El “Río de Adeje”, localizado dentro del paraje del Barranco del Infierno, no es solo un elemento natural de Tenerife, sino un testigo histórico que ha dado forma a la vida de las comunidades de la comarca sur desde tiempos inmemoriales. Este arroyo de agua (la definicón más cercana, pues en la toponimia de Canarias no existen accidentes geográficos tales como ríos) situado en la Villa de Adeje, ha sido crucial para la supervivencia, el desarrollo agrícola y la prosperidad del municipio.
Un elemento vital para la prosperidad de la región. A través de los siglos, su importancia ha trascendido lo meramente natural, convirtiéndose en un emblema de la historia y cultura local, atrayendo a turistas y curiosos, debido a su gran riqueza visual y el gran misticismo que rodea este rincón adejero. Tanto es así que, El Barranco del Infierno llegó a ser el segundo enclave de la Isla que registraba el mayor número de visitantes, después del Parque Nacional del Teide, tiempo antes de ser cerrado al público en el año 2009.
Fertilidad en un entorno árido
El contraste entre el valle de Adeje y los paisajes más secos del sur de Tenerife es notable. Mientras que la mayor parte del sur es árida, el Barranco del Infierno emerge como una fuente de vida, brindando un arroyo que nutre las tierras circundantes. Aunque, eso sí, este no es el único manantial que podemos encontrar en toda la comarca sur. En la región, podemos localizar hasta 3 arroyos más: el Río de Abona, el Río de Chasna (que baja por Valle San Lorenzo y desemboca en Las Galletas) y el río de Fasnia.
Las aguas de El “Río de Adeje”, en su caso, han permitido que la vegetación prospere en las proximidades del barranco. Antiguos cronistas, entre ellos, muchos autores anónimos que exploraron la zona hace siglos, describen “un valle repleto de higueras, perales y ciruelos, así como de plantas cultivadas a lo largo de los conductos de agua”. Esta fertilidad era, y sigue siendo, un recurso vital en un área donde el agua es un bien escaso.
El historiador Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX, ya destacaba la importancia del agua en Adeje: “El terreno presenta un aspecto triste y monótono en la parte ocupada por los cerros que limitan el Valle; en lo demás es delicioso, y comprende las tierras más pingues que por todo este lado de la isla se hallan; las aguas suficientes para el riego, la rambla llamada del Infierno, la cual desciende desde lo más elevado de las montañas”.
Nelson Díaz Frías, uno de los historiadores más importantes en el relato de la huella identitaria del sur de Tenerife y cronista oficial del municipio de Vilaflor de Chasna, enfatiza en que “para toda comunidad humana, el agua es el punto central de la vida. Esto condiciona toda la historia social y económica del municipio de Adeje. Es por ello que este arroyo es tan importante para la historia de la comunidad adejera”. Sus palabras recuerdan cómo el agua ha sido un factor crucial para la prosperidad de la zona, no solo en términos de fertilidad agrícola, sino también como “un elemento que ha moldeado la cultura y la identidad adejera”.
Un legado guanche
Antes de la conquista castellana, los guanches ya reconocían en su sociedad la importancia del Barranco del Infierno. Las inmediaciones este paraje fueron habitadas en la antigüedad por comunidades que establecieron sus asentamientos cercanos al curso de agua. Tanto es así que, según datos históricos, la presencia de agua en esta zona fue un factor clave para que Adeje se convirtiera en un importante reino guanche, incluso colocándose la capital de la sociedad guanche en este punto. En este momento los guanches fueron liderados por el Mencey Gran Tinerfe (que se calcula que vivió a finales del siglo XIV) y que, antes de la fragmentación de la Isla en los 9 menceyatos, aunó los poderes del mencey solo en su figura.
Tras la llegada de los conquistadores, Adeje mantuvo su relevancia gracias a sus recursos hídricos, lo que permitió el desarrollo de la agricultura y la industria local, como el cultivo de la caña de azúcar en el siglo XVI.
Nelson Díaz Frías destaca que “los primeros documentos donde aparece mencionado el Río de Adeje son las datas en las que los conquistadores repartían las tierras, agua y demás”. Entre los beneficiarios de estos repartimientos se encontraba Don Diego, el último mencey de Adeje, quien recibió tierras y agua en el área en 1505. Según Díaz Frías, “Adeje se estableció como un reino guanche debido a su riqueza en agua”, lo que sugiere que este recurso fue el principal motivo para que la capital guanche se estableciera aquí.
Infraestructura hidráulica y desarrollo
A lo largo de los siglos, el agua del Barranco del Infierno no solo nutrió los campos, sino que también impulsó el crecimiento urbano de Adeje. Las primeras infraestructuras para canalizar el agua se construyeron ya en la época colonial, con ingeniosos canales que llevaban el agua desde el barranco hasta el pueblo. Uno de estos canales, que aún puede observarse en las cercanías de la cascada conocida como La Tornadera, fue fundamental para la vida de la villa.
Nelson Díaz Frías también ha mencionado cómo “canalizaban este agua con canales de madera de Tea y la llevaban hasta el pueblo, a lugares públicos para su uso. Tenían un punto público para que el pueblo pudiese abastecerse de agua”, lo que demuestra la importancia de una distribución organizada y accesible del agua para los habitantes de Adeje.
Un recurso que perdura
A pesar de que el clima de la zona ha cambiado, y muchos afirman que antes “llovía más”, el Río de Adeje sigue siendo un símbolo de vitalidaden el sur de Tenerife. El barranco continúa atrayendo a visitantes por su belleza natural, con sus impresionantes formaciones rocosas y su cascada, y mantiene viva la conexión entre el agua y la historia local. Aunque la acequia original ha sido reemplazada por otras más modernas, el legado del Río de Adeje perdura, recordando a todos los que lo visitan la importancia del agua en la creación y mantenimiento de civilizaciones.
“Antes llovía más”
Nelson Díaz Frías recalca que “la gente dice que antes llovía más” y que lo que se da casi por seguro es que “antes había mucho más cauce, eso está claro”, sugiriendo que la disminución del caudal ha afectado la dinámica histórica de la región, aunque el río aún conserva su relevancia. Los registros indican que hace casi cinco décadas la comarca sur sufrió nueve largos años de sequía, una situación que afectó enormemente a la región y sus recursos, y, por supuesto, a la cascada del “Río de Adeje”.
Hoy en día, el Barranco del Infierno sigue siendo una joya natural, un testimonio de la capacidad de la humanidad para adaptarse y prosperar en entornos difíciles y en situaciones adversas. Este “río de vida”, que ha dado sustento a generaciones de habitantes en la comarca sur, se mantiene como un lugar emblemático para la memoria histórica y el desarrollo futuro de Adeje. Como concluye Nelson Díaz Frías, “para toda comunidad humana, el agua es el punto central de la vida”, una afirmación que resume perfectamente la relación simbiótica entre el Río de Adeje y su gente. El Éufrates y el Tigris, ríos de Oriente Próximo que contribuyeron a la formación de los primeros asentamientos sedentarios de la humanidad, fueron para Mesopotamia lo que el “Río de Adeje” ha sido para su región.