cultura

Las siete estaciones de Óscar Domínguez

El Museo Picasso de Málaga dedica hasta el 13 de octubre una gran exposición retrospectiva al pintor canario, fruto de la colaboración con TEA y el comisariado de Isidro Hernández
‘La Venus del Ebro’ (1943). / Colección particular

La pintura, el dibujo, la decalcomanía, el triple trazo. Lo onírico, lo simbólico, el juego, el enigma, lo ambiguo. La intuición, el azar, las superficies litocrónicas. El tiempo y la metamorfosis. Isidro Hernández, conservador de la Colección TEA, parafraseó el jueves a Giuseppe Ungaretti (“Cada poeta tiene un constante problema del lenguaje por resolver”) a propósito de la pulsión transformadora, de la búsqueda permanente, del cambio sin reposo que se refleja en la obra (y en la biografía) de Óscar Domínguez (La Laguna, 1906-París, 1957).

‘Mujer sobre diván’ (1942). / Colección TEA

El artista protagoniza desde esta semana una gran retrospectiva en el Museo Picasso de Málaga (MPM), con alrededor de 120 obras, que se podrá contemplar hasta el 13 de octubre. Ha llegado casi 30 años después de la que le brindó en 1996 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Óscar Domínguez. Antológica. 1926-1957, de la mano de Ana Vázquez de Parga, responsable también de la propuesta expositiva que albergó en 2005 el Musée Cantini de Marsella, la primera de estas características que acogía Francia, en la que colaboró Isidro Hernández.

‘Personajes surrealistas’ (1937). Colección Particular

BUSCAR, ENCONTRAR

“La trayectoria artística de Domínguez se caracteriza por la búsqueda de la forma definitiva, acabada, la suya, la que solo le pertenece a él; de ahí que busque, cambie, transforme su manera de pintar a medida que avanza con el siglo”, subrayó el conservador de TEA y comisario de Óscar Domínguez, la experiencia que propicia en la ciudad andaluza una suerte de reencuentro entre el creador tinerfeño y Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881-Mougins, 1973).

Isidro Hernández, José Carlos Acha, Bernard Ruiz-Picasso, José Ángel Vélez, Miguel López-Remiro y Sergio Rubira. / DA

Óscar Domínguez, en la que colabora TEA Tenerife Espacio de las Artes, fue presentada en un acto en el que participaron, además de Isidro Hernández, el consejero insular de Cultura y Museos de Tenerife, José Carlos Acha; el director artístico de TEA, Sergio Rubira; su homólogo en el MPM, Miguel López-Remiro; el presidente del Consejo Ejecutivo del Museo Picasso de Málaga, Bernard Ruiz-Picasso, y José Ángel Vélez, secretario general de Innovación Cultural y Museos de la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía.

Sin título (1935). / Colección Ulla y Heiner Pietzsch

EL ESPÍRITU SURREALISTA

“Domínguez encarna como pocos el espíritu del surrealismo”, afirmó Miguel López-Remiro. “En su pintura, la naturaleza no es solo un tema, sino una forma de estar en el mundo. A partir del paisaje de Canarias -señaló-, desarrolla un lenguaje plástico en el que lo natural se convierte en símbolo, experiencia y pensamiento visual”.

‘Cabeza de Toro’ (1941). / Colección TEA

Para el director artístico del MPM, Óscar Domínguez no adoptó el surrealismo, en cuyo grupo se integró a finales de 1934, sino que lo vivió desde dentro, llevándolo hacia nuevos territorios simbólicos. “Desde sus primeras obras hasta la invención de la decalcomanía [sin objeto preconcebido o del deseo], fue ampliando los límites del arte con un lenguaje radical”, puso de relieve el también artista, comisario y gestor cultural. “Su obra está llena de imágenes ambiguas, paisajes inestables, objetos imposibles y mundos oníricos. Nos invita a un viaje entre Canarias y París, entre la experiencia personal y la creación artística. Pero esta distancia no rompe el vínculo con su tierra: lo transforma en metáfora”.

‘Máquina de coser electrosexual’ (1934-1935). / Depósito en Henie Onstad Kunstsenter

“Su obra introduce un elemento diferencial en el surrealismo: la condición mágica de las Islas”, afirma el comisario de la exposición

LO INSULAR

A ese mismo vínculo aludió José Carlos Acha al mencionar la iconografía presente en la identidad insular: “El Teide, el drago, la orografía y la vegetación, en suma; los guanches, como rasgo cultural perdido, son elementos que confluyen en la obra de Óscar Domínguez, un continuum que va a potenciar, precisamente, lo que entendemos por surrealismo”.

