la orotava

La iglesia tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500 toneladas de vino a América

Las obras de reconstrucción de la Concepción, parroquia matriz de La Orotava, se financiaron en parte con impuestos del Comercio de Indias cedidos por la Corona
La iglesia tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500 toneladas de vino a América. Fran Pallero
La iglesia tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500 toneladas de vino a América

Las piedras cuentan la historia a los que saben fijarse en ellas. En la Muy Noble y Leal Villa de La Orotava tienen mucho que contar las piedras, por añejas y señoriales. Los bellos monumentos y casonas villeras reflejan la relevancia social y económica de la que gozó la ciudad, especialmente en el siglo XVII, cuando una serie de familias aristocráticas y ricos hacendados lograron independizarla de la entonces capital de la Isla, San Cristóbal de La Laguna.

La prosperidad que vivió La Orotava en las centurias posteriores a la Conquista de Tenerife se debió principalmente al negocio de la exportación de vino y quedó materializado y perpetuado en uno de sus edificios más emblemáticos: la parroquia de La Concepción, joya del barroco canario.

El historiador orotavense y profesor de la Universidad de Las Palmas Sebastián Hernández Gutiérrez, explicó en una de las publicaciones del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop), que la venta de vinos del Valle de La Orotava en América fue decisiva para la obtención de fondos con los que sufragar la costosísima obra del monumental templo villero. Esta es una historia de película.

Los vinos del Valle de La Orotava tuvieron desde antiguo gran fama y aceptación tanto dentro como fuera de las Islas, especialmente el llamado malvasía y luego el vidueño. Los caldos tinerfeños, los canary wine, competían con el afamado vino de Madeira y se exportaban a Inglaterra y, sobre todo, a América. Hasta el célebre escritor inglés William Shakespeare los nombra en varias de sus obras.

La del vino fue una de las primeras industrias que desarrolló a gran escala la economía de l Archipielago canario. Dos apuntes dan idea de la importancia que tuvo el comercio vinícola entre Canarias y las Indias. El profesor de Historia de América en la Universidad de La Laguna, el orotavense Manuel Hernández González, detalla en uno de sus numerosas publicaciones que, “según un informe de la época, entre 1700 y 1708, los 66 barcos que según esos cálculos realizaron el tráfico entre Canarias y América, representarían un total de 9.240 toneladas de vino”. No obstante, matiza Hernández que las cifras reales fueron muy superiores pues eran habituales los fraudes y las falsificaciones en el comercio de las Indias.

Otro dato revelador lo revela el investigador portuense Carlos Cólogan, miembro de una de las más importantes familias de comerciantes irlandeses establecidos en el Puerto de la Cruz en el siglo XVII. Cólogan afirma en su libro Un corsario al servicio de Benjamín Franklin, que “el comercio del vino canario financió la Guerra de la Independencia americana”, de forma encubierta, claro está. Casi nada.

Pero esa es otra historia. Centrémonos en la que aquí nos ocupa: la admirable reconstrucción de la iglesia de la Concepción de La Orotava.

JOYA DEL BARROCO CANARIO

En 1496 finalizó la conquista de la isla de Tenerife y, tal y como escribió otro sabio orotavense, el historiador Jesús Hernández Perera, entre las primeras disposiciones adoptadas por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo, aparte de los repartimientos de tierras y de aguas, fue erigir tres iglesias en la Isla: la del Apóstol Santiago, en el Realejo Alto -donde se rindieron los guanches-, la de La Concepción, en La Orotava, y la de San Pedro, en Garachico.

Según cuentan los cronistas, en el año 1498 se erigió la orotavense ermita de La Concepción, un modesto templo que se convirtió en parroquia cinco años más tarde. La construcción de esta iglesia supone de hecho la fundación del pueblo de La Orotava como tal, pues en base y en torno a ella se estableció el núcleo urbano inicial que diseñaron el juez repartidor Juan Ortiz de Zárate y el regidor Diego de Mesa.

Sobre 1516 ya estaba terminada la primitiva iglesia villera, con su altar dedicado a la Purísima Concepción. Así nació la parroquia matriz y ahí nació la Villa ototavense, donde por ese entonces ya residían más de un centenar de vecinos.

A comienzos del siglo XVIII, en los años 1704 y 1705, los terremotos previos a la erupción del volcán de Güímar ocasionaron graves y progresivos deterioros en el edificio de la iglesia, hasta el punto de que en 1753 fue declarada en ruinas. La necesidad de una nueva parroquia era a todas luces patente.

