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Estíbaliz, Mónica y Marina: tres madres del sur de Tenerife contra el “bombardeo” tecnológico a los niños

Estíbaliz Díaz, Mónica Hernández, María del Carmen Cabrera y Marina Salomone impulsan un movimiento contra la exposición de los menores a las pantallas. Prohibir el uso del móvil, como el IES Magallanes, lo ven solo un paso
Movimiento creciente en el sur de Tenerife contra el "bombardeo" tecnológico a los niños
De izquierda a derecha, Mónica Hernández, Marina Salomone y Estíbaliz Díaz, madres y profesionales. DA

El debate no es nuevo. Tampoco lo es que madres, padres, psiquiatras, psicólogos, sociólogos o docentes, por acotar, traten acerca del uso de las tecnologías y de su impacto en los más jóvenes. De hecho, quienes tienen más edad aún recuerdan trazas de cuando, en los ochenta, se abordó la influencia de la televisión en el comportamiento y la evolución de los niños. Los rombos en las dos cadenas públicas, alertando de los contenidos, fueron una herencia de ese debate.

Cuarenta años después, las pantallas y las tecnologías son atractivas, intuitivas, portátiles e inteligentes, están en todos lados y condicionan cada uno de los aspectos de nuestras vidas. Comunicarnos con amigos, familiares y profesionales. Consultar el estado de nuestras cuentas bancarias, encontrar empleo, bajar de peso, ligar, informarnos, exponer nuestras vidas, jugar en línea con personas desconocidas de otros lugares del mundo… Y un sinfín de posibilidades. Sometidos, además, al espionaje de las cookies, que conocen nuestros intereses y siguen nuestro rastro.

La educación en Canarias se digitaliza

De ahí que el debate haya ganado en consistencia. Y que el impacto de las tecnologías sea más que evidente en la sociabilización, el comportamiento de la población, especialmente los jóvenes, y su manera de relacionarse en sociedad. La preocupación por este asunto va en aumento.

Especialmente después de que los planes del Gobierno de Canarias, en la anterior legislatura, incluyeran la digitalización de las aulas de Infantil a partir de los dos años, lo cual ha ido generando una disputa en unos padres que piden que se les consulte sobre un asunto, que creen clave para el desarrollo de los niños. La Asociación Española de Pediatría, por ejemplo, desaconseja el uso de pantallas, todas, antes de los tres años.

“Nuestra lucha”, recuerda Estíbaliz Díaz, madre y pedagoga, “empezó hace uno o dos años, cuando se inició un programa piloto en el centro de nuestros hijos con una pantalla enorme para niños de menos de tres años. Ya sabíamos que en Infantil iba a haber pantallas, pero confiábamos en que la Consejería de Educación y los centros educativos tendrían en cuenta las recomendaciones sanitarias. Tristemente, esto no ha sido así”.

Tal es la polémica que la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias ha decidido elevar al Consejo Escolar de Canarias una consulta sobre si regular o no el uso de los teléfonos móviles. Ya lo han hecho autonomías como Madrid, Castilla La Mancha y Galicia. Las Islas podrían ser la cuarta. El propio responsable canario de esta área, Poli Suárez, admitía recientemente que “el debate está encima de la mesa”. De momento, la decisión está en manos de las direcciones de los centros. Pero este movimiento social va más allá. No es solo prohibir las pantallas en el patio de juegos.


“No somos antipantallas”, explica Díaz, “pero cada vez somos más familias pidiendo más control. En toda Canarias. Empezamos en el Sur y ya estamos a nivel autonómico, con cientos de personas”, subraya al tiempo que defiende un “pacto social para retrasar hasta los 16 años el uso de los teléfonos móviles”. “Todo lo que no sea un pacto de estas características es parchear el problema”, advierte.

El pacto, en concreto, es el documento “Protegiendo a la infancia y la adolescencia en el entorno digital”, promovido por la Asociación Europea para la Transición Digital y al que se han adherido, entre otros organismos, Save the Children, Unicef o la Agencia Española de Protección de Datos.

