En los abruptos barrancos de los altos de los montes de Arafo, justo en el epicentro donde la ganadería ecológica, mermada y desprestigiada por las administraciones, sobrevive con esfuerzo y dedicación, el miedo se ha instalado como un nuevo compañero de trabajo. Ganaderas como Pilar Carballo y Jennifer Santos, referentes del sector primario en la Isla y ganadoras del premio Mujeres Rurales, viven en alerta permanente tras una serie de ataques de perros asilvestrados que han puesto en jaque sus rebaños y su forma de vida.
“No ha vuelto a aparecer ningún perro por mi zona, pero el miedo sigue aquí”, cuenta Carballo, presidenta de Agrecan y miembro activo de Ganaderas en Red, colectivo que defiende la ganadería extensiva y los derechos de las mujeres rurales, aún convaleciente del último ataque sufrido en su finca. “Me cuesta conciliar el sueño. Estoy en vigilia. Las ovejas también tienen miedo. Desde que oyen un perro ladrar en un paseo, se paralizan”.
Pilar ha sido víctima de dos ataques, uno en marzo de 2024 y otro reciente, que dejaron diez ovejas heridas y varias decenas de gallinas, con lo que eso implica. “No es sólo el sufrimiento de los animales, también el esfuerzo físico y psicológico de tener que cuidarlos mientras sanan. He recibido más apoyo de particulares y de redes sociales que de las instituciones. Hasta personal sanitario me ha ayudado a curarlas”.
La situación se repite en otras fincas del municipio. Jennifer Santos Cabrera, responsable de la quesería Aborigen, que fue reconocida entre los diez Mejores Productores Sostenibles de 2023, también fue recientemente atacada.
“Un perro se lanzó directamente a por una de mis cabras. No fue a ladrar, fue directamente a morder. Le desgarró el abdomen. Pensamos que se iba a morir”. Aunque el animal logró sobrevivir, las secuelas fueron múltiples: leche perdida, animales heridos, ordeños interrumpidos y mastitis. Ambas coinciden en que se trata de ataques probablemente de perros de presa que han sido abandonados o se han asilvestrado tras perderse durante la caza.
“Cerca de mi finca hay una zona de adiestramiento. Es un sitio donde muchos perros se pierden y acaban sueltos en el monte”, denuncia Pilar. “No queremos represalias contra particulares si fueran perros con dueño, pero sí una respuesta seria y preventiva”. Pilar no oculta su decepción con las instituciones. “Desde el Cabildo nadie se ha puesto en contacto conmigo. Ni siquiera para saber cómo estoy cuando, hace apenas dos meses, me eligieron como productora sostenible en la gala Repsol. Dicen que tienen la agenda ocupada, pero yo también”.
El alcalde de Arafo, Juan Ramón Martín, manifestó a este periódico su “profunda preocupación” por los recientes ataques a ganado acaecidos en el municipio, que calificó como hechos “graves y reiterados”. El máximo mandatario detalló que se han producido “tres ataques en dos días diferentes y en dos zonas distintas”, siendo uno de ellos contra la ganadera Pilar Carballo y otro en una finca cercana, además de un tercero semanas más tarde en otra ubicación del municipio.
Movilización de los cuerpos de seguridad
Desde el primer momento, aseguró que el ayuntamiento se puso a disposición de la Guardia Civil, que lidera la investigación con el apoyo de la Policía Local. Como medida concreta, Martín anunció que están cerrando un acuerdo con el Cabildo de Tenerife para activar, por primera vez en el municipio, el servicio de control de fauna asilvestrada. “Estamos terminando ese acuerdo para que el Cabildo pueda intervenir en nuestro municipio”, explicó, subrayando que esta herramienta resultará “clave para prevenir nuevos daños al subsector ganadero”.
También adelantó la convocatoria urgente de una Junta Local de Seguridad para abordar este problema de manera integral, con la participación de la Guardia Civil, Policía Canaria, Policía Local y el Seprona.
El alcalde hizo énfasis en la necesidad de que las ganaderas afectadas sientan el respaldo de las instituciones. “Es un auténtico orgullo que dos mujeres hayan decidido dar el paso de desarrollar una actividad tan dura como la ganadería”, afirmó, reiterando el compromiso del consistorio con su protección. “Tienen que sentir nuestro apoyo y nuestro respaldo”, remarcó.
“Nadie nos escucha”
Jennifer, por su lado, recuerda que ni siquiera han terminado de recuperarse del gran incendio de 2023, que arrasó 40 hectáreas de su pasto y obligó a su evacuación. “Recibí sólo 2.700 euros de ayuda. Hemos tirado de ahorros. Y ahora esto”.
El clamor de estas ganaderas va más allá del daño económico. Reclaman atención, reconocimiento y, sobre todo, medidas efectivas. “Lo que pedimos es que se activen protocolos de recogida de perros asilvestrados, que se hagan batidas, que haya vigilancia. Que las administraciones se hagan cargo”, exige Pilar. “Nosotras custodiamos el territorio. Somos las primeras en avisar cuando pasa algo y ,aun así, nos vemos indefensas”.
La judicialización de algunos casos no ha traído soluciones. “Mi caso está en manos de un juez, pero, si no hay sensibilidad por parte de la justicia, esto va a quedar en nada. No me importa lo económico, nada me va a devolver a mis animales”, lamenta.
Presión de la caza
Jennifer añade un nuevo elemento a la ecuación: la presión de la caza. “Hace seis meses, crearon una reserva de caza mayor justo al límite de nuestra zona de pastoreo. Cazadores con rifles, perros que se pierden, un entorno cada vez más inseguro. Y en estas fechas, empieza la caza menor. Esos perros que se pierden se terminan agrupando, y ya no atacan a uno o dos animales… pueden llegar, en algún caso, a atacar a personas”.
Ambas productoras, que representan un modelo de ganadería sostenible y ecológica cada vez más escaso, coinciden en la misma conclusión: el sector primario en Canarias está desprotegido. “Somos dos ganaderas pioneras y reconocidas en la Isla, pero, desde que entendí que no nos valoran, voy por libre. No le pido nada a nadie”, sentencia Jennifer Santos. Mientras las ganaderas siguen ordeñando y curando heridas, esperan que el próximo ladrido no sea el anuncio de un nuevo ataque.