La nueva Concepción se erigió en el mismo lugar que ocupara la ermita fundacional. La primera piedra se colocó el 11 de diciembre de 1768. Justo veinte años después, el 7 de diciembre de 1788, y gracias a las colectas entre la aristocracia local y los emigrantes enriquecidos y, sobre todo, a las aportaciones económicas de la Corona, el comercio con América y la exportación de vinos a Europa y a América, la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción pudo ser reinaugurada oficialmente, una vez rehabilitada, mejorada y ampliada.

La iglesia tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500 toneladas de vino a América
La iglesia tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500 toneladas de vino a América

PETICIÓN DE AUXILIO A LA CORONA

La Iglesia de la Concepción de La Orotava estaba incluida en el Patrimonio Real, por lo que podía recibir capitales de la nación a través de impuestos indirectos aplicados a las mercaderías que transitaban entre América y España.

Así, según relata Sebastián Hernández, como el dinero para afrontar la construcción de la nueva parroquia era insuficiente, en 1754 el Ayuntamiento orotavense solicitó el auxilio económico y técnico del rey Carlos III que, en 1769, junto con el Consejo de Indias, otorgó licencia a dos navíos de registro supernumerario para que vendiesen libremente en Venezuela, en el puerto de La Guaira, 300 toneladas de vinos y aguardientes.

La venta de esos caldos orotavenses reportó 42.000 pesos de la época, que fueron destinados íntegramente a las labores de construcción del templo villero. La fórmula fue un acierto y las obras de reconstrucción dieron un gran acelerón. Hasta que el dinero se agotó y hubo que hacer una segunda petición municipal por la misma vía.

En 1768 se encargó la dirección de las obras al maestro cantero orotavense Patricio José García, ayudado por Miguel García de Chaves. En 1775, cuando la iglesia ya estaba levantada y su fachada prácticamente concluida, el Ayuntamiento pidió de nuevo licencia a la Corona y al Consejo de Indias para vender sin tributos en el Nuevo Continente otras 200 toneladas de mosto orotavense, que iban a producir unos 18.000 pesos.

Además, las colectas alcanzaron los 20.000. De esta manera, el templo se pudo terminar tras diez años de obras y una inversión total de alrededor de 90.000 pesos. El presupuesto inicial de la reconstrucción era de 60.000.

Según Viera y Clavijo, el rey Carlos III llegó a exclamar: “Acaso va a ser de oro esa iglesia…”

En 1788, el entonces director de los trabajos, Alonso de Llarena y Carrasco, rindió cuentas ante los representantes del patronato regio, como último acto oficial con el cual se daban por concluidas unas obras que el mismísimo rey Carlos III, ante las reiteradas peticiones de dinero del Ayuntamiento orotavense, había exclamado, según Viera y Clavijo: “Acaso va a ser de oro esa iglesia…”.

Desde el mismo momento de la finalización de las obras, la iglesia parroquial de La Orotava se convirtió en uno de los mejores ejemplos del barroco en el Archipiélago canario, con elementos además neoclásicos, renacentistas y mudéjares que le valieron en 1948 su declaración como Monumento Histórico Nacional.

Casi tres siglos después de su reconstrucción, la iglesia de la Concepción es el mayor tesoro de la Villa de La Orotava, su emblema histórico y espiritual, y una joya patrimonial excepcional de Canarias y de España. Pero, además, es un vestigio eterno de los vínculos históricos de las Islas con América.

La iglesia tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500 toneladas de vino a América. Fran Pallero
La iglesia tinerfeña que se construyó en el siglo XVIII gracias a la venta de 500 toneladas de vino a América. Fran Pallero

Agradecimiento eterno en piedra

En agradecimiento a la gran ayuda económica de ultramar que recibió La Orotava para la reconstrucción de su parroquia matriz, el maestro cantero Patricio García dejó un testimonio imborrable en la fachada de la Iglesia de La Concepción, sobre la puerta principal: un relieve en piedra de dos globos terráqueos abrazan simbólicamente a las Islas Canarias y a América, representada por la isla de Cuba y la península de Yucatán. Los puertos principales del comercio del Archipiélago con las Indias en el siglo XVIII eran La Habana (Cuba), La Guaira (Venezuela) y Campeche (México).

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