Se llama María Cristina López Rodríguez, tiene 44 años, y es natural de La Orotava, en concreto, del barrio de San Juan Bautista. Su nombre y su rostro harán historia en la Villa por ser la primera mujer cargadora en Semana Santa, una imagen poco habitual hasta hace unos años.
Cristina pertenece a varias hermandades, entre ellas, la Cofradía de las Damas de la Santísima Virgen de Gloria, la única de carácter exclusivamente femenino en el municipio, pero también a la del Nazareno y otras que no son de la Semana Santa, como la de la Virgen del Carmen y el Santísimo.
Confiesa que desde niña había soñado con llevar un paso y pensó que no sería posible porque era una función que cumplían solo los hombres, pero siete años atrás tuvo la oportunidad de cargar el señor de la Cañita y terminar con el mito de quienes ponían en duda la valía de una fémina para ocupar ese lugar.
Recuerda que fue un lunes santo en el que “la tarde caía suave sobre La Orotava y el santo se preparaba para salir desde la iglesia de San Juan Bautista. El aire estaba cargado de un aroma a incienso que se mezclaba con ese susurro del pueblo que cubre ese aire de recogimiento y fe que hay en la Villa. Las calles se llenaban de silencio y era como si mi alma se reuniera para esperar algo grande de esa procesión, algo importante que estaba por suceder”. Todavía se emociona cuando describe ese momento en el que reinaba “una atmósfera muy especial, con el murmullo de la gente al fondo”, y llegó Eugenio, uno de los celadores, y con “una mirada serena y llena de certeza” le dijo que no cogiera la vela sino la redoma para cargar al señor de la Cañita.
Esas palabras no solo marcaron un momento importante en su vida “sino que le sacaron un torrente de emociones que en ese instante le hicieron pensar en muchísimas cosas que habían supuesto mucho trabajo”.
Tenía 37 años y en ese instante se le pasaron por la cabeza un montón de cosas. “Fue una cuestión de segundos”, dice. Rememora también las palabras de Pedro Jorge Benítez, el párroco de entonces de San Juan Bautista, quien le había dicho que no se le podía negar a ninguna hermana que quisiera cargar ya que eso no figuraba en ninguno de los estatutos “y tanto derecho tenía un hombre como una mujer”.
“Esa frase la dijo con total firmeza, que no solo derribó barreras legales sino emocionales y sociales, porque además de hacer justicia con sus palabras, posibilitó un cambio para las mujeres, para todas las que como yo habían soñado en silencio y no lo habían hecho posible”, sostiene Cristina.
No obstante, reconoce que no fue fácil. “Fue una lucha para conseguir la igualdad en las tradiciones, una batalla constante de resistencia, malentendidos, de silencios incómodos, miradas y juicios que durante años pusieron en duda la valía de una mujer para llevar un paso”. Fueron muchas las trabas que les pusieron en el camino, desde la cuestión física hasta la tradición.
En este sentido, quiere dejar claro que no fue una batalla suya sino también de muchas otras mujeres y de las que vinieron tras ella. Menciona especialmente a su hermandad, a cuya junta directiva pertenece actualmente”, porque fue la primera de La Orotava “que dio el impulso para que se permitiese que las mujeres pudieran ser parte activa de la Semana Santa villera, un acto de fe y de valentía que cambió el panorama de muchas otras mujeres”.
También nombra a Domingo Hernández, a quien llama cariñosamente “su padrino”, porque siempre fue la persona que la alentó y sus palabras “me dieron el impulso” para seguir adelante, confiesa.
Desde entonces, Cristina y otras mujeres pueden cargar todos los pasos que salgan en procesión durante la Semana Santa, independientemente de la hermandad o cofradía a la que pertenezcan.
El peso de cada uno de ellos varía, puede llegar a superar las toneladas y por eso suelen haber varias cuadrillas. Sin embargo, sostiene que “llevar al señor o a la Virgen no es ningún esfuerzo, es un peso que no pesa”.
En su familia no hubo cargadores. Cristina estuvo influida por una amiga que en una ocasión le propuso quedarse en su casa en Semana Santa en lugar de acudir a un viaje familiar. “Fue la decisión más acertada que he podido tomar en mi vida”, asegura.
El lunes santo Cristina volverá a cargar al señor de la Cañita. Y lo hará con la misma fe y devoción que hace siete años, cuando dejó de ser espectadora para convertirse en una de las protagonistas de la Semana Santa villera.