puerto de la cruz

“Tenemos miedo a que el Iders se desplome en cualquier momento”

Vecinos de los edificios colindantes aseguran que las últimas lluvias provocaron la caída de cascotes y avisan del peligro de tener un inmueble con riesgo de derrumbe en plena zona turística
La basura es la primera imagen que tienen muchas personas que viven en apartamentos cercanos cuando abren la ventana. Fran Pallero
La basura es la primera imagen que tienen muchas personas que viven en apartamentos cercanos cuando abren la ventana. Fran Pallero

“Ya toca”, dicen. Han pasado 33 años desde que el edificio Iders fue desalojado por aluminosis y a partir de ese 4 de octubre de 1991 comenzó a escribirse la historia del mayor abandono urbanístico de Puerto de la Cruz y la de la peor pesadilla de sus propietarios y de los vecinos de los apartamentos colindantes que viven hace décadas con el miedo que se desplome y rodeados de basura.

Según estos últimos, durante más de tres décadas el inmueble no ha tenido ningún tipo de mantenimiento y la situación se ha agravado. Hasta hace dos años allí vivían okupas que han dejado el peor de los legados: toneladas de basura esparcidas por los 8.869 metros cuadrados de la parcela que todavía no se han podido sacar pese a que fue declarado ruina inminente en junio de 2022 por el área de Ciudad Sostenible.

Días después, el 28 de junio, vecinos, hoteleros y comerciantes de la zona de Martiánez se concentraron por primera vez de forma pacífica para exigir al Ayuntamiento una solución al abandono del inmueble, ubicado en la avenida Familia de Betancourt y Molina, en pleno centro turístico del municipio. Ello motivó el desalojo de las 30 personas que residían dentro y el vallado del edificio.

Lejos de ser el principio de una solución que todas las partes esperaban, el Iders se ha consolidado como un verdadero ‘elefante blanco’, una expresión utilizada en la arquitectura para referirse a aquellas construcciones que debido a su coste, dejadez, o dificultad de uso, la hacen inútil y quedan abandonadas con el paso del tiempo. En este caso se suma la inacción de los sucesivos gobiernos municipales, de la propiedad, y la complejidad de un proceso plagado de trabas administrativas y legales.

Vecinos de los edificios colindantes aseguran que las últimas lluvias provocaron la caída de cascotes. Fran Pallero
Vecinos de los edificios colindantes aseguran que las últimas lluvias provocaron la caída de cascotes. Fran Pallero

El temor aumenta entre los dueños de los apartamentos y locales comerciales cercanos porque la semana pasada, a raíz del viento y las lluvias, se cayeron algunos puntales que estaban “podridos” y otros elementos de construcción y tuvieron que acudir los bomberos.

Como prueba, el portavoz de la comunidad de propietarios del edificio Avenida, Jesús Gutiérrez, señala unos cascotes contenidos en los restos de la malla de protección colocada en la fachada.

“Son diez plantas que están en pleno centro de la ciudad, frente a una avenida por la que pasan miles de personas y coches a diario y que linda con otros cinco inmuebles. Lo denunciamos para dejar constancia y que las autoridades hagan lo que tengan que hacer. El problema es que si ocurre algo, los perjudicados seremos nosotros”, se lamenta Eduardo Luis, presidente del edificio Iberia.

Jesús explica a este periódico que los puntales “fueron calzados en su día con unas cuñas de madera que se han consumido y al quedar libres, con el más mínimo viento, se caen. Los pocos que quedan se caerán en la calle. El problema es si le dan a una persona, ese es un peligro que hay que evitar”, insiste.

Vecinos de los edificios colindantes aseguran que las últimas lluvias provocaron la caída de cascotes. Fran Pallero
Vecinos de los edificios colindantes aseguran que las últimas lluvias provocaron la caída de cascotes. Fran Pallero

“No somos constructores ni técnicos, pero no somos bobos y eso en cualquier momento se va a desplomar porque cada vez se ven más grietas”, aclara Eduardo. “¿no es que tenía aluminosis? Con más razón hay que realizar un mantenimiento, sobre todo cuando ha sido declarado ruina inminente”, pregunta y contesta su compañero al mismo tiempo.

El solar y el interior del edificio se han convertido en un vertedero. Para comprobarlo basta con subir a uno de los pisos o azoteas cercanas. La visión que ofrece contrasta con el azul de la playa de Martiánez o la majestuosidad del gran hotel Taoro, que próximamente abrirá sus puertas. También con el auge que ha experimentado la zona, con inmuebles rehabilitados y la apertura de nuevos negocios.

Años atrás vivían con preocupación porque los okupas quemaban la basura, originando conatos de incendio, y provocaban peleas. A ello se le suma el tener que convivir de forma permanente con mosquitos, ratas, cucarachas y palomas, y ahora se les añade que el estado del edificio es cada vez peor. “Estamos mentalizados que quedándonos tranquilos en casa no vamos a hacer nada, por eso nos movemos y protestamos”, recalca Jesús Gutiérrez.

“La basura sigue dentro y eso es un foco. Si no pueden limpiarlo, la solución es demolerlo y que se lleven la basura con los bloques”, proponen.

Los residuos que se acumulan en los contenedores exteriores ubicados junto enfrente también los afecta. Son utilizados por vecinos de los casi 700 apartamentos de toda la manzana, comerciantes y bares y restaurantes de calles próximas que según ellos no son recogidos con la frecuencia necesaria. Los subterráneos, que fueron pintados en una edición del Festival Internacional de Arte en la Calle Mueca, se encuentran rotos y oxidados y “hacen años que no funcionan. De ahí salen las ratas, que emigradon del Iders hasta aquí porque es donde está la comida”, ironiza Eduardo.

La última vez que hablaron con el Ayuntamiento sobre el futuro del inmueble fue hace un mes y medio. En concreto, con el concejal de Ciudad Sostenible, David Hernández. “Es verdad que están trabajando y lo sabemos, reconocemos que han hecho muchas cosas, pero hasta ahora no vemos ninguna solución”, coinciden.

El edil, por su parte, explica que “los tiempos no son los que nos gustaría que fueran” y que el proceso “es una pelotera administrativa enorme” que se está intentando agilizar, “no nos estamos quedando quietos”, asegura.

También apunta contra los propietarios. “La declaración de ruina inminente ha sido un camino para que colaboraran y así poder ayudarlos, pero hay una desconexión y un desinterés por parte de ellos que no responden a los requerimientos del Ayuntamiento y tampoco han presentado el proyecto de demolición”. Por esta razón, el Gobierno municipal valora “otras actuaciones que puedan ser incluso más directas” aunque no especifica cuáles.

El edil tampoco ofrece más detalles sobre el estado del edificio. “Se visitó hace poco como consecuencias de unos desprendimientos y sigue en la misma situación”, declara.

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