Uno de los primeros en prohibir el uso de smartphones en sus dependencias está en el sur de Tenerife y es el IES Magallanes. El alumnado deja los teléfonos y sus relojes inteligentes en las taquillas. Se trata de un enfoque organizativo en un centro que, como recuerda su directora, Natalia Guillén, “se encuentra masificado”. La prohibición facilita el control.

Sin embargo, un grupo de madres de la Comarca, profesionales, además, del desarrollo de jóvenes y niños, se han organizado para limitar, o racionalizar, el acceso de los alumnos a las pantallas y las tecnologías, al considerar, como muchos estudios y especialistas, que son nocivas para un desarrollo saludable. Ven en la decisión de los centros un primer paso, pero su enfoque va más allá.

La propia Estíbaliz Diaz, Mónica Hernández, María del Carmen Cabrera y Marina Salomone, pedagoga, sanitarias, una especialista en Salud Mental y la otra en Pediatría, así como una psiquiatra, respectivamente, además de madres, están actuando como voces de un colectivo que es plural.

Marina Salomone es psiquiatra infantil, madre y coordinadora de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil de Arona-Adeje (perteneciente al Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria).

Salomone es tajante. Subraya que la movilización del colectivo se inició al conocer los planes de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias para digitalizar las aulas de los más pequeños que, asegura, “no se adherían a las recomendaciones de uso adecuado” de las nuevas tecnologías. No se trata de una queja hacia un centro concreto, sino a una tendencia en toda Canarias. Otras comunidades están en la misma situación y, además, hay países que han dado marcha atrás a la digitalización de las aulas.

Alegría: “Es poner puertas al campo”

No se conoce con exactitud lo que hará España, si bien la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, celebró el viernes en unas declaraciones la digitalización de las aulas iniciada en la pasada legislatura, al tiempo que agregó que prohibir el uso de móviles por parte de los adolescentes es “como poner puertas al campo”.

No obstante, Marina Salomone considera que “no es suficiente” con prohibir el móvil en los centros educativos: “Su empleo en el aula no ha demostrado beneficios sobre el aprendizaje, sino todo lo contrario. La introducción temprana de pantallas en las aulas no dispone de evidencias científicas que la respalden. En los centros considero fundamental que tanto el equipo educativo como el alumnado y las familias dispongan de la información necesaria, comenzando por conocer las recomendaciones sanitarias. No se trata de prohibir por prohibir, destaca, sino de atenerse a las recomendaciones de salud pública”, advierte.

“Un cerebro en desarrollo es más vulnerable. En niños de dos o tres años, nada de pantallas. La exposición temprana interfiere negativamente en el neurodesarrollo, ocasionando retrasos en la adquisición del lenguaje, cognitivos, motóricos y socioemocionales, manifestándose, incluso, como signos de alerta de trastornos del espectro del autismo (TEA)”.

“En la etapa escolar podemos encontrar con niños de Infantil y Primaria con dificultades de atención y concentración; de aprendizaje (frecuentemente de la lectoescritura), de capacidad para autorregularse emocional y conductualmente, además de otros, como irritabilidad, problemas de sueño y visuales y sobrepeso y obesidad, entre otros”, asegura Marina Salomone.

Esta psiquiatra considera que retrasar la exposición a las pantallas y a las tecnologías no supondría una pérdida en cuanto a la adquisición de habilidades clave. “Lo fundamental es proporcionar a los adolescentes la información necesaria para que el uso que hagan sea adecuado y evite un deterioro de su salud física y mental, además del riesgo que supone su exposición al ciberacoso, sexting, suplantaciones de identidad, acceso a la pornografía y otros contenidos inadecuados”, subraya.

Uso en bucle de los móviles

“Se han invertido los tiempos de pantalla de niños y adolescentes. Nos encontramos con casos en los que salen de sus centros educativos, donde trabajan con pantallas, de una manera u otra, comen, generalmente con la televisión y el móvil, y se encierran en su habitación con el móvil y videojuegos de multijugadores online hasta la hora de la cena.

