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Una isla para la esperanza

Loro Parque Fundación y el loro de nuca amarilla
Loro de nuca amarilla

Que la belleza no ayuda a la supervivencia es un hecho. Los refugios están llenos de mascotas de raza: hermosos perros y gatos abandonados. Unos de los animales que más padece la ventaja de ser excepcionalmente bello son los loros. Sus colores, su capacidad como mascotas y su longevidad los han convertido en el objetivo de los cazadores furtivos en muchos lugares del mundo. 

Conseguir detener esta caza no es sencillo. Loro Parque Fundación lleva años desarrollando proyectos en diferentes puntos del mundo para tratar de recuperar diferentes especies de loros cuyas poblaciones han sido diezmadas por esta práctica. Pero, la compleja realidad, es que la situación de las poblaciones humanas en esas áreas, en muchas ocasiones han hecho que esta práctica lleve hasta el borde de extinción a alguna de ellas.

Nicaragua es uno de estos ejemplos. En la isla de Ometepe se encuentra un reducto de una de las especies de loros más valoradas por los amantes de estas aves. Se trata de la Amazona auropalliata, o amazona de nuca amarilla. Esta especie de loro recibió el regalo genético de un hermoso plumaje y una gran capacidad para reproducir sonidos humanos. Una combinación que las convirtieron en las más cotizadas en el mercado negro de la región y en una de las psitácidas más buscadas en el comercio de mascotas de América Central.

El expolio fue tan brutal e intensivo que, durante la década de 1990, se estima que el 100% de los nidos conocidos en el sur de Guatemala fueron objeto de saqueo. Tras un repunte de la población en años posteriores, la gran crisis del COVID los convirtió en una fuente de ingresos para familias de la zona volviendo a ser objeto del saqueo de nidos. La especie volvió a sufrir la amenaza de la extinción.

Pero, más allá del espectáculo natural que supone ver a estos loros volando en su medio natural ¿cuál es la importancia de preservar a esta especie?

Lo más importante a la hora de valorar la recuperación de una especie, por pequeña o insignificante que pueda parecer, es tener en cuenta que forma para de un ecosistema que depende en mayor o menor medida de su presencia en él. En el caso concreto de los loros, su alimentación suele ser la vía de desarrollo de algunas de las plantas que protagonizan el bioma: su potente mandíbula es capaz de abrir las cáscaras de semillas que ningún otro animal puede abrir, consumir y, de esta manera, dispersar. Su ausencia abre una brecha en este perfecto mecanismo.

El desastre de la práctica desaparición del loro de nuca amarilla encontró en la isla de Ometepe un reducto en el que escapar de la extinción. Trabajando con las comunidades locales, Loro Parque Fundación forma parte de un proyecto con la organización Bio Ometepe para proteger los nidos de estas aves de los furtivos y de los incendios que, también, son una enorme amenaza. Los voluntarios locales son los encargados de localizar los nidos, vigilarlos y protegerlos del expolio. Como resultado se ha logrado proteger más de 300 pichones que han tenido la oportunidad de volar libres en su espacio natural.  

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