Con flores naturales, de papel, con materiales reciclados, con juguetes, velas, telas de colores y sudarios cuidadosamente bordados y almidonados. El objetivo es vestir a la cruz, santo y seña de Los Realejos y del Puerto de la Cruz con sus mejores galas para ser expuesta y admirada. Así, 300 maderos en el primer municipio y otros tantos en el segundo fueron engalanados ayer, 3 de mayo, en calles, capillas, balcones y viviendas particulares.
Como es tradición, en el núcleo realejero de la Cruz Santa fueron muchos los vecinos que, la noche anterior, abrieron las puertas de sus casas y patios para exhibir las cruces domésticas que, durante el año, custodian en la intimidad y, de paso, compartir con los allegados y visitantes un vaso de vino y rosquetes.
Ayer por la mañana, la fiesta comenzó desde temprano. Miles de turistas se congregaron en esa zona atraídos por la música de parrandas, los pinchitos y el buen ambiente que se generó en torno al Casino crusantero.
La misma escena se repitió en el Realejo Alto. Tras el tradicional repique de campanas en la parroquia del Apóstol Santiago, empezaron a llegar los primeros visitantes, que se desplazaron, unos a pie y otros en el transporte gratuito puesto por el ayuntamiento, por los distintos puntos que conformaban la ruta, en la que las calles El Sol y El Medio suponen una visita obligada y también protagonizan un ‘pique’ floral antes de la rivalidad pirotécnica por conquistar el cielo realejero, uno de los momentos más esperados del día 3 de mayo.
En este entorno, llamaba la atención la cruz del CEIP Pérez Zamora, cubierta de cenizas en su pie para simbolizar la fuerza del monte canario que resurgió tras el incendio forestal sufrido en agosto del pasado año, en el que Los Realejos fue uno de los municipios más afectados. “Hubo alumnos y compañeros del colegio que lo vivieron, lo sufrieron y tuvieron que ser desalojados de sus viviendas; por eso, nos parecía importante que la cruz simbolizara la fuerza del monte pero, a la vez, la necesidad de cuidarlo y protegerlo”, comentó su directora, Hermela Hernández.
Igual que todos los años, el día pasó ayer en un abrir y cerrar de ojos para los y las realejeras. “Tanto esperar y se va volando”, se lamentó una vecina.
Aunque con menor fervor, en la ciudad turística también se vivió una jornada festiva en torno a la cruz, patrona de todos los portuenses, que salió en procesión tras la conclusión de la eucaristía en la parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia y recorrió las principales calles del municipio.
Allí mismo, en el entorno de la Plaza de la Iglesia, se podía ver la exposición de cruces recicladas, en la que participaron todos los centros educativos, escuelas infantiles, asociaciones y colectivos. No obstante, los monumentos florales estuvieron repartidos por toda la localidad y, por cuarto año consecutivo, cada barrio tuvo una cruz artística.
Puerto de la Cruz volvió a vivir ayer una fiesta cargada de tradiciones, vinculada a la historia de la ciudad, en la que la cruz se ha convertido en una seña de identidad determinante.