arona

La cofradía de pescadores de Los Cristianos: “No encontramos relevo generacional”

Fundada en 1979, es uno de los últimos vestigios de la tradición pesquera sureña que, en la actualidad, enfrenta grandes desafíos para poder garantizar su supervivencia
Varios socios de la cofradía de Pescadores Nuestra Señora de Las Mercedes, frente a la sede. R. P.

En el mismo día en que una patera con más de 200 migrantes tocaba tierra en Los Cristianos, DIARIO DE AVISOS se adentraba en el puerto para reunirse con los pescadores de la cofradía de Nuestra Señora de Las Mercedes. En una mesa blanca enorme, dentro de la sede de la cofradía, se sentaban a un lado Ruyman Escuela Marcelino y Lucio Domínguez Fumero.

Quien haya hecho vida en Los Cristianos conoce a Lucio y su quad. Es parte del paisaje playero. “Cómo hemos cambiado”, dice, mientras coloca sobre la mesa una fotografía en su teléfono móvil. En la imagen se puede ver el muelle viejo de Los Cristianos y una figura en un barco. “Antes se varaba en la misma playa. No había, playa como tal”, recuerda con nostalgia.

Hace décadas, este puerto no era el de Los Cristianos, sino que tenía otra denominación: puerto de Vilaflor de Chasna. Los chasneros descendían al pueblo costero aronero para captura pescado, salarlo y llevarlo de vuelta a la cumbre, donde este servía para sobrevivir en épocas de escasez y malas cosechas. Y tanto que hemos cambiado.

Lucio ojea una segunda imagen, aún más antigua. En ella, una casa de las medianías construida con paja y barro. “En 1901 vivían así los que trabajaban en la costa. Era o esto o una cueva”, dice Lucio.

La cofradía de pescadores Nuestra Señora de Las Mercedes, es uno de los últimos refugios donde el pasado aún se siente vivo. Tal vez no sea un caso único, pero al cruzar sus puertas, es como si el tiempo se hubiera detenido. Fundada en 1979 como una cooperativa, se transformó con los años en una cofradía oficial, adaptándose a los cambios normativos que, lejos de facilitar la vida de los pescadores, la han complicado.

“Nuestros mayores no saben manejar las nuevas tecnologías. Los más jóvenes tenemos que hacer un papeleo increíble para cumplir con las regulaciones actuales”, explica Ruyman. Antes, salir a faenar era cuestión de voluntad y esfuerzo; hoy, sin una maraña de permisos y seguros, no es posible.

La cofradía cuenta con 50 socios, encargados de gestionar toda la operativa, desde el almacenamiento de las capturas hasta el etiquetado del pescado. “Ahora, cada pieza que vendemos debe estar identificada con su ADN y trazabilidad. No se puede vender pescado sin etiqueta, para que el consumidor sepa si es pesca extractiva y de dónde viene”, explica Ruyman.

Pero los problemas van más allá de la burocracia. Hace ocho años, una deuda de 100.000 euros por mala gestión casi les obliga a cerrar. “Nunca en Canarias los socios de una cofradía se habían unido para pagar una deuda. Subimos cuotas, hicimos derramas… y salimos adelante”, dice con orgullo.

Ruyman, tercera generación de pescadores, no necesita mirar al mar para recordar lo que significa su trabajo. “La pesca, si no te gusta, no la sigues”, dice con voz firme. “Es sacrificada, cada año ponen más trabas. Ahora, para que mi hija lo haga, necesito un seguro de responsabilidad civil, permisos y mil trámites. Así no es posible encontrar un relevo generacional”.

En la cofradía temen que, si la situación no cambia, casi de forma natural, la tradición pesquera de Los Cristianos se perderá. “No se está haciendo lo suficiente para mantener este oficio”, coinciden muchos de los presentes.
Para evitarlo, han comenzado a organizar visitas escolares con el Grupo de Acción Costera (GAC). “Queremos que los niños vean que el pescado no nace en el supermercado”, dice Ruyman.

El turismo: un equilibrio imposible

En ciertos momentos del año, el muelle de Los Cristianos se convierte en escenario de una paradoja difícil de ignorar. Mientras los pescadores descargan atunes y bonitos recién capturados, a pocos metros, en los restaurantes frente al puerto, los turistas piden pescado importado de Asia o África. Cada día, llegan a Canarias 15.000 toneladas de pescado del exterior, mientras el producto local lucha por mantenerse a flote.

“Un atún rojo nuestro se paga a 5 euros el kilo, pero en cualquier restaurante te cobran 20 euros por 200 gramos. ¿Qué sentido tiene esto?”, se indigna Ruyman.

Las infraestructuras tampoco ayudan. Actualmente, gran parte del pescado capturado en las Islas, describen, se envía a la Península por falta de capacidad para procesarlo aquí. “Si tuviéramos instalaciones adecuadas, podríamos almacenarlo y venderlo cuando haya escasez. Pero las ayudas no llegan”, lamenta Ruyman.

Las compensaciones por exportación, esenciales para mantener la actividad, llevan un retraso de más de 4 años. “Hemos cobrado hace poco las partidas del año 2021. Esta es una medida compensatoria que retribuye con 7 céntimos sobre el kilo de pescado. Nos dicen que es por falta de funcionarios. A día de hoy, tenemos compañeros que se han endeudado pidiendo pólizas o préstamos para poder seguir trabajando.”, explica Lucio.

El proceso de comercialización del pescado actual es riguroso. “Cada espécimen se pesa, se congela y se toman muestras que se envían a un laboratorio en Las Palmas. Hasta que no nos dan el ‘okey’, no se vende”, explica Ruyman.

Los Cristianos es uno de los puertos con mayor actividad pesquera de Canarias. Cada año, hasta 30.000 kilos de pescado son descargados en sus muelles, destinados a mercados y restaurantes tanto dentro como fuera del Archipiélago.

Ruyman hace una pausa, buscando las palabras para describir lo mejor de su oficio. Una sonrisa se dibuja en su rostro: “La pesca del atún es la más bonita. Es un vicio”, confiesa .

“El mar son nuestras raíces”

“Nunca estás tranquilo. Cuando sales del muelle, dejas atrás tu vida en tierra. Te alejas de la familia, con la incertidumbre que eso genera”, dice Ruyman. Pero en el barco, entre redes y compañeros, se teje otra.

“El mar es memoria, sustento y forma parte de nuestras raíces”, definen varios de los presentes, en un alegato al aire por mantener la identidad pesquera. Mientras haya pescadores que sigan mirando con respeto y amor esta profesión, habrá un futuro que no se ahogue en el olvido.

TE PUEDE INTERESAR