Excepcionalmente salen a cenar en familia y se acuestan con el móvil o siguen jugando. Han abandonado las actividades deportivas o de ocio al aire libre. Les cuesta enormemente sentarse y centrarse para hacer las tareas o estudiar para un examen. Leer un libro por placer se ha convertido en una entelequia y madres y padres se quejan de que han perdido la autoridad y de que no son capaces de limitarles los horarios de uso”.

Mónica Hernández es madre y enfermera en el área de Salud Mental, con experiencia en infantil y adultos en el Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria.

Hernández considera que el paso dado por algunos centros educativos al prohibir el uso del móvil en sus instalaciones es “una excelente noticia y, quizá, el primer paso para ser conscientes de lo que está sucediendo. Esta medida no solo mejorará el funcionamiento, sino las relaciones sociales y permitirá que haya un diálogo más directo”.

“Existen numerosos trastornos relacionados con el uso inadecuado o abusivo de las nuevas tecnologías”, advierte. Entre ellos, “retrasos en la adquisición del lenguaje, disfuncionalidad ejecutiva y déficit atencional, afectación de la memoria de trabajo, en la capacidad de planificar y en la de resolver problemas, la disminución de la autorregulación emocional, trastornos del sueño, desmotivación o bajo rendimiento escolar”, además de “aislamiento social, obesidad infantil, cefaleas y problemas visuales”.

“Exponer un cerebro inmaduro a una sobreestimulación para la que no están preparados tiene consecuencias en el desarrollo”, subraya para recordar que “justamente en julio, los pediatras advirtieron de un aumento de los niños con retrasos en la adquisición del lenguaje, relacionando este hecho, directamente, a una excesiva exposición a las tecnologías”.

En cuanto al uso de pantallas y nuevas tecnologías en los centros educativos, es tajante: “La evidencia científica manifiesta firmemente que el empleo de métodos digitales (…) supone un impacto negativo en el desarrollo infantil, siendo de cero a tres años una etapa muy importante en el desarrollo psicomotor y del lenguaje”.

Por su parte, María del Carmen Cabrera, enfermera de Atención Primaria especialista en Pediatría, explica cómo se ve en la sala de espera “a las niñas y a lo niños con el móvil mientras esperan y, si se lo quitan, tienen una perreta”. “Muchos padres dan un teléfono a sus hijos sin control parental o sin un discurso previo sobre el buen uso del mismo”. No obstante, se pregunta: “Sin embargo, ¿quién de nosotros, como adultos, hace un buen uso de estos dispositivos?”.

Cabrera considera que “a veces los móviles cubren la necesidad que tienen los padres de tener a los niños entretenidos, tanto por cuestiones laborales como por otros asuntos. También porque el propio adulto está enganchado a las redes sociales”.

En su caso concreto, “mi hija va a pasar a primer curso de la ESO y no quiero que todas sus experiencias académicas sean con pantallas”, asegura.

¿Qué dicen sobre todo esto los pediatras? La Asociación Española de Pediatría lanzó recientemente su propuesta de “Plan Familiar Digital”, en el que trata de involucrar a madres, padres e hijos en la regulación del uso de las tecnologías. Sin embargo, el punto de partida ya es, de por sí, una apuesta por la limitación de estas.

Los pediatras son claros en varios puntos. Uno de ellos referido a los menores de tres años. Considera, al menos la asociación profesional nacional, que “ la ciencia sí ha demostrado los problemas derivados del uso excesivo de pantallas, como son: la reducción de las horas de sueño, el aumento y la tendencia a la obesidad, y las dificultades socioemocionales y del lenguaje”, al tiempo de que advierten de que “los estudios científicos en menores de 2 años son insuficientes y desconocemos si favorecen el aprendizaje (…)”, si bien “los 2 primeros años de la vida vienen marcados por un rápido desarrollo”, lo que exige un especial cuidado.

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