Eran las 14.25 horas cuando un estruendo resonó en Santa Cruz de Tenerife. “Sonó como una bomba”, dijeron algunos testigos. Y no era para menos. Una fuga de vapores o gases de gasolina mientras se preparaba un cargamento en la Refinería provocó una “nube de fuego”, según los testigos, que quemó todo lo que encontró a su paso. Una persona murió en el acto y cuatro resultaron heridas de gravedad. Fallecerían las semanas posteriores. Era el 22 de junio de 1992.
Los expertos confirmaron a los pocos días que la causa del fuego fue el foco de calor del horno de hidrosulfuración-1, que estaba apagado desde que se había detectado la fuga pero que presentaba una temperatura elevada, al que llegaron -por la acción del viento dominante- de los vapores que emanaban de la fuga producida a través de una brida de la unidad de transferencias-2. En esta unidad, ubicada en la zona central de la refinería, es donde se produjo la lengua de fuego, al inflamarse los gases.
Eran cuatro los trabajadores que se encontraban tratando de reparar la avería, mientras que otro salía de su turno cuando fue alcanzado de lleno por las llamas y murió prácticamente en el acto. Como relató a DIARIO DE AVISOS, el por entonces diector de la instalación, Javier Martín Carbajal, vio personalmente cómo la lengua de fuego cruzaba la calle: “Venía del comedor, acababa de bajar del coche y estaba hablando cuando escuché una explosión seca y luego vi la llamarada. Quedé impresionado”.
El equipo de bomberos de la Refinería actuó de inmediato, recibiendo el apoyo de los bomberos de Santa Cruz, cuya estación se encontraba a solo unos metros del lugar. En poco más de media hora las llamas habían quedado sofocadas. En medio, un trasiego de personas en las que, es cierto, no se transmitió el caos que cabía esperar.
“Ha sido un accidente laboral lamentable, tristísimo para todos nosotros y, sobre todo, doloroso, porque nos duele en el alma el no haber podido evitar la pérdida de un trabajador ejemplar y el sufrimiento de todos los familiares. Su comportamiento ha sido heroico, porque estoy seguro de que conocían el peligro con el que se enfrentaban”, indicó Martín Carbajal en una rueda de prensa multitudinaria.
Los heridos
Pero la desgracia se alargaría durante las semanas posteriores. Dos de los heridos, que sufrieron quemaduras de segundo y tercer grado fueron trasladados esa misma noche a la unidad de quemados del Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla pero otros dos trabajadores, debido a su extrema gravedad, quedaron ingresados en la UVI del Hospital Universitario de Canarias. El quinto, con heridas leves, recibió el alta a la mañana siguiente.
“Fue un momento de confusión enorme, porque se produce algo que no puedes frenar, que no puedes remediar; todo ocurre en una milésima de segundo; no puedes hacer nada, intentas evitarlo, pero no se pudo”, reconoció el trabajador, visiblemente afectado, justo en la puerta del HUC, una vez con el alta.
24 horas más tarde de haber ingresado en Tenerife, se hizo necesario trasladar a los dos heridos que se encontraban en el HUC al Hospital la Fe, en Valencia, pero uno de ellos falleció en el traslado pese a que el mismo se llevó en un avión preparado para la ocasión. En las semanas posteriores todos ellos acabarían perdiendo la vida por la gravedad de las quemaduras.
El debate en Santa Cruz de Tenerife
La sociedad tinerfeña quedó sobrecogida. El accidente, la muerte del primer trabajador, dejó en shock a una sociedad que ya había vivido otros accidentes mortales en la Refinería, pero los otro cuatro fallecimientos, debido a la atención de los medios, que informaban de manera puntual, generó primero abatimiento y luego volvió a poner en la calle el debate: ¿era seguro que este tipo de instalaciones estuvieran en medio de la ciudad?
Precisamente el accidente más grave en la historia de la Refinería reavivió la polémica. En 1966 se produjo un accidente en el muelle de la Hondura en el que fallecieron en el acto dos trabajadores mientras descargaban asfalto del buque Monteleón. En los días posteriores otras cinco personas perderían la vida en otro hecho que marcó profundamente a la Isla.
Años más tarde, en 1972, una explosión mientras se procedía a la reparación de un tanque esférico se saldaba con el fallecimiento de dos trabajadores. Todo ello unido al incendio producido en 1991 en la unidad de producción de gasolina -este sin víctimas-, reavivó el deabte en la sociedad tinerfeña: la Refinería no podía estar en plena ciudad.
Ahora, con el desmantelamiento de la misma resulta incluso llamativo que ese tipo de actividades, muchas de ellas potencialmente peligrosas pese a las importantes medidas de seguridad, se llevaran a cabo proximas a un nucleo de viviendas que, poco a poco, fue engullido por la ciudad.