Valga la analogía, el apartado y aislado caserío de Taganana guarda una relación con Santa Cruz de Tenerife similar a la que el Archipiélago canario mantiene con Europa: una región ultraperiférica. Taganana se encuentra distante de Santa Cruz y del resto de la isla, oculto y tranquilo entre montañas.
Esta ubicación y su larga historia han moldeado una personalidad y una narrativa propias, que lo distinguen de cualquier otro pueblo en Tenerife. No es sorprendente, entonces, que en el pasado los habitantes de este pintoresco caserío hayan albergado aspiraciones de independencia, incluso llevando a cabo acciones en ese sentido. En efecto, Taganana, al igual que su vecino San Andrés, llegó a tener su propio ayuntamiento hace exactamente dos siglos, respaldado por la Constitución de Cádiz de 1812.
Sin embargo, en 1850 solicitó su incorporación a Santa Cruz debido a limitaciones económicas. De manera curiosa, nueve años después, los residentes de Taganana volvieron a demandar la restitución de su ayuntamiento, pero se les negó. Un siglo más tarde, en 1868, se estableció un ayuntamiento revolucionario que perduró hasta 1877, año en que Taganana quedó definitivamente anexado a la capital, aunque conservó un alcalde pedáneo hasta 1967 y mantuvo su propio juez de paz y registro civil hasta 1976.
Esto es solo una de las numerosas curiosidades históricas que convierten a este pequeño pueblo santacrucero en un tesoro de la isla, combinando belleza paisajística, antigüedad y riqueza etnográfica y patrimonial como ningún otro lugar. Taganana existía como asentamiento poblado desde antes de la Conquista de la isla, con un nombre de origen guanche.
Algunos estudiosos lo relacionan con la palabra “anagan”, que significa “rodeado de montañas”, o con “taganan”, que se traduce como “subida” o “cuesta”. Después de la conquista de Tenerife en 1496, comenzó la distribución de tierras entre los conquistadores y colonos. Taganana se estableció en 1501 a partir de uno de estos repartimientos, con un pequeño grupo de colonos provenientes de las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Desde el siglo XVI, junto con San Andrés, fue el núcleo más destacado de Anaga, contando con su propia parroquia desde al menos 1505 y un alcalde desde 1518. Desde el principio, sus tierras se dedicaron al cultivo de la caña de azúcar, lo que llevó a la construcción del camino de Las Vueltas para facilitar el transporte de la producción.
Este camino fue crucial en la comunicación del macizo, conectando Taganana con San Cristóbal de La Laguna, la capital de la isla en ese momento, y ramificándose hacia otros valles del macizo como San Andrés, El Bufadero, Afur, entre otros. No fue sino hasta 1968 que se construyó la carretera actual hacia Taganana, proporcionando un acceso más cómodo y reduciendo su aislamiento secular, que ha dado origen a innumerables leyendas. Una de las más conocidas es la del origen de la patrona del lugar. Según la tradición, la imagen de la Virgen de las Nieves fue encontrada por un vecino llamado Gregorio Tabordo en la costa de El Cardonal durante una tormenta en el siglo XVI, abandonada por un barco que huía del temporal. Casi 500 años después, la Virgen de las Nieves sigue siendo la protectora de este paraíso rural, que subsiste oculto y pacífico entre las montañas que lo vieron nacer.