Si alguna vez te has preguntado cuál es el bosque más curioso de Canarias, la respuesta está en El Hierro, lejos de las rutas turísticas más concurridas. Se trata del sabinar de La Dehesa, un lugar donde los árboles no crecen hacia el cielo, sino que se inclinan, se retuercen y se aferran a la tierra como si el viento los hubiera esculpido durante siglos.
Este rincón mágico se encuentra en el extremo occidental de la isla, dentro del Parque Rural de Frontera, y forma parte del Geoparque Mundial de la Unesco. Lo que lo hace único no es solo su ubicación remota, sino la forma imposible de sus árboles: sabinas centenarias que han sido moldeadas por los alisios hasta convertirse en esculturas vivas.
El sabinar de La Dehesa: árboles retorcidos por la naturaleza
A diferencia de cualquier otro bosque del archipiélago, La Dehesa es un lugar donde los árboles parecen rendirse ante el viento, pero sin caer jamás. Las sabinas (Juniperus turbinata), especie resistente y endémica de Canarias, han crecido inclinadas hasta casi rozar el suelo. El resultado es un paisaje que muchos describen como “de otro mundo”.
Este fenómeno natural, además de espectacular, es un testimonio de adaptación extrema al entorno. No es solo un bosque curioso, sino un símbolo de resistencia y belleza en uno de los territorios más aislados de Europa.
Un símbolo herreño y un lugar para desconectar
La sabina más conocida del bosque ha sido incluso usada como emblema de El Hierro. Su figura aparece en logotipos institucionales, postales y campañas turísticas, aunque el lugar sigue siendo poco visitado. Y quizás sea eso lo que le da su encanto.
No hay cafeterías, ni áreas comerciales ni masificación. Solo viento, niebla ocasional y árboles que cuentan historias con su forma. Es un espacio perfecto para quienes buscan un lugar tranquilo, remoto y verdaderamente diferente.
Cómo llegar al bosque más curioso de Canarias
Para visitar el sabinar de La Dehesa, lo ideal es desplazarse en coche desde el pueblo de Sabinosa. La carretera es estrecha y serpenteante, pero las vistas valen cada curva. Una vez en la zona, hay rutas señalizadas para recorrer a pie el bosque, sin necesidad de guía.
Se recomienda llevar ropa de abrigo incluso en verano, ya que el viento puede ser fuerte, así como calzado cómodo y algo de agua. La experiencia no es solo visual, sino sensorial, por lo que se convierte en una parada inolvidable para quienes la descubren.
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