Gracias a una iniciativa de la prestigiosa organización ecologista Greenpeace sabemos dónde pueden terminar las toneladas y toneladas de ropa usada que, sin ir más lejos, los vecinos de la capital tinerfeña depositan en los distintos contenedores repartidos por toda la ciudad para darle un nuevo uso a estas prendas o, cuanto menos, que sean recicladas.
Lo cierto es que los resultados no pueden ser más sorprendentes, por cuanto estos defensores del medio ambiente colocaron el año pasado dispositivos de geolocalización en 29 prendas de ropa y calzado deportivo usado, tres de las cuales en Santa Cruz de Tenerife, y pasado el tiempo ya se sabe dónde acabaron esas tres prendas.
Sin duda, el caso que más llama la atención es el de un suéter negro de cuello alto (una prenda de abrigo) donado en un contenedor municipal de esta capital que finalmente recorrió un total de 10.121 kilómetros para terminar en Sharja, una ciudad de los Emiratos Árabes Unidos donde -dado su caluroso clima) difícilmente habrá tenido otro final que ser reciclada en el mejor de los casos.
Sin embargo, este suéter no es la prenda que más distancia ha recorrido de las tres donadas en Santa Cruz a las que se instaló el geolocalizador, por otra cedida en un contenedor de Zara (empresa colaboradora) acabó nada menos que en Lahore (Pakistán) tras viajar un total de 11.396 kilómetros. Se trata de una sudadera gris y que, a sabiendas de la importante industria textil existente en Lahore, también habrá terminado como residuo a reciclar.
En cuanto al tercer caso, es un pantalón de chándal que salió de un contenedor ubicado en una tienda santacrucera de Mango (otra empresa colaboradora) y al que se le perdió el rastro en la ciudad portuaria El Yadida (Marruecos) tras recorrer nada menos que 3.381 kilómetros. Obviamente, la distancia entre Santa Cruz de Tenerife y El Yadida es muy inferior, pero el geolocalizador puesto por Greenpeace nos desvela que el chándal pasó primero por varias localidades del Levante español antes de poner tumbo a Marruecos. Lo mismo ocurre en los casos del suéter y la sudadera, y por ello las distancias que recorrieron son superiores a que si hubieran volado directamente dado que primero pasaron por puertos peninsulares.
Por toneladas
El tema que nos ocupa, por anecdótico que parezca, dista mucho de ser algo baladí, como se demuestra simplemente con este dato facilitado por el propio Ayuntamiento santacrucero en 2018 (último del que se tiene constancia), ya que la ropa donada por los vecinos ese año para que sus prendas tuvieran un segundo uso o fueran recicladas superó las 340 toneladas de peso. Ello, solo teniendo en cuenta lo depositado en contenedores municipales.
Para tener una visión más amplia del tema, el Instituto Canario de Estadística (Istac) nos desvela un dato del volumen del tráfico en dirección contrario, por cuanto solo durante el año pasado se importaron al total de Canarias hasta 40.526 toneladas de ropa y 9.268 toneladas de zapatos, aunque en este caso es de todo tipo, no solo la usada.
Y una clave más. El problema radica en que por lo general las exigencias medioambientales para este tipo de reciclaje son muy inferiores en países asiáticos y africanos que las vigentes en los estados pertenecientes a la Unión Europea como es el caso de España.
“Hay que seguir donando ropa usada, pero también exigir más eficacia”
“Desde Greenpeace nos parece bien que la ciudadanía done su ropa en contenedores para darles un segundo uso o que sean recicladas y animamos a que la gente lo haga, pero también considerados que hay que exigir una mayor eficacia en el tratamiento de estas prendas”.
Así detallaba ayer en conversación con este periódico la responsable del Departamento de Investigación de dicha ONG ecologista, Sara del Río, sobre sus conclusiones acerca de los datos detectados sobre el destino real de dichas prendas, tres de las cuales fueron depositadas en Santa Cruz de Tenerife el año pasado y, gracias a la instalación de geolocalizadores, terminaron en países como Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Pakistán. Sobre lo que sí alertó Del Río es de los perniciosos para nuestro planeta que se derivan de la tendencia actual al uso de prendas muy baratas prontamente desechables: “Hay que apostar por ropa de más calidad y alargar su uso”, recalcó.