por lo que, en esa misma noche, se dejaban alimentos y obsequios para los difuntos que se pensaba que venían a visitar los hogares.
No obstante, como forma de salvaguardarse de los malos espíritus, se erigían hogueras gigantes, realizaban danzas y se ataviaban con cabezas y pieles de animales.
¿Qué tienen que ver las calabazas?
La tradición de las calabazas en Halloween proviene del siglo XIX y de la leyenda de Jack O’Lantern, conocido por haber engañado al diablo en dos ocasiones.
Un día, el diablo se presentó ante Jack O’Lantern, quien era conocido por su maldad, con la intención de apoderarse de su alma. Sin embargo, Jack propuso un trato inesperado: transformarse en monedas para poder comprar alcohol. El diablo, sin sospechar la trampa, aceptó el trato y al ser introducido en el bolsillo de Jack, este lo atrapó usando una cruz de madera. En ese momento, el diablo se vio chantajeado y ofreció a Jack diez años más de vida para evitar ser capturado.
Después de una década, el diablo regresó para reclamar su deuda. En ese momento, Jack intentaría nuevamente engañarlo pidiéndole que escalara un árbol para recogerle una manzana que había crecido en la cima. Fue entonces cuando Jack grabó cruces en el tronco del árbol con el fin de atrapar una vez más al diablo mientras escalaba. En esta ocasión, el individuo le rogó al diablo que liberara su alma para siempre.
Después de la muerte de Jack y su expulsión del cielo por sus pecados, también fue expulsado del infierno. Con ningún lugar para descansar, Jack O’Lantern tomó unas brasas y las colocó en un nabo para que iluminara su camino, con la esperanza de encontrar algún lugar donde pudiera reposar su alma.
A partir del siglo XIX, esta leyenda ha sido empleada para expulsar y alejar a los malos espíritus durante Halloween. No obstante, se comenzaron a utilizar calabazas en lugar de nabos debido a una razón práctica: la producción de calabazas era mucho mayor y tenía más sentido utilizar esta verdura.