“Domínguez es una referencia para todos -subrayó el consejero del Cabildo de Tenerife- porque genera una obra cargada de simbolismo, pero especialmente porque aporta un encaje diferente al movimiento surrealista, a un ecosistema artístico que tanto debió a Picasso”.

Óscar Domínguez, fotografiado por Eduardo Westerdahl en París. / E.W.

“Esta exposición abre la posibilidad de un diálogo con Picasso, al que Domínguez reconoce como un maestro”, argumentó Sergio Rubira, quien citó lo que escribía el artista a Eduardo Westerdahl en dos cartas fechadas en 1949: “Lo poco que sé se lo debo en un 80% a Picasso. Es una persona que constantemente te abre los ojos y te muestra horizontes nuevos”. “¿Mi posición frente a Picasso? 100 por 100 con Picasso, que es el genio de la edad atómica y un entrañable amigo”.

‘La cámara oscura’ (1943). / Colección TEA

EL RETO

Al esbozar las características de la propuesta expositiva que se ha instalado en Málaga, Isidro Hernández mencionó que el hecho de encontrarse ante un artista que “abrió muchos frentes” permite también acercarse a él de numerosas maneras.

‘Reloj de sol y escorpión’ (1943). / Galería Guillermo de Osma

En este caso, el reto retrospectivo se ha articulado en siete secciones [L’amour fou: Óscar Domínguez, surrealista; En la cima de lo imaginario; Casi el azar: el juego de la decalcomanía; La imagen subversiva: tendencias en la pintura surrealista; Nostalgia del espacio, Bajo el signo de la ocupación y Esquematismo y triple trazo].

Con ello no solo se presenta un relato cronológico, sino que también se muestra, por ejemplo, el lenguaje surrealista de Óscar Domínguez y la paulatina ampliación de su universo conceptual; la maquinaria onírica de la que se sirve; el juego de dados de la decalcomanía -la que no tiene objeto preconcebido, pero también la interpretada-; la conversación surrealista [en la exposición se refleja con obras de otros autores]; la ocupación nazi en Francia y la Resistencia, a través del grupo La Main à Plume, la postrera etapa…

‘Le dimanche’ (1935). / Colección TEA

López-Remiro: “Domínguez invita a un viaje de Canarias a París sin romper el vínculo con su tierra, que se hace metáfora”

“La metamorfosis está muy presente en el surrealismo, y en Domínguez es esencial”, recalcó Isidro Hernández. “Se dice que en un primer momento el artista tinerfeño bebe mucho de Salvador Dalí. Sí, pero esas formas blandas, delicuescentes, Óscar Domínguez las hace suyas. Se apropia de ellas porque su orografía natural, el lugar de su infancia y adolescencia, son los barrancos, los acantilados, las cuevas guanches. En su pintura descubrimos la manera metamórfica de aprehender el paisaje, de tal manera que su pintura introduce un elemento diferencial en el surrealismo: la condición mágica de las Islas”.

‘La bola roja’ (1933). / Colección TEA

LAS OBRAS

Prácticamente, la mitad de las piezas expuestas han sido cedidas en préstamo por TEA. Entre ellas se hallan obras tan singulares como La bola roja (1933), Le dimanche (1935), Los sifones (1938) y Autorretrato con cabeza de toro (1941). Al discurso expositivo contribuyen también el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la fundación gallega Abanca, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), la Fundación Telefónica, la Fundación CajaCanarias, la Fundación Mapfre, la Colección LM de La Laguna, la Fundación María José Jove (A Coruña) y la Colección del Gobierno de Canarias.

‘El Drago de Canarias’ (1933). Colección Abanca

En cuanto a las instituciones internacionales, figuran el Musée Cantini, que ha cedido La solitude, datada en 1940, perteneciente a la antigua colección del poeta Paul Éluard. También se expone una pintura sin título de 1935, procedente de la colección alemana Ulla y Heiner Pietzsch de Berlín -uno de los hitos de la exposición-, depositada en la Berlinische Galerie.

‘Los sifones’ (1938). / Colección TEA

Otra de las piezas es Máquina de coser electrosexual, de la Henie Onstad Kunstsenter de Oslo, considerada la obra cumbre del artista, en la que, según el comisario de la muestra, el pintor busca “dinamitar lo convencional y ortodoxo del deseo y de la sexualidad en beneficio de un erotismo excesivo y ritual”.

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