Santos Cerdán, el gran protagonista de la actualidad informativa de esta semana a raíz del informe de la UCO que le ha costado el cargo en el PSOE (y falta saber si confirma que deja su escaño en el Congreso), fue la persona designada por Ferraz para solucionar, hace cinco años, la guerra abierta en el grupo socialista de Arona, que estalló tras la decisión del alcalde, José Julián Mena, de destituir, el 22 de junio de 2020, a su concejal de Urbanismo, Luis García, por “sombras de duda” en la gestión de la construcción del centro comercial Arts, en El Camisón.
La mayoría absoluta del grupo socialista saltó por los aires y sus 14 concejales quedaron divididos en dos bandos de siete ediles cada uno. Madrid movió ficha y envió a un paracaidista a la batalla de Arona ante la imposibilidad de un acuerdo entre las partes, por más que lo intentaron Pedro Martín, entonces secretario insular; Ángel Víctor Torres, secretario regional y presidente del Gobierno de Canarias, y hasta el alcalde de Adeje, José Miguel Rodríguez Fraga, desde el papel de mediador.
Era la primera vez que sonaba en el Archipiélago el nombre de Santos Cerdán, entonces secretario ejecutivo de Coordinación Territorial de la Ejecutiva Federal del PSOE. Sin tiempo que perder, el bombero de Ferraz, según llegó al sur de la Isla, comenzó a citar, uno por uno, a los 14 ediles socialistas en un salón del hotel Anthelia Park, en Playa de Las Américas, para intentar recomponer, pieza a pieza, el maltrecho puzzle aronero. Una labor en la que le secundaron Jorge González, secretario regional de Organización del PSOE; Josefa Mesa, su homóloga insular, y los miembros de la gestora.
En pleno 7 de julio sanferminero, el político navarro no estaba para encierros. Dedicó entre 10 y 15 minutos a cada concejal, a los que, una vez escuchados sus argumentos, les repitió la misma pregunta: “¿Cuál sería para ti la solución?”. Pero la solución ni estaba ni se le esperaba.
Uno de los ediles que respondió a sus preguntas recordó ayer a este periódico que Santos Cerdán le pareció una “persona mediocre”, cuya imagen no se ajustaba al patrón del “típico dirigente que impone respeto nada más verlo”. Le sorprendió su actitud “fría, distante y desconfiada” con los argumentos que escuchaba.
Tras concluir la ronda de comparecencias con la versión final del alcalde, el dirigente socialista zanjó el carrusel de intervenciones, hizo la maleta y se llevó a Ferraz los argumentos de unos y otros y la fotografía de una situación insostenible.
Cinco días tardó Santos Cerdán en emitir su veredicto. Decidió cortar por lo sano y sentenció que los dos actores principales de la fractura, el alcalde y el exconcejal de Urbanismo, debían entregar sus actas y marcharse a casa, una medida notificada por la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, en coordinación con las direcciones regional y tinerfeña, con la que entendía que se podía salvar la alcaldía de Arona con el respaldo del mayor número de concejales posible. Nada más lejos de la realidad.
La solución de Cerdán, entonces mano derecha del secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, avivó aún más el fuego. El alcalde Mena no sólo no entregó su acta, sino que se revolvió ante Ferraz, al presentar un recurso contra su expulsión, y en los tribunales, donde logró primeramente frenar de manera cautelar su salida del partido -impidiendo con ello una moción de censura- y, después, consiguiendo que la jueza le diera la razón al aceptar íntegramente su demanda.
La oposición intentó derribar a Mena en un bronco pleno, una vez recibida en el ayuntamiento la notificación de la expulsión desde la sede central del PSOE, pero su intención de enviarle al grupo de no adscritos encalló después de un último as en la manga del alcalde: la presentación in extremis de un nuevo recurso en los tribunales, lo que llevó al secretario del consistorio a advertir de que no cabía ejecutar en el pleno la expulsión del PSOE y el pase como edil no adscrito hasta que se resolviera dicho recurso.
Tras retirarse el polémico punto del orden del día, tres ediles del sector crítico presentaron una querella en la que acusaron al alcalde y al secretario municipal de prevaricar y cometer fraude de ley. Pero, de nuevo, la Justicia dio la razón al regidor. Mena ganaba así el pulso a la oposición y a la dirección nacional de su partido. Pero a esas alturas de la película e incluso antes, Santos Cerdán ya estaba en otra cosa.